El dólar que nos merecemos
La divisa es el termómetro de la situación argentina
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Siempre ha ocurrido, que el valor del dólar libre en la Argentina (léase paralelo, negro, blue, financiero, CCL, MEP, etc. según cada momento en el tiempo) fue y sigue siendo el mejor termómetro respecto a medir si hay fiebre. Dicho de otra manera, un fiel reflejo de cómo están yendo las cosas en el país, al menos con la economía y con la política.
Al final, más allá de que sea un mercado chico, grande, más o menos, ilegal y todas esas cosas que terminan diciendo todos los gobiernos de turno, este termómetro termina midiendo, en promedio, con bastante precisión cuán ordenada o desordenada está la macroeconomía (lo fiscal, lo monetario, lo financiero y lo cambiario, con embudo en lo inflacionario), cuán articulada o desarticulada está la organización económica (lo impositivo, lo laboral, lo previsional, lo regulatorio, lo bancario, lo productivo, lo crediticio, etc.), cuán sostenible y pagable o no es la deuda del sector público (la del Tesoro y la del BCRA) y cuán previsible o imprevisible está la situación política (la gobernabilidad, la convivencia entre Ejecutivo, el Parlamento y la Justicia, la convivencia entre oficialismo y oposición, la conflictividad social, etc.) y cualquier otra cosa que se quiera agregar. El dólar libre es la consecuencia, la resultante de estas tres cosas juntas: macroeconomía, organización económica y política.
Y por supuesto, y este es el concepto central de esta nota, esta definición va más allá de los vaivenes en las cotizaciones del día a día, la semana a semana o el mes a mes. Es un concepto estructural, de trazo grueso, casi imbatible, estoy tentado a decir. Pinta de cuerpo entero, cómo estamos, cómo vamos, bien, mal, más o menos...
Desde ya, que cuánto vale el dólar no es la causa de nuestros problemas, sino la consecuencia de ellos. El dólar es la caja de resonancia. De otro modo es poner el carro delante de los caballos. Tenemos el dólar que nos merecemos para la macroeconomía, la organización económica y el contexto político que tenemos en cada momento del tiempo.
Nuestra propia historia nos delata. Por ejemplo, en la económica y políticamente inestable y desordenada década del ‘80, un cálculo promedio del dólar paralelo expresado a pesos de hoy valía casualmente $350, o sea, parecido al de estos días. El promedio entre 1980 y 2022 (por supuesto, excluyendo los períodos sin control de cambios) algo así como $340 de hoy. O sea, en los períodos de inestabilidad macroeconómica e incertidumbre política, todos los caminos conducen a un dólar en términos reales de más o menos $350, causal y no casualmente como el actual. Por supuesto, esto va más allá de los vaivenes diarios y las regulaciones o intervenciones temporales de los gobiernos y el Banco Central.
En los tres años de la presidencia de Alberto Fernández, el valor promedio del dólar paralelo es $345 de hoy. Otra vez, el típico dólar de inestabilidad económica e incertidumbre política de la historia argentina. O sea, más allá de que el promedio mensual de enero de 2020 fue $270 de hoy, o que durante octubre del mismo año fue $440 de hoy, los $350 de estos días calzan justo con esta definición.
Por lo tanto, a la popular pregunta de por qué subió nominalmente tanto en estos días, se contrapone la de por qué bajó nominalmente entre julio, agosto y septiembre pasados. De nuevo, sabiendo que hubo momentos puntuales con este mismo gobierno (octubre de 2020, enero 2022 y julio 2022, por caso), en que el dólar paralelo (a pesos de hoy) estuvo más alto que $350. Y sabiendo también que en 2021 y 2022 fue gracias a exportaciones en dólares récord, fundamentalmente por los muy elevados precios internacionales que jugaron a favor. Sin esta oferta extraordinaria de dólares, otra hubiera sido la historia del dólar en estos años.
Entonces, visto así, “$350″ es para esta situación política-económica-institucional de la Argentina un dólar no de una crisis macro terminal ni el de una crisis política-institucional. Dos ejemplos, el dólar libre durante la Guerra de Malvinas era $550 de hoy y en el peor momento de la hiperinflación de 1989 rebasó los $600 (siempre promedio mensual). Es, al final del día, un dólar con 100% de brecha (ni 80% donde está todo “bárbaro”, pero tampoco de “120″ donde hay que apelar a algún parche adicional).
De nuevo, el de hoy es un típico dólar de inestabilidad macro, de país con horizonte corto, de una coalición de gobierno atada con alambre y desgastada, un Poder Ejecutivo que colisiona e intenta eludir un fallo de la Corte Suprema, una política económica cuya máxima aspiración es “durar y llegar” sin nuevos sofocones cambiarios, con la brecha que no rebase 100% y “festejando” una inflación mensual de 4,9%, un país sin crédito externo, vencimientos de deuda pública en pesos por más de un billón por mes, un Banco Central que expande moneda al 80%-90% anual y patrimonialmente quebrado (con U$S6000 millones de reservas netas en el activo y US$50.000 millones de pasivo), un control de cambios estrictísimo, uno de importaciones asfixiante y un acuerdo con el FMI firmado a último momento para no entrar en incumplimiento de pagos. Es un cocktail a medida de un dólar de $350. Vaya a saberpor qué se le dio por subir $20 de golpe o si fue el efecto aguinaldo. “Anda a saber”.
Visto así, 2023 está jugado. Conviviremos con elevada inestabilidad macro y alta incertidumbre política. Será un año cruzado de lleno por el calendario electoral y tensiones en el oficialismo y en la oposición. Con alta inflación (parecida a la de 2022), una mala cosecha, menos exportaciones y seguramente recesión. En este contexto y sin perderle pisada por las dudas, el dólar será recurrentemente tapa de los diarios. Magia no hay. Es el dólar “que nos merecemos”.
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