El consejo de Anwar El Sadat a la oposición
Los legisladores de Juntos por el Cambio deben entender que la política es una actividad a tiempo completo; deben subordinar todo lo demás al desempeño del cargo para el que fueron electos
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El 4 de noviembre de 1979, el flamante gobierno revolucionario de Irán asaltó la Embajada de Estados Unidos ante dicho país, tomando como rehenes a 52 funcionarios.
A fines de abril de 1980, el presidente norteamericano James Earl Carter ordenó que fueran liberados por la fuerza, pero la expedición militar fracasó porque una tormenta de arena inutilizó los helicópteros utilizados en la misión.
Carter se convirtió en el hazmerreír del mundo: casi todos los analistas y dirigentes políticos optaron, en el mejor de los casos, por el silencio, aunque mayoritariamente eligieron la crítica despiadada.
Pero hubo una excepción: la de Anwar El Sadat, entonces presidente de Egipto, quien, utilizando una expresión americana, le aconsejó a su colega norteamericano “que lo intentara nuevamente”; ofreciéndole el territorio egipcio como base de la nueva intentona.
Los rehenes fueron liberados el 20 de enero de 1981, cuando la presidencia de Estados Unidos pasó de Carter a Ronald Reagan, pero esta parte de la historia no viene a cuento.
Esta cuestión es de gran actualidad en la Argentina. Tanto en septiembre como en noviembre pasados, las urnas se manifestaron de manera contundente; pero el comportamiento posterior de la oposición, mejor dicho, de Juntos por el Cambio, se hizo acreedor a fuertes epítetos.
Prefiero la postura de Sadat. Alguien, dentro de JxC, con experiencia práctica, tiene que juntar a los legisladores, particularmente a los recién llegados, para explicarles cómo funciona la política en la realidad. Que se trata de una actividad a tiempo completo, en el sentido de que deben subordinar todo lo demás al desempeño del cargo para el que fueron electos. Esta no es una cuestión de principios o doctrinaria, sino operativa.
Esteban Bullrich conmovió a casi todo el mundo con el discurso que pronunció cuando renunció a su banca de senador. Más que sus palabras, destaco el hecho de que, como en función de la paridad cada voto hoy resulta crucial, entendió que el suyo no podía depender de cómo iba a andar de salud cada día que sesionara la Cámara. Eso es pensar “en el país”, pero en serio.
No se trata de que renuncien los legisladores que metieron la pata (“quien esté libre de pecado que tire la primera piedra”), sino de que todos los integrantes de JxC entiendan los términos que hoy resultan imprescindibles para enfrentar al oficialismo, para lo cual fueron votados.
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