El costo oculto de la fusiones
La literatura empresaria le atribuye una genial frase al creador de Microsoft. "Si no puedes con la competencia, cómprala", dijo Bill Gates. Por temor a que surgiera alguien que hiciera mejor las cosas que su compañía o para acelerar el crecimiento, lo cierto es que era un gran comprador.
La compra de empresas que hasta el día anterior competían es el inicio de uno de los procesos más traumáticos de la vida laboral. El desembarco de los compradores en los dominios de los comprados bien podría convertirse en un momento difícil de olvidar.
En general el batallón de desembarco tiene algún abogado, otro especialista en finanzas, y obviamente, el integrante de Recursos Humanos, verdadero cuco del grupo. "Ni me lo recuerde. Yo fui comprado varias veces y siempre perdí lugares. Pero aquí estoy, pese a una semana dura", dice sin ganas de jugarse demasiado el Gurú de la cortada de la calle Estomba.
Los comprados, que hasta el día anterior eran rivales de sus nuevos jefes, se desinflan. Por el contrario, los comprados, nuevos dueños de la billetera, parecen como si ganaran algunos centímetros, los suficientes como para caminar más erguidos que nunca.
El primer acto de la conquista es cuando llegan y piden una oficina como para empezar a actuar. Pobre desdichado aquel que le toca entregar sus metros cuadrados. Habrá perdido mucho más que eso. Otros, menos propicios a los desalojos, se instalan en alguna sala de directorio y allí deliberan horas.
Los conquistados tienen algunas certezas. Una de ellas es que en el corto plazo tendrán más jefes de los que tenían. Otra, que ciertos empleados que le respondían como fieras ya apuntan a concentrar la energía en lo que viene. Sin embargo, no pierden las esperanzas. Un estudio de la Escuela de Wharton de la Universidad de Pennsylvania estableció que entre 50% y 80% de las fusiones fracasan. Es allí donde los conquistados ponen sus rezos para volver por sus fueros. Los conquistadores también conocen estos números. Y saben que, muchas veces, estar encomendados a manejar estos procesos puede terminar también con su propia carrera en la organización.
En general, las fusiones conllevan despidos. Los comprados saben que tienen todas las fichas puestas, pese a las palabras de que no habrá cambios abruptos. La desconfianza entre unos y otros es la moneda corriente. Los compradores no creen en los buenos oficios de los comprados. Para ellos son tan malos que terminaron vendiendo. Del otro lado, la mirada es peor. Creen que si los compran, por algo será.
El conflicto latente lleva a otra consecuencia. Los buenos empleados de los comprados, que tienen posibilidad de salir al mercado laboral, se marchan y apenas se les escucha el silbido. La conquistadora pierde así, una parte del intangible que compró.
Y así seguirá la historia, tan deshumanizada como casi todas las conquistas.