El dolor de un comerciante que perdió su local: “4 meses para habilitar, 2 horas para cerrar”
Nicolás Maiztegui dedicó 28 meses y los ahorros de su vida para abrir una cervecería en Tigre, pero las restricciones y la burocracia pusieron fin a su sueño
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Fueron 28 meses de intensas obras y trámites de habilitaciones para poder abrir “el bar de sus sueños”, que en menos de dos horas se vio “destruido” por un decreto nacional. La triste historia es de Nicolás Maiztegui, un emprendedor de la zona de Tigre que, a mediados de 2019, comenzó a construir junto a sus amigos una cervecería en el sector de Tres Bocas, pero el establecimiento apenas permaneció comercialmente activo durante cuatro meses por la cuarentena estricta. En medio del enojo, publicó un video en Twitter que se hizo viral, donde refleja la bronca que le generó decirle adiós a su proyecto de vida.
A la salida de la oficina municipal, Maiztegui hizo un descargo por la cantidad de tasas y cargos que tuvo que pagar para poder cerrar comercialmente el establecimiento. “Hoy se cierra formalmente la ilusión, amor, pasión, trabajo, esfuerzo y resiliencia. Todo destruido por un decreto”, sostuvo. Además de los gastos administrativos, el empresario dice que tiene que contratar un barco para movilizar parte de la infraestructura de lo que se había pensado que iba a ser la cervecería de sus sueños.
“Era una idea linda. Quería crear marca con sentido de pertenencia, similar a otra región. Buscamos el lugar y pensamos que lo mejor era hacerlo en la isla, porque queríamos contratar personal de las islas también y que se consumieran los productos de la zona. Esa fue la raíz de la Cerveza Tigre”, explica el empresario a LA NACION.
Inversión extraordinaria
Aunque no se atreve a hacer el cálculo de la plata que invirtieron en pesos en el establecimiento, porque se “decepcionaría”, desde el momento que comenzaron con las obras, habilitaciones y la apertura del local destinaron más de 40.000 dólares a poner todo en funcionamiento. Al tipo de cambio de hoy, serían alrededor de 7.400.000 pesos.
El bar recién pudo abrir en enero de 2020, se mantuvo operativo hasta los primeros días de marzo, cuando el Gobierno nacional decretó a través de un DNU la cuarentena estricta en todo el país y que extendió durante todo el año pasado. Tal como le sucedió a muchos locales gastronómicos, el de Maiztegui estuvo cerrado hasta diciembre del año pasado, cuando pudieron volver a levantar las persianas por un par de meses más de cara a la temporada de verano.
La caída del turismo y la imposibilidad de hacer delivery en la isla, ya que estaba prohibida la navegación, aceleraron el fin del negocio. “No había turismo, estaba prohibido pasear y no había clientes. Tuve que cerrar porque no había dinero. Empecé el proceso de la mudanza”, añade. El bar generaba entre 10 y 15 empleos rotativos, cinco de ellos estaban fijos en el lugar, que fueron liquidados originalmente en el primer cierre ante la extensión de la cuarentena. En un segundo intento de hacerlo funcionar, la familia se unió para continuar con el sueño de su vida: comenzaron a trabajar junto a sus hijos y primos atendiendo el establecimiento, pero aún así no pudieron continuar por mucho más tiempo.
“Al principio era un sueño, si bien el proyecto abrió y se cerró, para mí aún es un sueño. Tenía que ver con crear una marca de pertenencia. En definitiva, los argentinos se sienten orgullosos de marcas puntuales de cerveza y para eso alquilamos una propiedad que tuvimos que remodelar y ponerla linda. La idea siempre fue contratar personas de las islas y que se consuman los productos que producen ahí para generar, a su vez, una economía local”, relata.
Un sueño truncado
En el momento que comenzó a materializar la idea había un gran auge de cervecerías en Buenos Aires y la provincia. Si bien en ese momento sobreabundaban los bares, no había cervecerías que produjeran la bebida en el mismo lugar. Para eso, llevaron hasta la isla todo el equipamiento necesario para elaborarla, pero el municipio no los habilitó como fabricantes. “Instalamos la fábrica, pero no pudimos producir un solo litro. Comprábamos la cerveza a otros cocineros, les dábamos nuestras recetas e indicaciones porque nunca nos habilitaron y no sabemos por qué. Dijimos ‘frenemos hasta tener la habilitación’. Era una fábrica con ollas enormes de acero inoxidable, alquilamos un barco enorme para traerlas hasta acá”, explica.
En los pocos meses que funcionó el lugar, lo único que generó fue destinado a la inversión. Convencidos de que el proyecto había fracasado, días atrás comenzaron a sacar todo del lugar para entregar la casa.
“Hice cero ganancias de todo esto, porque trabajamos solo cuatro meses. Es muy difícil que un negocio de estos empiece a tener rentabilidad tan pronto, al principio es pura inversión. Así y todo no ganamos ni un centavo. Todo fue poner dinero del bolsillo”, explica. Las previsiones de crecimiento apuntaban a que la cervecería reflejaría un saldo a favor recién en el segundo año operativo, que se vio empañado por el cierre de los establecimientos por la cuarentena de Covid-19.
Por una disposición del DNU que emitió el Gobierno nacional, no estaba permitida la circulación y tránsito de embarcaciones. En el Delta, asegura el empresario, Prefectura Naval intensificó los patrullajes durante la cuarentena. En ese tiempo solo podían circular los vecinos de la isla, por ende, se reportó una caída brutal del turismo.
Impotencia
“Uno no puede hacer nada. Siento angustia por la imposibilidad de hacer algo. Los emprendedores nos enfocamos por hacer todo lo que está adelante, por emprender y hacer el camino, pero en este caso no puedo hacer nada”, se lamenta y sostiene que la resiliencia hace que la angustia sea pasajera. “Esto me genera bronca, porque es por imposiciones, no es por inoperancia”, remata.
El bar trabajó en un 90% de su espacio físico al aire libre, por lo que esto no era una excusa para no estar abiertos. “No soy anticuarentena, pero las formas en que se hizo todo no fueron las adecuadas, no somos prisioneros. Sin dudas, el bar estaría funcionando si esto se hubiese hecho distinto. Si me pongo a pensar todas las trabas que tuvimos al principio, pese a eso hoy estaríamos operando”, sostiene.
La semana pasada, acudió a Twitter para descargar su congoja. “Después de 28 meses de proyecto, hoy se cierra formalmente. Ilusión. Amor. Pasión. Trabajo. Esfuerzo. Resiliencia. Todo destruido por un decreto. La dirección del país esta invertida. Cuatro meses para habilitar. Dos horas para cerrar”, escribió en el posteo, que sumó casi 4800 Me gusta.
#Triste
— Nicolas Maiztegui (@nicomaiz) October 5, 2021
Despues de 28 meses de proyecto, hoy se cierra formalmente. Ilusion. Amor. Pasion. Trabajo. Esfuerzo. Resiliencia.
Todo destruido por un decreto.
La direccion del pais esta invertida. 4 meses para habilitar. 2 horas para cerrar. #Triste pic.twitter.com/HcBFjwYOMB
“Soy emprendedor, emprendo para mí, pero también soy mentor de otros emprendedores. Hago muchas cosas con el sentido de aportar y ayudar a la productividad del país. Mi sueño sigue estando en mi cabeza, tal vez para ejecutarlo en otro lugar”, sintetiza y cuenta que a través de la Unión de Emprendedores impulsan la modificación del proyecto de ley de reactivación económica y laboral que fue presentado a la Cámara de Senadores y llegó a Diputados.
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