El debate sobre políticas activas es una discusión bizantina
Carlos Magariños, designado director general de la Onudi, será el primer argentino en presidir el organismo de las Naciones Unidas para el desarrollo industrial
El ex secretario de Industria será el primer argentino en presidir el organismo de las Naciones Unidas para el desarrollo industrial; dice que en la controversia que se está dando en la Argentina "algunos empresarios están reclamando que el Estado intervenga de alguna manera más menos explícita en su sistema de costos", aplicando protecciones o dando subsidios.
Con 35 años, Carlos Magariños, ex secretario de Industria y, por pocos días más, representante comercial argentino en Washington, acaba de ser designado director general de la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi), un organismo del sistema multilateral de la UN que, como él mismo reconoce, ha cumplido hasta ahora un rol bastante burocrático.
Volcado de lleno al debate sobre la necesidad o no de que el Estado encare políticas de promoción industrial, Magariños sostiene que "la discusión que se está dando en la Argentina sobre políticas activas, sí o no, es absolutamente bizantina", y dice que esa idea esconde, en realidad, el reclamo de "algunos empresarios industriales para que el Estado intervenga de alguna manera más o menos explícita en su sistema de costos". Con todo, asume que es un tema "en el que hay que ser absolutamente flexible y no dogmático"; que, en todo caso, el Estado debe participar en donde sea "socialmente relevante pagar el costo que implica aplicar un régimen de subsidios, estímulos o protección".
-Para el común de la gente, da la impresión de que esos organismos multilaterales son más bien burocráticos y sin mayor sentido...
-Esa es una percepción absolutamente cierta, a tal punto que la misma Onudi viene padeciendo una crisis enorme que, por ejemplo, llevó a los Estados Unidos a decidir su retiro de la organización. La decisión de la Argentina, en cambio, fue participar. Y pensamos que cuando cualquiera de estos organismos le exige a un país alcanzar determinados estándares de calidad, medio ambiente, higiene y seguridad industrial, tiene que darle un mecanismo para que pueda establecer un programa de trabajo que le permita alcanzar ese nivel en un tiempo determinado. Ypara eso, es importante que estas organizaciones dejen de ser instancias meramente burocráticas, aunque, hay que decirlo, en algunos casos prestan servicios utilísimos aun hoy.
-¿Qué tipo de servicios brinda la Onudi?
-Una combinación de servicios en los rubros transferencia de tecnología, promoción de inversiones, ayuda a la pequeña y mediana empresa, que va desde el análisis técnico de proyectos de inversión hasta el asesoramiento tecnológico para el uso de la energía, o servicios para el desarrollo de modelos de gestión en las Pyme. Obviamente, no hay ninguna organización que pueda prestar eficientemente todos esos servicios en 169 países, aun teniendo 50 oficinas distribuidas. Por eso nos planteamos concentrar y focalizar la organización en un número limitado de actividades: promoción de inversiones, transferencia de tecnología, ayuda a las Pyme y promoción de estándares, especialmente ambientales.
-Como secretario de Industria de este gobierno fue partícipe del debate sobre la necesidad o no de que el Estado hiciera política industrial activa. ¿Cómo es la discusión en el nivel mundial?
-Este es uno de los temas que creemos que hay que estimular más. Claramente lo que necesitan los países en desarrollo que son miembros de Onudi son soluciones concretas para problemas específicos. Yo no encuentro un alto grado de discusión acerca de si las políticas tienen que ser activas o pasivas. Lo que sí veo es una enorme vocación en ese sentido. Creo que la discusión que se está dando en la Argentina sobre políticas activas, sí o no, es absolutamente bizantina, que carece de contenido técnico. Es una discusión en la que algunos sectores empresariales industriales están reclamando que el Estado intervenga de alguna manera más o menos explícita en su sistema de costos. El problema se reduce a analizar dónde el Estado puede intervenir con eficiencia y dónde no. Nosotros tenemos muchos ejemplos donde hemos intervenido desde el Estado. Pero decir que la industria creció como resultado de la aplicación de esos regímenes determinados no es cierto. Lo que esos regímenes hacen es contribuir a que el proceso de desarrollo industrial, inducido por una buena organización económica general, se consolide y tome en cuenta las diferencias sectoriales y la capacidad de respuesta de las distintas regiones. En resumen, no se trata de discutir si el Estado tiene que participar más o menos, sino dónde es socialmente relevante pagar el costo que implica aplicar un régimen de subsidios, estímulos o protección. Pero es un tema en el que hay que ser absolutamente flexible, hay que tener la capacidad de escuchar y no ser dogmático.
-Pero no es indiferente la aplicación o no de una política específica...
-No, tampoco se habrían dado ciertos desarrollos sin los regímenes especiales. En algunos sectores fue necesario para orientar ciertos patrones. Pero para mí la preeminencia la tiene el sistema de organización económica.
-Más de un industrial le dirá que la Argentina está en un estadio en el que todavía le falta desarrollo...
-Seguramente, en muchos sectores sí, pero no en otros. Hay industrias que tienen un nivel de competitividad mundial.
-¿No cree que es un fenómeno muy focalizado en pocas industrias?
-Eso es producto de las estrategias competitivas que hayan ido aplicando las compañías al proceso de apertura de la economía y de desregulación de los mercados. Ytambién de las estrategias que aplicaban cuando la economía estaba cerrada. La forma en que respondieron las empresas a la apertura tiene mucho que ver con el modo como se organizaban cuando los mercados estaban cerrados, regulados, subsidiados o protegidos.
-¿Qué deben hacer las empresas para adaptarse?
-Soy un convencido de que eso no es una tarea que se haga detrás de un escritorio de un organismo público nacional o internacional. Sí se puede hacer desarrollando actividades que tiendan a la colaboración de los complejos gremiales empresariales entre sí. Esas entidades son las más apropiadas para desarrollar una red de información y soporte para las compañías. Y si uno compara las experiencias en distintos países, verá que los ejemplos más exitosos de desarrollo de pequeña y mediana empresa están en países de Europa, en Estados Unidos, donde hay entidades gremiales empresariales muy fuertes, financiadas por las cuotas de sus miembros Y el nivel de evasión de esas cuotas es muy bajo, porque el que paga recibe un servicio.
-¿Quiere decir que eso no pasa en las organizaciones empresariales argentinas?
-Desafortunadamente, no pasa. Yo lo intenté organizar cuando teníamos la subsecretaría de Pyme, y sé que Ana Kessler está tratando de organizarlo, aunque no es fácil. Pero una forma eficiente de hacerlo sería financiar a las entidades de Pyme para que desarrollen programas de asistencia a sus asociados. Porque eso evitaría que se sintieran obligados a hacer reclamos dogmáticos o de política general.
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Con un presupuesto bianual de 400 millones de dólares, la Organización de las Naciones Unidas para el Desarrollo Industrial (Onudi) es una de las agencias del sistema de la UN en la que están representados 169 países, de los cuales votan 53. Como candidato de la Argentina al cargo de director general, Carlos Magariños venció al canciller de Polonia por un margen de 18 votos, con el apoyo decisivo de Alemania, Japón, Francia, España e Italia, entre otros países.
Un dato que revela la crisis que vive este organismo es el reciente retiro de la representación de los Estados Unidos, que dejó de aportar fondos a su presupuesto.
-¿Cómo se decidió que la Argentina se postulara para la Onudi?
-La Argentina viene tomando parte en todas las actividades del sistema de Naciones Unidas que están en proceso de reformas. Tuvimos hasta ahora una participación muy activa en los temas de paz y seguridad y en los de ayuda humanitaria, por lo que vimos una oportunidad de contribuir a la transformación del sistema de ayuda al desarrollo industrial. Por mucho tiempo, la utilidad de esas entidades estuvo determinada por la discusión ideológica y política sobre cómo organizar la economía. Como producto de cierto consenso en algunos temas básicos, esas organizaciones empiezan a perder sentido como foro de discusión y se les exigen resultados concretos en el campo práctico. La decisión de participar en el proceso electoral de la Onudi fue en buena medida influida porque el embajador argentino ante ese organismo comenzó a recibir propuestas de varios países argumentando que nuestro país sería un buen candidato por su background de país en transformación.
-¿Cuáles son los ejes de su propuesta?
-No se tratará sólo de identificar oportunidades de inversión, por ejemplo, sino de contribuir a que las condiciones de inversión en esos países sean atractivas para los que tienen los flujos de fondos. Para eso vamos a tratar de profesionalizar aún más el cuerpo técnico de la organización y especializarnos en algunos rubros. También trataremos de aumentar la cooperación entre distintas agencias, como la Unctad, el Banco Mundial o el BID, apuntando a eliminar funciones superpuestas. El otro punto será definir de qué manera la organización está representada en el terreno práctico. Es importante que haya oficinas de Onudi en los países en los que está, siempre y cuando esas oficinas tengan capacidad de decisión y de resolver problemas concretos de ese país. Y en tercer lugar, nuestra propuesta es de qué modo podemos vincular la Onudi con el sector privado. No es muy posible cumplir con el rol de promoción de desarrollo y de inversión sin tener un fuerte vínculo entre empresarios e industriales de cada país y la organización. Y esto incluye la vinculación con la comunidad financiera internacional.
Marchas y contramarchas
- Carlos Magariños llegó a la Secretaría de Industria en 1991, cuando el titular del área era Juan Schiaretti, en el primer equipo de Domingo Cavallo en Economía. Como subsecretario tuvo que lidiar con varios casos de denuncias de dumping y competencia desleal, e intervino en la elaboración de los programas que partieron de esa dependencia. Ya como secretario, fue el factótum del régimen de especialización industrial (que permite importar productos con aranceles mínimos a cambio de aumentar las exportaciones de otro del mismo capítulo arancelario), y estableció líneas de crédito para Pyme con tasas de interés subsidiadas en cuatro puntos.
- Pero fue el régimen de la industria automotriz, inaugurado en 1991, el instrumento más importante de la política industrial de la administración Menem. Magariños recibió varias muestras de apoyo de parte de la mayoría de las terminales: al despedirse de la secretaría para hacerse cargo de la representación comercial argentina en Washington, Magariños fue despedido con honores por los principales popes de la industria. La misma expresión de afecto se repitió el miércoles último, con un cóctel que Adefa le ofreció en el Museo Renault, aprovechando la estada relámpago del funcionario en Buenos Aires.
- El plan canje, en cambio, fue una iniciativa propia de Magariños, en un intento por reanimar la deprimida demanda de automóviles durante el tequila, en 1995. Sin embargo, fue un fracaso y acaba de ser desactivado por el secretario Alieto Guadagni.
- Uno de los principales trabajos de la organización en la Argentina es precisamente la auditoría del régimen automotor, proceso en el que debe controlar el cumplimiento del sistema de compensación entre importaciones y exportaciones por parte de las terminales.
- La decisión de presentar un candidato propio para las elecciones en la Onudi cayó como anillo al dedo a Magariños. Haciendo honor al plan de ajuste en la estructura estatal, el Gobierno (por intermedio del Ministerio de Economía) ya tenía decidido unificar las representaciones comercial y financiera en EE.UU., eliminando esos cargos y colocando el área bajo la dependencia directa de la embajada en Washington. Magariños irá a la Onudi, y Joaquín Cottani, que ocupaba la representación financiera y era un sobreviviente de la era Cavallo (lo suele acompañar en sus gestiones cuando el ex ministro visita Washington), ya dejó su cargo a principios de mes. Estudia ofertas de varios bancos de inversión internacionales que quieren contarlo entre sus filas.