El derrumbe del petróleo abre un ciclo vicioso para la economía
Con el crudo oscilando en torno a US$30 el barril y la gasolina por debajo de US$2 por galón en Estados Unidos, el placer de los precios más bajos del combustible se está tornando doloroso para la mayor economía del mundo.
El problema no son sólo los despidos y los recortes de inversión en la industria petrolera, dos efectos previsibles desde que el precio del crudo comenzó a deslizarse en 2014. Las preocupaciones sobre bancarrotas relacionadas con la energía y la morosidad también están ayudando a endurecer las condiciones financieras, lo cual pesa en una franja cada vez más amplia de la economía.
¿Puede EE.UU. tener demasiado de algo bueno? Pocos economistas esperan que la caída del crudo lleve a la economía a una recesión. Pero las crecientes dificultades generadas por ese derrumbe podrían volverse más difíciles de contener si los descensos del precio del petróleo son en realidad un síntoma de defectos más arraigados de la economía global, incluyendo la debilidad de la demanda y la sobreoferta de materias primas, capacidad productiva y mano de obra.
El petróleo barato refleja un fortalecimiento del dólar, que ya ha complicado las exportaciones estadounidenses. Y la confianza del consumidor podría salir lastimada si las pérdidas bursátiles del último año se consolidan.
Si bien el combustible barato beneficia a los consumidores, las fuerzas detrás de esa caída de precios podrían ser más corrosivas de lo que se pensó inicialmente. La baja del crudo durante el mes pasado "es menos una señal de que las cosas van a mejorar y más una señal de que las cosas están en peligro de volverse mucho peores", dice Stephen King, economista sénior de HSBC.
En general, los mercados consideran el alza de precios de la energía como un alza de impuestos y la baja como recortes de impuestos. De hecho, la gasolina barata ha sido una gran ayuda para las familias estadounidenses, que el año pasado ahorraron por este concepto unos US$140.000 millones, más o menos el doble que en 2014.
La caída del precio del combustible aportó alrededor de 0,5 puntos porcentuales al crecimiento del consumo el año pasado, según Jason Thomas, director de investigación de la firma de private equity Carlyle Group.
No obstante, el crecimiento global fue más débil de lo previsto, lo que sugiere altos niveles de deuda familiar y un alza de los costos de vivienda, salud y educación universitaria, que en conjunto hacen que los consumidores estadounidenses se abstengan de gastar más.
Algunos economistas dicen que no se justifica hablar de recesión. La economía estadounidense sigue creando empleos, las finanzas de los hogares están mejorando y el mercado inmobiliario se ha mantenido estable.
Una preocupación que persiste, sin embargo, es que la desaceleración industrial podría aumentar las cesaciones de pagos y, por lo tanto, restringir las condiciones financieras. El mercado de bonos de alto rendimiento es particularmente vulnerable porque las compañías de energía representan gran parte de su crecimiento desde la última recesión. En los cinco años hasta 2013, el valor nominal de los bonos de alto rendimiento en el sector energético creció 181%, frente a 69% para el resto del mercado, según Guggenheim Partners.
Algunos inversionistas también divisan riesgos subestimados en los mercados emergentes, donde la disminución de la demanda de petróleo pone de manifiesto fuerzas deflacionarias más amplias. Los precios del maíz y la soya han caído por debajo de su costo de producción, y los precios del acero se han reducido 30% interanual.
Al principio, muchos consideraban que estas tendencias eran transitorias, pero la debilidad de la demanda global aumenta el riesgo de que EE.UU. no pueda seguir escapándose de estas amenazas. El principal culpable es un exceso de oferta de mano de obra y capital en los mercados emergentes.
A pesar de que la economía de EE.UU. está mucho más centrada en los servicios que en la producción de bienes, también está más expuesta a la disminución de los precios de las materias primas, ya que "una gran cantidad de los servicios en nuestra economía se lleva a cabo en apoyo a los materiales producidos", dice Alpert.
Sin embargo, a otros les preocupa que los cambios en la economía mundial hayan reducido el aislamiento de EE.UU., lo que significa que los modelos de la Fed y otras entidades pueden exagerar los efectos de la actividad interna y evaluar inadecuadamente los efectos transfronterizos.
Desde que la recesión terminó en 2009, las exportaciones han contribuido 15% al crecimiento de EE.UU., comparado con un promedio de 9% en las siete expansiones económicas anteriores, según Ruchir Sharma, de Morgan Stanley. Mientras que el sector manufacturero representa una octava parte de la producción de EE.UU., la empresa promedio de S&P 500 obtiene más o menos un tercio de sus ingresos en el extranjero.
El exceso de oferta de China y otros mercados emergentes ha desafiado a los fabricantes nacionales durante años. Los productores no pueden permitirse el lujo de reducir su capacidad o creen que son el productor de menor costo que puede sobrevivir a la próxima sacudida.
La velocidad con la que los precios se han corregido (el petróleo cayó 75% en tan sólo 18 meses), ha exacerbado el golpe.
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