El despilfarro fiscal, debilidad del BCRA
El auxilio del Banco Central al Tesoro ha crecido en forma alarmante desde la reforma de la Carta Orgánica, en abril de 2012. Casi un tercio de la deuda pública registrada está en manos del BCRA. La deuda del Tesoro representa hoy nada menos que 62 % del activo total del banco, mientras que las reservas, en cambio, comportan apenas 30%. Más grave aún es el hecho de que el deudor (el fisco), aquejado por un severo déficit crónico, recurre sistemáticamente a la refinanciación de las sumas que vencen -los adelantos eufemísticamente llamados "transitorios"- y no tiene programado cancelar ninguna porción en los próximos años.
Esto significa que el Banco Central está técnicamente fundido, pues su pasivo exigible es mucho mayor que el activo recuperable.
El uso de las reservas para el pago de deuda pública es una de las formas en que el Gobierno se sirve del BCRA. Mediante este mecanismo, el Central cede al Tesoro activos de alta calidad y valor cierto (reservas) a cambio de otros de mala calidad y valor incierto (letras a diez años, intransferibles y que ahora son también inidentificables, porque los balances provisorios de la entidad dejaron de desglosarlas).
A fines de agosto se produjo un salto de casi US$ 10.000 millones, mucho mayor que los vencimientos de deuda pública que restan en el año. Si las nuevas letras fueran contrapartida de una nueva apropiación de reservas, éstas caerían otro 25% en los próximos tres meses. Esto violaría lo dispuesto por la nueva Carta Orgánica, por no corresponderse con la desfavorable evolución de las cuentas externas. Y nos dejaría en una situación en extremo delicada de cara a 2014, año en que habrá que encarar vencimientos de deuda con acreedores privados y organismos internacionales por unos US$ 10.000 millones; y ello sin contar la suma megamillonaria que habría que desembolsar por el cupón PBI si el Gobierno persistiese en el crecimiento de fábula que publicita el Indec.
Otra forma de asistencia al Tesoro son los adelantos transitorios, que sólo en circunstancias extraordinarias pueden ser ampliados por un plazo máximo de 18 meses (lo que el Central hace desde julio de 2012). Hoy constituyen la cuarta parte del activo del BCRA; dos años atrás representaban poco más de 10%. Han dejado de ser un instrumento transitorio para transformarse en algo permanente y creciente, en franca contradicción con lo prescripto por la ley. Estimamos que en noviembre, o a más tardar en enero, se alcanzará el techo extraordinario permitido. Y en diciembre vencerá el plazo extraordinario mencionado. Esto sugiere que es muy probable que el Gobierno impulse una nueva reforma de la Carta Orgánica del BCRA. De no hacerlo, el Tesoro no sólo no podría seguir financiándose con adelantos, sino que debería devolverle al BCRA más de $ 100.000 millones.
La distribución de "utilidades" del BCRA conforma otra vía de financiamiento para el fisco. En 2012 el Central contabilizó como ganancias $ 32.000 millones (¡300% de aumento con relación a 2011!), de los cuales lleva transferidos unos $ 11.000 millones. En este punto, cabe destacar la extraordinaria demora de 9 meses en la publicación del balance 2012. Un atraso de esta magnitud le costaría a cualquier entidad bajo supervisión del BCRA una severa sanción.
La transferencia de "utilidades" al Tesoro es un mecanismo múltiplemente perverso. Como se trata de beneficios meramente contables, resultado de una revaluación de activos, para proceder a liquidarlas el Central debe recurrir a la emisión de moneda, con el consiguiente impacto inflacionario. Y el activo por revaluar son las reservas internacionales, como resultado de la depreciación del peso. Leyó bien: el BCRA "gana" cuando se devalúa la moneda nacional, que debería defender. Al distribuir esa "ganancia", emite y genera inflación, lo que a su vez vuelve a desvalorizar la moneda nacional y a generar nuevamente estas insólitas "ganancias", en un ciclo vicioso y sin fin. Las "utilidades" de 2012 fueron 300% superiores a las de 2011.
Por medio de los mecanismos expuestos, el auxilio financiero del BCRA al Tesoro ha crecido en forma exponencial. El deterioro vertiginoso de la entidad monetaria desembocará, más temprano que tarde, en una nueva pérdida patrimonial para los tenedores de moneda nacional y otros acreedores del BCRA.
Los pesos sobreabundan, las divisas se esfuman. El salvavidas monetario, sin embargo, no ha logrado saciar la voracidad fiscal. La inflación acelera y la actividad sólo crece en la ficción del relato oficial. En el origen de todo permanece, inalterado, el despilfarro fiscal. La vaca sagrada que ningún candidato se atreve a tocar.
Agustín Monteverde y Pablo Souto
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