El Calafate, un destino que funcionó a medida de los hoteles de los Kirchner
Fue un negocio redondo. Primero se promocionó un destino, se lo llenó de vuelos y luego sí, se contrataron decenas de miles de habitaciones para alojar la tripulación.
Vale un ejemplo de lo que sucedió en 2015, mientras era presidenta Cristina Kirchner . El Calafate es una villa turística, una atracción única en el mundo; Iguazú, también. A El Calafate, o desde allí, viajaron 616.000 pasajeros en el último año del anterior gobierno; en Iguazú , ese número fue de 581.332. Cada uno de los que subió a un avión para el destino del Sur recibió un subsidio por alrededor de US$13,50 por cada tramo que utilizó; el que fue a las Cataratas, US$1,60.
El Calafate se convirtió en 2015 en el destino turístico aéreo más subsidiado de la Argentina, al punto de que los desembolsos para soportar las pérdidas de la operación a ese paradisíaco lugar llegaron a ser casi más de nueve veces de lo que representa Puerto Iguazú. Durante ese tiempo, Aerolíneas Argentinas perdió 8,43 millones de dólares con sus vuelos a la villa santacruceña. Fueron 2147 frecuencias que tocaron El Calafate en algunos de sus puntos, mientras que Austral sumó otras 116.
La localidad santacruceña, cuna de las experiencias hoteleras de la familia Kirchner, tuvo un subsidio en cada uno de los vuelos que tocaron la pista de 3727 dólares, y cada pasajero recibió indirectamente 13,69 dólares por tramo. La cuenta es simple y surge de dividir el rojo de la operación por el total de pasajeros. Si se hace la misma operación para Iguazú, surge que se perdieron 287 dólares por vuelo y 1,6 por cada pasajero. En Bariloche, cada avión que aterrizó o despegó dejó una ganancia de 837 dólares, a razón de 3,79 por cada viajero.
Mientras los vuelos se sucedían, miles de tripulantes descansaban en los hoteles de los Kirchner. Según publicó LA NACION en febrero de 2016, el 1 de agosto de 2014 se renovó el contrato de alquiler de habitaciones en Alto Calafate que unía a los hoteles de los Kirchner con Aerolíneas Argentinas por 12 meses. Hasta julio de 2015 se contrataron 3168 habitaciones. A mediados de 2015 se renovó el acuerdo hasta 2016 y hasta que se terminó el gobierno de una de las dueñas del hotel, se contrataron 1830 habitaciones más.
Pero aquel emprendimiento que unió a los Kirchner con Lázaro Báez, era el administrador de los hoteles, se apagó de a poco. Cuando Aerolíneas pasó a ser manejada por Isela Costantini , que reemplazó al Mariano Recalde , se acotaron los vuelos. A mediados de 2016, la ruta había pasado de las pérdidas a las ganancias. Mientras en los primeros seis meses de 2015 Recalde envió 1025 frecuencias con Aerolíneas y 114 con Austral, Costantini despachó 883 vuelos por la línea de bandera y 15 (sólo en mayo) por la otra compañía. Sin embargo, los pasajeros pagos mejoraron. En 2015 los servicios que en algunos de los puntos tocaron El Calafate transportaron 283.000 viajeros contra 306.000 que lo hicieron entre enero y junio del año siguiente.
En mayo de 2016, Alto Calafate dejó de ser el hotel de las tripulaciones de Aerolíneas Argentinas y Austral. El hotel, proveedor durante el kirchnerismo, ofreció el mejor precio, pero no fue elegido. El dilema terminó con una decisión salomónica que tomó la compañía: la oferta más económica puede no ser la más conveniente.
El complejo hotelero de los Kirchner ofreció alojar a la tripulación por poco menos de 100 dólares por habitación, muy por debajo de los 133 que llegó a percibir en otras épocas de relación aceitada con los contratantes. Pero aún así perdió. Los ejecutivos de Aerolíneas Argentinas decidieron pagar un poco más y optaron por la segunda oferta. "Existen diversas causas penales en las que se investiga al hotel [Alto Calafate] y en las que la prensa ha involucrado al Grupo Aerolíneas asociándolo en algún modo a la comisión o participación en presuntas maniobras ilícitas", se leyó en el dictamen legal que desaconsejó la contratación. "La contratación podría traer aparejados problemas con la imagen de la empresa", finalizó.
Fueron decenas de miles de habitaciones alquiladas. Ahora será la Justicia quien revisará aquella particular contratación en la que jamás se habló de conflicto de intereses.
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