El banco central de Suiza pasa de ser el más conservador al más osado
ZÚRICH—Suiza, un país que durante décadas ha sido el emblema de la seguridad en las finanzas, se ha embarcado en una estrategia de alto riesgo para proteger una economía dependiente de las exportaciones. En lugar de apostar la casa, está apostando literalmente el banco en una batalla por contener los precios de los productos que el país vende al resto del mundo.
El banco central suizo está imprimiendo y vendiendo la cantidad de francos suizos que estima necesarios para impedir que la moneda se aprecie frente al euro, apostando un monto que casi equivale a la producción nacional total de la economía. De paso, la entidad echó por la borda su tradicional cautela para asumir uno de los mayores riesgos del mundo.
La virtud de Suiza es también la raíz del problema. La confianza en la solidez de la economía y la moneda del país ha hecho que los inversionistas se desprendan de sus euros y compren francos suizos, lo que encarece el valor de la moneda local y de las exportaciones del país. En los últimos tres años, el Banco Nacional Suizo ha impreso francos para comprar euros y otras divisas y su portafolio de activos foráneos se ha multiplicado por cuatro respecto al nivel de comienzos de 2010.
Casi todos los bancos centrales de los países industrializados están comprando activos no tradicionales con el fin de resucitar sus economías después de la peor recesión global de los últimos 75 años. La Reserva Federal de Estados Unidos está comprando valores hipotecarios, el Banco Central Europeo está otorgando préstamos a los bancos con plazos inusualmente largos mientras que el Banco de Japón está invirtiendo en fondos especializados en bienes raíces.
Todos ellos corren el riesgo de perder dinero, pero el caso suizo sobresale tanto por su naturaleza como por su escala. El Banco Nacional Suizo está comprando activos de otros países y los valores en su cartera de monedas, bonos, acciones y oro suman unos 500.000 millones de francos suizos, US$541.000 millones, cerca del Producto Interno Bruto del país. En cambio, la compra de bonos e hipotecas por parte de la Fed representa alrededor de 20% del PIB de EE.UU. y la cartera del BCE se ubica en torno al 30% del PIB de la zona euro.
El banco central suizo se fijó en septiembre de 2011 la meta de impedir que la cotización del franco suizo superara 1,20 unidades por euro, un umbral que el presidente del organismo, Thomas Jordan, prometió defender "con la más firme determinación".
Hasta el momento, la estrategia parece estar funcionando. El franco no ha cruzado la barrera de 1,20 por euro en los últimos 16 meses. La economía suiza se está expandiendo, aunque a un ritmo moderado, mientras que la zona euro se está contrayendo. La inflación casi no existe, aunque el alza en los precios de los bienes raíces ha generado preocupación. Las exportaciones están creciendo pese a la recesión de la zona euro.
De todos modos, el banco central suizo está muy expuesto a las fluctuaciones del tipo de cambio debido a su gigantesca cartera de euros y otras divisas extranjeras. La Fed, en cambio, imprime dólares y compra activos denominados en la moneda estadounidense, por lo que es inmune a estos riesgos. El Banco Nacional Suizo no puede seguir el mismo ejemplo porque no existe la cantidad suficiente de bonos soberanos suizos o activos denominados en francos para comprar.
El banco central suizo gana dinero con cada alza en el valor del euro y pierde con cada depreciación. Si el euro ascendiera a 1,30, el BNS registraría una ganancia. Pero si el euro cayera 10%, debido a un deterioro en la deuda soberana de la zona euro o una crisis bancaria, se dilapidaría buena parte del capital del banco central. "El BNS está actuando casi como un fondo de cobertura apalancado", escribió Bruce Kasting, un ex operador de divisas en su blog. "Está haciendo apuestas cambiarias con el dinero de las personas. Está incurriendo en riesgos muy grandes".
Jordan, el presidente del BNS, reconoció los riesgos pero insistió en que no hay alternativa. "No se puede descartar que suframos una pérdida, pero el riesgo de quedarnos de brazos cruzados era mayor", sostuvo en una entrevista. "El franco se había fortalecido a tal extremo que podríamos haber caído en una espiral deflacionista".
Una lógica similar podría incentivar a otros países a mantener bajas las cotizaciones de sus monedas para estimular las exportaciones, lo que abre las puertas de una guerra de divisas. El nuevo primer ministro de Japón ha prometido una estrategia parecida. Mervyn King, el gobernador del Banco de Inglaterra, advirtió recientemente que otros países podrían caer en lo mismo.
Semillas de inflación
El BNS también tiene sus detractores. "Nuestro banco ha asumido el mayor riesgo de todos puesto que mientras otros han invertido en bonos soberanos en sus propias monedas, nuestro banco ha optado por activos extranjeros", aseveró Hans Kaufmann, portavoz económico del Partido Popular Suizo, de tendencia conservadora.
Los críticos aseveran que al imprimir tantos francos el BNS podría estar plantando las semillas de la inflación. Por ahora, eso parece una posibilidad remota y el país experimenta una caída de los precios y los salarios.
No es la única crítica. Al ligar sus políticas a la moneda y economía de Europa, la entidad podría despertar oposición política que amenace su independencia. "De facto, Suiza ahora es parte de la zona euro, algo que siempre calificó como perjudicial", manifestó Charles Wyplosz, profesor de Economía del Instituto de Postgrado de Ginebra.
La estrategia del BNS se remonta a la crisis financiera de hace cuatro años. Para restaurar la salud de las economías afectadas lo primero que hicieron los principales bancos centrales del mundo fue reducir a mínimos históricos las tasas de interés de corto plazo. La medida ayudó a impedir un descalabro, pero las mayores economías del mundo siguen siendo frágiles y los bancos centrales se han visto en la obligación de hacer más.
Debido a su reputación estelar, el franco atrajo como un imán a los inversionistas que salían corriendo despavoridos del euro, elevando su cotización a niveles que podrían desarticular el modelo exportador suizo.
Aunque el país es más conocido por sus chocolates, bancos y relojes, las empresas especializadas de tamaño medio forman la espina dorsal del sector manufacturero que constituye una quinta parte del PIB. Las exportaciones equivalen a la mitad del PIB y la zona euro es, con holgura, su principal destino.
"La situación era extremadamente grave para los exportadores" en 2011, puntualizó Conrad Sonderegger, director de ventas de Kistler Instrumente AG, una empresa familiar que fabrica sensores de alta tecnología para las industrias automotriz y de plásticos.
A diferencia de las grandes empresas privadas, el BNS no puede cubrir sus riesgos cambiarios. Ha tratado de diversificar su cartera para reducir su exposición al euro, que ahora representa 12% de sus reservas en moneda extranjera, una proporción inusual para un banco central. Ha vendido euros para comprar dólares estadounidenses, libras esterlinas, dólares australianos, wons coreanos y otras monedas. A fines de septiembre, las últimas cifras disponibles, 48% de su cartera estaba en euros, un descenso frente al 60% de mediados de año, 28% estaba en dólares y 24% en otras divisas.