El cambio es posible si se sale de la zona de confort
Cuando trabajamos durante un cierto tiempo en el mismo puesto o el mismo tipo de trabajo empezamos a desarrollar lo que en psicodinámica del trabajo se llama estrategias de defensa. Estas estrategias nos permiten aguantar muchas de las dificultades con las que tenemos que lidiar en el trabajo. Sin embargo no dejan de ser a su vez una manera de dejar de pensar y dejar de pensarnos.
Este congelamiento del pensamiento no sólo lo construyo individualmente, sino que se construye junto a quienes comparten conmigo esas dificultades. Así vamos construyendo una mirada sobre el mundo, sobre los demás y sobre nosotros mismos que se encuentra cristalizada. Lo que se puede y no se puede hacer.
Quienes no compartan estas categorías o miradas sobre los problemas del trabajo corren el riesgo de quedar excluidos del colectivo. Quienes se sumen a equipos de trabajo ya constituidos deberán aprender estas miradas y aceptarlas si quieren que sus compañeros los acepten e integren al equipo de trabajo.
Esta mirada de nuestra realidad nos lleva muchas veces a determinados modos de sufrir en el trabajo que cada uno asocia al trabajar mismo. Este es mi trabajo y este trabajo implica pasarla mal de esta manera es una de las creencias subyacentes a muchos de nuestros discursos cuando hablamos del trabajo.
Esta creencia, cuanto más rígida se vuelve, menos habilita la posibilidad de cambio. Empezamos entonces a pensar que nos parece que si empezamos a flexibilizar nuestra mirada, esto sería peligroso porque nos enfrentaría con muchas de las situaciones difíciles con las que tenemos que lidiar. Esto es así, yo soy así; mis clientes son así; mi jefe es así; los dueños de esta empresa son así, o trabajar para el Estado es así. Y punto. "El mundo fue y será una porquería, ya lo sé." Sigo funcionando del mismo modo y sólo puedo ver aquello que mis experiencias previas me permiten ver. Como no hago nada diferente no puedo aprender nada nuevo.
Todos en el fondo pensamos que nuestra naturaleza es ser lo que ya somos. Sin duda, algo de lo que somos es el modo de vivir y sufrir que conseguimos construir con nuestras experiencias de vida. Pero si nos limitásemos a eso no habría evolución posible. Ni personal ni socialmente.
Sin duda, la posibilidad de introducir nuevos patrones comportamentales, cognitivos o emocionales se encuentra ligada a abrir la puerta a nuevas experiencias, y para que eso pueda darse es indispensable estar dispuesto a correr ciertos riesgos que no hayamos corrido hasta ahora. Y en eso, claro, hay algo forzado, Sin embargo, si no corriésemos ese riesgo estaríamos como hombres y mujeres condenados a una sola forma de ser en el mundo, un solo hábitat, un solo patrón condicionado, como el resto de los animales.
Si existe una naturaleza como hombres y mujeres que nos diferencia de las demás especies, es nuestra capacidad para soñar y proyectar e imaginarnos siendo quien queremos ser. Eso es posible justamente a partir de la posibilidad de hacer algo distinto a partir de nuestro sufrimiento y no asumirlo como inamovible.
Rainer Rilke decía: "Quien quiera que seas una noche da un paso y sal de tu casa que conoces tan bien. Fuera yace el espacio enorme. Esa es tu verdadera casa". Ojalá podamos hacernos cargo de nuestro poder para movilizar nuestro sufrimiento hacia destinos que sean aquellos que soñamos. Salir de las casas mentales que construimos con los años hacia nuevos e inciertos caminos es, después de todo, nuestra naturaleza, nuestra verdadera casa.
El autor es docente de la Facultad de Psicología de la UBA y de la UTN
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