En la década del 70 comienza una era de la economía mundial en la que el foco pasa de los átomos (la realidad) a los bits
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Si uno revisa las notas sobre innovación, cambio y futuro de lo que va del año, advierte que dos temas dominan la mayor parte de la agenda: la crisis climática y el boom de la denominada inteligencia artificial (IA) generativa, cuya cara más visible es el ya famoso ChatGPT, pero que ya hizo emerger centenares de aplicaciones distintas para programar, escribir y diseñar, entre otras cuestiones.
Y, si se cruzan ambas tendencias, hay un claro sesgo hacia los pronósticos distópicos: deambularemos como un ejército de zombis sin empleo (arrebatado por la IA) por las calles de ciudades con calor calcinante. Por eso no es casual que varias discusiones en redes sociales entre economistas, futurólogos y expertos de otras disciplinas se hayan concentrado en revivir algo así como una “batalla de las décadas”: cuál fue el mejor lapso de 10 años para vivir, crecer, o ser adolescente.
A continuación, un recorrido por algunas de las exploraciones más interesantes de este debate que busca determinar “cuándo se fue todo al demonio”, si es que eso sucedió y no es una percepción colectiva:
Bits y realidad
Empecemos por el punto de quiebre más antiguo (al menos en esta pequeña muestra): 1971. Hay un sitio de internet que se dedica a compilar series estadísticas que empiezan a despegarse de manera abrupta ese año. Se llama “WTF Happened In 1971″ (”Qué diablos pasó en 1971″). Los primeros gráficos son económicos: los salarios reales se estancan (a pesar del aumento de la productividad), la desigualdad empieza a aumentar, al igual que la inflación en alimentos y propiedades, hay cambios drásticos en el mercado laboral, comienzan las grandes crisis de moneda en todo el mundo y cientos de quiebres más.
La historia económica señala una fecha fatídica: el 15 de agosto de 1971, cuando Richard Nixon le da la espalda al patrón oro y a Bretton Woods, y se inicia una era de inestabilidad. Pero Elliot Hershberg, autor del newsletter “El Siglo de la Biología”, propone una hipótesis alternativa: en los 70 comienza una era en la economía mundial en la que el foco pasa de los átomos (la realidad) a los bits. Una idea en línea con lo que postuló durante mucho tiempo el economista tecnoescéptico Robert Gordon: todo muy lindo con internet, tenemos Twitter, pero ¿dónde está mi auto volador?
Hershberg es un biotecnólogo de Stanford, escritor e inversor, que sostiene que esta época binaria está llegando a su fin, con el aumento en la capitalización de compañías que tienen una pata en el mundo de los bits y otra en el de los átomos, como Tesla, Space X, Moderna y la lista sigue. Básicamente, toda la revolución de la biología sintética es un ejemplo de esta nueva etapa binaria.
¿La culpa es del teléfono?
Movámonos 40 años adelante, a 2010-2011, siempre dentro de la discusión de cuál fue la década mejor para vivir o crecer, y qué fue lo que lo arruinó todo. El economista Noah Smith publicó recientemente un largo ensayo con un título provocativo: “Honestamente, probablemente hayan sido los teléfonos celulares”. Smith parte de un fenómeno muy discutido en las últimas semanas: la caída abrupta de la felicidad o el bienestar emocional de los adolescentes en los últimos años, particularmente en los países medianos y altos.
Aquí los datos estadísticos son robustos. Un trabajo de los economistas Robert Rudolf y Dirk Bethmann, puso el foco en esta paradoja: un análisis de adolescentes de 72 países de desarrollo intermedio o alto concluyó que el incremento de la riqueza en esas naciones aumenta la felicidad de los padres (generación X), pero disminuye la de adolescentes y bajá más en la de mujeres de esa edad inclusive.
El economista Smith cita las investigaciones de la psicóloga Jean Twenge, quien asocia la explosión del uso del celular –a inicios de la década pasada– y la masificación de redes sociales a un aislamiento en términos de relaciones personales, que son las que tienen efectos positivos sobre el bienestar personal. “Sin celulares, estás fuera de Instagram la mayor parte del día; con el smartphone en tu bolsillo, la mirada juiciosa de tus pares está todo el tiempo presente”, resume Smith.
Adicionalmente, las redes sociales intensifican dos sesgos muy estudiados en economía del comportamiento. Uno es el de “negatividad” (los títulos catastróficos venden más que los optimistas) y el otro el de “disponibilidad”: con los celulares estamos las 24 horas del día expuestos a este tipo de formato en la mirada de la realidad.
Liberales versus progres
Otros dos ensayos muy difundidos ponen la lupa en una característica particular de las estadísticas de deterioro en el bienestar emocional de los (y sobre todo de las) adolescentes: el cuadro parece estar peor en aquellas familias progres, de centroizquierda o demócratas, según el país. Uno de los autores es Matt Yglesias, periodista que cubre economía y política. Yglesias remarca que la política progresista de la última década hizo suyo un tono de discurso catastrofista, que volvió a sus cultores menos felices. Coincide el psicólogo social Jonathan Haidt, quien también cree no es casual que los peores cuadros en términos de salud mental se den en jóvenes mujeres de familias no conservadoras.
¿Los 90 o los 2000?
Varios ensayos largos publicados en las últimas semanas postulan que los 90 o la década siguiente (según el autor) fueron la mejor década para ser adolescente. Uno muy divertido fue escrito por Freddie deBoer y lleva el título provocativo de “Es tan triste cuando la gente adulta romantiza sus viejos tiempos. También: los 90 fueron objetivamente la mejor época para estar vivo”. DeBoer menciona algo de los argumentos de Smith (no había celulares y uno podía pasar horas en una disquería) y también cierta inconsciencia frente al cambio climático (“la nafta era barata y no nos teníamos que sentir culpables por usarla”). La década siguiente también tiene adeptos: cambio de milenio, sensación de progreso, menos ansiedad y… ¡todavía sin celulares!
La otra campana
Quien se puso a debatir con la visión de Smith y de los demás expertos que culpan a los celulares y a las redes sociales fue la columnista del NYT Taylor Lorenz, especializada en cultura y tecnología. Lorenz enfatiza que entre el cambio climático, el aumento de la precariedad y de la desigualdad y, como frutilla del postre, la pandemia, los tiempos actuales son objetivamente peores para vivir que el contexto de 2010-2011. En un largo hilo de tuits, explicó: “La gente dice ‘oh, los chicos están deprimidos, deben ser sus celulares’. No mencionan el hecho de que vivimos en un infierno (…) donde hay desigualdad récord, cero derechos laborales o seguridad social, una pandemia que sigue su curso mientras el cambio climático nos cocina a fuego lento”.
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