El azar y la psicología en la economía y la política
La suerte es protagonista en muchas historias cuyos senderos, como en el cuento de Borges, se bifurcan
"En todas las ficciones, cada vez que un hombre se enfrenta con diversas alternativas, opta por una y elimina las otras; en la del casi inextricable Ts'ui Pên, opta por todas. Crea, así, diversos porvenires, diversos tiempos, que también proliferan y se bifurcan."
Jorge Luis Borges, "El jardín de los senderos que se bifurcan"
En una de las bifurcaciones de los laberintos de Borges, el Chelo Brosutti acierta el pelotazo y Alejandro Fantino es un exitoso hombre de campo que dilapida pequeñas fortunas sojeras comprando cosechadoras made in San Vicente, o comiendo asados con amigos al pie de un árbol que no es siempre el mismo, en alguna ignota chacra a la vera de la Carretera General Martín Miguel de Güemes, más conocida como ruta 34.
En una vida paralela, Brosutti le erra aquella tarde de enero en las playas de Necochea, al metro ochenta de Alejandro Fantino. Le erra al brazo extendido y le erra también a la paleta. Cuentan los que vieron la escena que el movimiento del rubio de pelo largo fue torpe y que la volada más bien pareció un resbalón en la bañadera. Será por eso que le costó disculparse con la pobre piba que venía caminando por la orilla y sufrió las consecuencias de la pifia. O será porque Julieta estaba buena. O por ambas cosas. No eran épocas de celulares con cámara; nunca se sabrá.
Como quiera que haya sido hay pocas dudas de lo que ocurrió después. Fantino hizo lo que cualquier flaco de 19 años hace por calentura; se fue atrás de la morocha a pasar el mes de marzo a Buenos Aires. Pibe del interior, carismático, fachón, se hizo amigo de los amigos y acabó jugando al tenis con el mismísimo sobrino de Anselmo Marini, por entonces jefe de locutores de Radio Mitre. Aunque la pinta le sobraba y no lo necesitaba, Alejandro ya era un animal suelto y jugaba los sábados a la noche a levantarse minas relatándoles los goles de Boca. Y ganaba.
Ese año Hector Caldiero, el legendario relator de "tu boca, mi boca tu boquita", rescindió el contrato con la emisora y Marini que había escuchado las anécdotas de Fantino pensó lo implausible: ¿y si el pibe probaba relatar en serio? El Pibe probó, gustó y no paró hasta gritar un gol de Atahualpa Yupanqui, con centro de Jorge Cafrune, en pleno festival de Cosquín, en Córdoba.
Me tranquilizaría pensar que esas vidas alternativas existen en algún lugar, o en algún tiempo, porque sería un modo de humanizar el azar, de hacerlo menos determinante, más intrascendente. Pero dudo profundamente que así sea. La realidad es que vivimos vidas que se bifurcan permanentemente, no ya por las elecciones que premiarían a los que tomen las mejores decisiones, sino por obra y gracia de la suerte que termina imponiendo una sola de todas las posibles historias.
Algunos, como Alejandro, son conscientes de lo importante que fue la suerte para ellos, y tiene la grandeza de reconocerlo públicamente, pero la gran mayoría muchas veces no nos damos cuenta del papel preponderante que juega el azar. Cuando las cosas salen bien con ayuda de la casualidad, el costo de ignorarla es la soberbia, que no enorgullece pero tampoco mata.
En cambio, cuando enfrentamos las rachas negativas de mala suerte, el riesgo es que creamos que estamos haciendo algo mal; lo que yo denomino el "efecto Gaudio" en referencia al extraordinario ganador de Roland Garros, que contrastaba su enorme talento en la cancha, con una incapacidad de igual tamaño para entender y procesar las consecuencias negativas del azar. No se bancaba que no le salieran las cosas, siendo que eso es algo que le pasa a todo gran jugador en cualquier deporte.
Michael Jordan dijo una vez: "He fallado más de 9000 tiros en mi carrera. He perdido casi 300 partidos. Unas 26 veces han confiado en mí para lanzar el tiro ganador y lo he fallado. He fallado una y otra y otra vez en mi vida. Y es por eso por lo que tengo éxito".
CasualMente es un apasionante viaje a las neurociencias del azar, que nos enseña a pensar estratégicamente y a tomar mejores decisiones en un mundo incierto donde los resultados muchas veces dependen de la suerte.
El autor es economista; escribió el libro CasualMente
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