El cura argentino que evangeliza en Papúa Nueva Guinea con música y educación
No tenía "ni la menor idea" donde quedaba ese lugar en apariencia "paradisíaco", de escaso desarrollo y vecino de Indonesia. Para saber donde se encuentra Papúa Nueva Guinea, el padre Miguel de la Calle (39), porteño de Caballito, tuvo que buscar su localización en un mapa.
Como religioso había misionado en Grecia, Italia y Chipre. Formado en el Instituto del Verbo Encarnado de Mendoza, y posteriormente en Chile y en Estados Unidos, aceptó con entusiasmo el nuevo desafío. "La tarea principal es la evangelización", cuenta a LA NACION desde el pueblo de Vánimo en Papúa, adonde llegó en septiembre de 2015.
Ubicado al suroeste del pacífico y al norte de Australia, Papúa está entre los países con menor índice de desarrollo humano del planeta, conformado por 7 millones de habitantes que forman diferentes grupos étnicos y hablan más de 800 dialectos. "Hay muchísimo por hacer. En la mayor parte del país no hay agua potable, electricidad, ni gas natural, pero lo más necesario es el acceso a la salud y a la educación", afirma de la Calle. "Viven en una economía de subsistencia: pescan, cazan y cultivan, beben agua de río o de lluvia", agrega.
La misión en Vánimo
Pero de la Calle no estaba solo en su nuevo destino. Los padres Tomás Ravaioli (36) y Martín Prado (31), junto a las hermanas Cielos, Sponsa y Remedii -médica de Nueva Zelanda- lo esperaban para recorrer esos lugares apartados y exóticos donde a los pobladores les sobran necesidades. "La bendición más grande fue poder misionar en estas tierras, me quedaría hasta la muerte si fuera por mí", dice agradecido.
Los religiosos sostienen una parroquia cuya jurisdicción abarca 40 kilómetros cuadrados -llega hasta la frontera con Indonesia- y ofrecen asistencia espiritual a 5000 pobladores. Para acortar las distancias y poder difundir el mensaje, el padre Ravaioli tradujo los cuatro evangelios católicos al dialecto local, una obra inmensa.
Pero no solo se abocan a la "salvación del hombre", sino que están dedicados a la educación y actualmente dirigen dos escuelas primarias.También realizan campañas para juntar fondos y conseguir medicinas y, fundamentalmente, se enfocan en la cultura. "El cuerpo y el alma es lo más valioso que tenemos", indica de la Calle. Entre las tareas espirituales y de evangelización, bautizan, dan la primera comunión, confiesan, celebran matrimonios y misas.
Las cosas no son fáciles. "Cuando te metes en la selva todo se vuelve exótico, no hay rutas para vehículos, podes caminar horas o días para llegar a una aldea. Hasta hace poco se hablaba de canibalismo, pero gracias a Dios ya no, todavía hay mucho por hacer", explica. "Viven sin recursos, casi desnudos, sin educación y sin salud. Son muy tribales, integran clanes con mentalidad de mil años atrás, Además, son supersticiosos, creen en la brujería y en maleficios", describe.
Producto del déficit en cultura y educación, los aldeanos muestran cierto desprecio por mujeres y niños, incluso entre ellos mismos, con peleas a machetazos que muchas veces terminan mal. Es por ello que apuestan por la educación (tienen la ambición de sumar una escuela secundaria) y la cultura a partir de uno de los grandes desafíos que pusieron en marcha el año pasado.
Pacificar a través de la música
Los religiosos crearon una orquesta inspirados en el modelo venezolano, con la ayuda del Maestro de aquel país Jesús Briceño, en octubre del 2018, para que los niños aprendan a tocar violín y otros instrumentos y se "ganen" el respeto y la consideración de sus padres. La orquesta denominada "Reina del Paraíso" tomó su nombre de la Virgen de Luján de la que todos son devotos porque los primeros misioneros llevaron una réplica de la imagen original desde la Argentina dos décadas atrás. "Gracias a la música ahora las familias valoran más a los niños, que demuestran ser capaces de grandes cosas", explica de la Calle. Es la primera orquesta del país y, en un hecho sin precedentes, fueron recibidos por el Primer Ministro Peter O’Neill, en claro apoyo del Gobierno a la tarea misionera a través de la música.
"Conocemos el valor de la música porque alegra, transforma y pacifica. Queremos que se logre una cultura de paz, de unidad y de apoyo familiar", explica el religioso que proyecta conseguir nuevos instrumentos para los chicos como chelo, viola y contrabajo. Cuenta que en agradecimiento, los aldeanos les regalan algo de lo que pescan o cosechan, o el típico "bilum" un bolsito vistoso tejido por ellos mismos.
De la Calle es entusiasta y no se cansa de mencionar proyectos, como fundar el primer monasterio de monjes contemplativos o la escuela secundaria donde puedan realizar la enseñanza a través de talleres. "Sería un gran progreso, porque los jóvenes quedan en la calle luego de terminar la primaria, y terminan recurriendo a las drogas y alcohol", explica.
El padre Miguel estuvo de visita en el país el verano pasado y regresa cada dos años. Extraña a su familia, a los amigos, el modo de vivir y el "churrasco. Acá tenes que tener dientes de acero", exagera. "Dios quiera que la Argentina se levante, cada vez que voy a Luján pido prosperidad y fuerza para mi país", cierra ilusionado de la Calle.
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