El efecto Gaslight y el abuso emocional. Una eficaz táctica de manipulación inconsciente
Es una práctica que en el ambiente laboral se manifiesta de diversas maneras y puede ser igual de dañina que el abuso físico
Sofía estaba desorientada. Había trabajado muy duro -incluso varios fines de semana- preparando una presentación para el cliente más importante de la compañía. Sabía que era una excelente oportunidad para obtener la visibilidad que tanto necesitaba de cara a su carrera, y Marcos -su jefe- había prometido ayudarla. Cuando llegó el gran día, sucedió algo inesperado: Marcos tomó la palabra y acaparó toda la atención; luego dejó lugar a los otros dos miembros del equipo. Cuando Sofía le reprochó el no haberla dejado exponer, le contestó que nunca le había prometido tal cosa.
Sofía estaba siendo sometida a una sutil forma de manipulación conocida como "efecto gaslight". El nombre se inspira en una película de 1944, protagonizada por Ingrid Bergman y Charles Boyer, que cuenta la historia de un marido que trata de deshacerse de su mujer haciéndole creer que está perdiendo el juicio. Para lograrlo, va introduciendo cambios sutiles en su entorno -incluyendo la disminución lenta y persistente de la luz de un farol a gas (gaslight)-, mientras niega que algo se haya alterado.
En el ambiente laboral, el gaslight se manifiesta de diversas maneras. El doctor George Simons explica que el gaslighter (en general, una persona narcisista, bully y mitómana) aplica la técnica hasta conseguir que la víctima dude de su propio criterio para interpretar la realidad. El instinto le indica que está siendo atacada, pero no encuentra elementos claros y objetivos para evidenciarlo. El abusador se mueve en el límite de lo "demostrable", ya que la sutileza es su mayor habilidad. En algún punto, la visión de la realidad de la víctima pasa a ser la que el gaslighter desea que sea. Así mina su autoestima y crea una dependencia para ejercer poder sobre ella y dominarla a su voluntad.
"Tenía la sensación de que estaba siendo engañada, pero era tan burda la mentira que no podía creerlo y dudaba de mí misma", podría sostener una víctima una vez descubierto el engaño. Antes de eso podría justificar al abusador con razonamientos como: "Mi jefe no es abusivo, es solo que está teniendo problemas familiares"; o "Tal vez se atrasó porque tuvo un inconveniente con el auto, no tengo que tomarlo como una falta de consideración". El gaslight no es tan directo como el abuso físico, pero puede ser igual de dañino.
En el trabajo, el gaslighter puede ser cualquiera: un jefe (que quiere crecer en sobre la base del trabajo de otros), un par (celoso del éxito de un colega), un cliente (que busca alguna ventaja comercial) y hasta un colaborador (que quiere la posición del superior). Las siguientes son algunas de sus características principales:
1 Son mentirosos seriales. Podrían decir: "Te di el informe la semana pasada, es que cada vez estás más distraída", aun sabiendo que no lo había hecho. Cuando logran que una gran mentira pase las barreras psicológicas de su víctima, todas las demás pasarán fácilmente. Sin alterarse, el gaslighter va a continuar la farsa, aunque existan pruebas en su contra.
2 Minan la voluntad de la víctima lentamente. Como en la fábula de la rana en la cacerola, tienden a "cocinar a fuego lento" a su víctima. Así logran que incluso personas maduras e inteligentes caigan en la trampa.
3 Mezclan críticas con alabanzas. Buscan confundir, porque saben que la confusión debilita a los individuos. Una de las tácticas más usadas es intercalar comentarios positivos con acusaciones. Pueden decir cosas como la siguiente: "¡Qué bien estuviste en la última reunión del equipo! Una pena que estuvieran mal los datos que mostraste", aunque no hubiera ningún error.
4 Ponen a los otros en contra. Según la doctora Stephanie Sarkis, autora de varios trabajos sobre el tema, los gaslighters dividen a las personas. Pueden decir cosas como: "Todos saben de tu problema para respetar los horarios"; o "Me dijo el gerente que no entiende tu desprolijidad". La idea es que la víctima pierda confianza en otras personas del entorno para que solo pueda recurrir al gaslighter, lo que aumenta su poder. Nunca pierde oportunidad para difamar.
A pesar del poder que ejercen, hay algunas maneras de contrarrestar las tácticas del gaslighter. El primer paso es tomar conciencia de lo que está pasando, cosa que no suele ser fácil. Se debe dejar de dudar de los instintos propios y analizar lo que realmente ocurre, y buscar ayuda en personas de confianza que no pertenezcan al entorno. Puede ser un amigo, un familiar, un coach o cualquiera que esté en condiciones de juzgar la situación con objetividad.
También hay que evitar las reuniones a solas; los testigos le quitan al gaslighter margen de maniobra. Más allá de estas recomendaciones, se debe registrar por escrito todo lo que se acuerda y -de ser posible- compartirlo con el resto del equipo. Como todo manipulador, el gaslighter es muy dañino para las personas y para las organizaciones. Desenmascararlos es una necesidad.
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