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Mientras armaba rompecabezas en su Unión Soviética natal, Aleksei Pashiknov estaba, sin saberlo, sembrando el germen de una habilidad que años más tarde lo ayudaría a crear uno de los videojuegos más populares de la historia: el Tetris. Su invención se volvió adictiva, conquistó el mundo y generó millones, pero él no pudo disfrutar de sus regalías, porque el gobierno de su país se adueñó de la licencia, la comercializó y sacó rédito de ella. Muchos años después, podría recuperar algo, pero debería recorrer antes un largo camino.
Pashiknov nació el 14 de marzo de 1956, en Moscú, capital de Rusia y, en el momento en que comienza esta historia, centro neurálgico de la Unión Soviética. Hijo de obreros, este niño se crio en un hogar soviético típico. Desde muy chico se deslumbró con los juegos de ingenio y de encastre, del estilo de los rompecabezas. En una gris zona detrás de la cortina de hierro, él se pasaba horas y horas enfrascado en la tarea de encastrar sin descanso figuras multicolores.
En la década de los setenta, cuando debió encarar una carrera universitaria, se decidió por ingeniería informática, algo para lo que también había mostrado una enorme capacidad. Se recibió sin ningún problema y, como él mismo declaró mucho tiempo después, pronto se transformó en un “pirata informático de los de antes”.
Pero en poco tiempo su vida iba a empezar a cambiar. Fue contratado por el Centro de Computación de la Academia Soviética, para realizar tareas como programador informático e investigar en el campo de la aún poco conocida inteligencia artificial.
Fue allí cuando se sintió atraído por un juego clásico de juguetería: el pentaminós, que consta de 12 piezas de plástico, con las que se forman conjuntos de cinco cuadrados unidos por sus puntas. Estas formas compuestas por cinco cuadrados multicolores pueden a su vez encastrarse con otras y formar nuevas figuras.
Empezó a obsesionarse con una idea que rumiaba cada vez que iba y venía de su casa camino a la Academia: intentar traspasar a la primaria pantalla de su computadora el juego pentaminós, con sus cuadraditos mágicos. Las primeras muestras, que provocaron su entusiasmo, quedaban cortas, dado que al llenar la pantalla con las piezas que encajaban a la perfección el juego finalizaba muy rápidamente.
Por este motivo trabajó para mejorar este juego primario y no tardó mucho en encontrarle la vuelta y hacer que las piezas pudieran caer por la pantalla simulando la gravedad, bajo la manipulación del usuario, que las podría mover a su gusto por la superficie superior hasta que llegaran a encastrarse en la base, según su forma: había nacido así lo que hoy conocemos como Tetris, cuyo nombre deriva del prefijo numérico griego tetra y del tenis, el deporte favorito de Pázhitnov.
Como él mismo dijo tiempo después: “En treinta segundos estaba hecho el ajuste, y la memoria del ordenador con el que trabajaba no era mucha, el Tetris disponía de tan solo 27-K”. Pashiknov también señaló que el objetivo era “que cualquiera que tomara el juego no lo pudiese dejar, por lo que decidió ornamentar la pantalla y hacerlo así más atractivo.
Según contó el propio Pashiknov al diario británico The Guardian, él trabajaba con un Elektronika 60 (una imitación del miniordenador estadounidense PDP-11), con él juntaba todo tipo de puzles matemáticos y entretenimientos que le habían gustado durante toda la vida desde que era un niño. “El programa no era complicado. No tenía puntuación ni niveles. Pero empecé a jugar y no podía parar”, recordó en esa publicación.
En efecto, el juego se hizo adictivo y se convirtió quizá en el videojuego más jugado de la historia. Como se narra en el diario español El País, su fama no tardó en extenderse por Moscú. De ahí saltó a Budapest, donde se reprogramó para Apple II. “Estas versiones llegaron a oídos de Robert Stein, presidente de la compañía británica Andromeda. Este, sin contar con los derechos, se los revende a Mirrorsoft UK y a su afiliada Spectrum Holobyte. El 29 de enero de 1988 lanzan su versión para ordenadores, que no tardaría en ser la más popular en Inglaterra y EE UU. Su precio ascendía a 34,95 dólares para PC y 24 para Commodore 64″, se detalla.
Aquel chico al que le gustaban los rompecabezas se había convertido ahora en un éxito, tenía en sus manos la gallina de los huevos de oro y se disponía a embolsar millones. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con sus manos. Pero... siempre hay un “pincelazo” que lo arruina todo.
En una Unión Soviética que lo controlaba todo y que tenía los derechos de todo, Pajitnov no pudo embolsar los millones de dólares que Tetris generaba en el mundo entero. Los popes soviéticos enseguida crearon una empresa llamada Erlog con el propósito específico de gestionar la licencia del juego. Se dice que Pajitnov se perdió de percibir 40 millones de dólares, mientras que la empresa Erlog amasaba una fortuna y promocionaba a Tetris con el lema “De Rusia con amor”.
Pashiknov intentó recuperar algo fundando su propia empresa, pero los descalabros de la economía soviética lo llevaron a la quiebra. Debió esperar a la caída del muro de Berlín y a que pasara mucha agua bajo el puente, para que finalmente se le reconociera algo de lo que había perdido.
Finalmente, ya entrados los años noventa, logra hacer pie en Estados Unidos. En 1996, funda junto con otro socio Tetris Company, que tenía como actividad principal, seguir licenciando el juego a distintas plataformas. Su adictivo videojuego llegó así a estar disponible para los dispositivos móviles iOS y Android: de aquellos rompecabezas que armaba en el piso de su casa, pasó a los smartphones que hoy inundan el mundo entero.
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