El arduo recorrido de un banco de inversión tras los ataques
"No quiero que la gente olvide esa fecha, puesto que perdí a mi hijo", dice John Duffy. "Pero no todos la recuerdan".
Diez años después del 11 de septiembre de 2001, el banco de inversión Keefe, Bruyette & Woods Inc., cuyas oficinas estaban en el Word Trade Center, se ha labrado un nicho en Wall Street especializado en bancos y servicios financieros. Bajo la batuta de Duffy, su presidente ejecutivo, la compañía ha crecido a pesar de la crisis financiera. El año pasado, la matriz KBW Inc. registró ingresos de US$425 millones, casi el triple de su máxima facturación anterior a 2001. Ha añadido alrededor de 260 empleados en Nueva York y otros 440 en todo el mundo.
Pero el camino no ha sido fácil. Los recuerdos dolorosos perduran y hay momentos incómodos. Los operadores y analistas más nuevos evitan referirse al 11 de Septiembre, preocupados por no reavivar la tragedia.
"Es delicado", reconoce Linda Orlando, ex empleada de J.P. Morgan Chase & Co. que fue contratada en septiembre de 2002 para dirigir el departamento de tecnología de KBW. "Al ser alguien que llegó después del 11 de Septiembre, uno no tiene esa relación con la gente que estaba ahí", afirma. Orlando les pregunta a los empleados potenciales si comprenden "la mentalidad" que se necesita para trabajar allí.
Incluso en 2011, KBW sigue siendo definida por los atentados del 11 de Septiembre. Ese día, la firma ocupaba los pisos 88 y 89 de la torre sur del World Trade Center.
Duffy, entonces copresidente ejecutivo, conducía desde su casa en el suburbio de Westchester cuando oyó en la radio que un avión se había estrellado contra el World Trade Center.
Poco más de una hora después, ambas torres se habían derrumbado. Duffy se dio cuenta de que muchos de sus colegas probablemente habían muerto.
Decenas de empleados de KBW escaparon después de que el primer avión se estrelló contra la torre norte, pero muchos se habían quedado en sus escritorios para prepararse para el día de negociación después de que funcionarios del edificio les dijeron que no se movieran.
Más de un tercio de los 171 empleados de la firma en Nueva York murieron. Entre ellos estaban el presidente de KBW y copresidente ejecutivo junto con Duffy, Joseph Berry, y el hijo de Duffy, Christopher, de 23 años, quien había empezado dos meses antes como operador adjunto. "Es lo peor que le puede ocurrir a un padre", dice Duffy.
Las oficinas de KBW habían desaparecido, junto con buena parte de sus registros y de sus empleados clave, desde el presidente hasta los analistas estrella y la mayoría de sus corredores. "Existía la firme posibilidad de que la firma cerrara sus puertas", dijo el cofundador Gene Bruyette, quien se retiró en 1991 pero aún asiste a los servicios anuales conmemorativos del 11 de Septiembre.
Después de volver a trabajar el 23 de septiembre, Duffy convocó a los principales empleados y accionistas a un restaurante de Stamford, Connecticut, un conveniente punto intermedio entre las oficinas de Nueva York y Hartford. El principal asunto en la agenda era si seguirían como compañía independiente.
Antes de los ataques terroristas, la firma, fundada en 1962 con ocho trabajadores y US$50.000 en capital, había considerado una fusión con el banco francés BNP. Duffy sentía que concentrarse en un sector—los servicios financieros— y tener pocos negocios fuera de EE.UU. comenzaban a parecer desventajas para una firma pequeña como KBW.
La reciente anulación de las leyes bancarias de la era de la Depresión había atizado la competencia por parte de bancos comerciales, que podían usar sus mayores recursos financieros para sacar del negocio a empresas pequeñas como KBW.
A comienzos de septiembre de 2001, los ejecutivos de KBW creían que estaban a semanas de sellar un acuerdo con BNP. Los posibles compradores habían alcanzado
un pacto preliminar sobre el precio y preparaban contratos para Duffy y empleados clave. El 10 de septiembre, un ejecutivo de BNP había pasado el día en las oficinas recién remodeladas de KBW en el World Trade Center.
Después del atentado, todo se sentía distinto. Duffy dijo que la oferta de BNP seguía sobre la mesa, a un precio reducido. Luego preguntó si la reconstrucción de KBW sería más fácil con una nueva compañía matriz o sin ella. "Queremos hacer esto por nuestra cuenta", respondió un ejecutivo. "Es la mejor manera de recordar a quienes fallecieron".
Se decidió tratar de reconstruir KBW y convertirla en una versión más grande de lo que era. Pusieron manos a la obra. "Ninguno de nosotros quería que el 11 de Septiembre fuera el último día en la historia de la firma", dijo Duffy. "No queríamos que ganaran los malos".
Una preocupación inicial fue encontrar una nueva sede. Al igual que otras firmas que perdieron empleados en el World Trade Center, KBW no quería estar cerca del sitio.
A finales de 2001, se trasladó al cuarto piso de un edificio en el centro de Manhattan, irónicamente el mismo que alojaba a BNP.
Semanas después, se colgó un enorme cuadro de una bandera estadounidense pintada por la esposa de uno de sus empleados sobrevivientes. Las 67 víctimas de KBW en el World Trade Center están mencionadas en tipografía roja y blanca para formar las 13 franjas de la bandera.
Cinco años después de los atentados terroristas, en medio de un auge de los mercados, la empresa recaudó US$160 millones en una salida a bolsa.
Sin embargo, los desafíos persisten. Las dificultades por las que atraviesa el mercado de acciones financieras, desencadenado por el colapso de 2008, amenaza la industria en la que KBW se especializa. La empresa despidió a alrededor de 7% de su personal en 2009 y evalúa un nuevo recorte que podría ser anunciado en octubre.
"Nos defendemos lo mejor que podemos, pero el pastel se ha achicado y las cosas se han complicado", sostiene Duffy, ahora de 62 años. Pero es difícil realizar despidos. "Somos más sensibles respecto del tema y entendemos el impacto de perder al sostén de una familia", agrega.
Casi tres cuartas partes de los 104 sobrevivientes siguen en la empresa, demasiado en una industria donde la gente suele abandonar el barco para aumentar sus ingresos.
KBW también mantiene un fondo que creó para ayudar a las familias de las víctimas del ataque y sigue pagando los planes de salud de los hijos y cónyuges de las cerca de dos docenas de fallecidos, y planea continuar con ese apoyo por al menos dos años más.
Muchos de los veteranos dicen que los recuerdos de sus colegas son parte de sus vidas.
El mes pasado, Duffy y dos colegas viajaron para convencer a un banco de Ohio a usar los servicios de KBW en una operación para levantar capital. Uno de los banqueros de inversión que lo acompañaron era Joseph Berry Jr., el hijo del fallecido copresidente ejecutivo de la firma.
Berry, de 37 años, dice que los atentados no son parte del negocio cotidiano de la compañía. La hija de una víctima del 11 de Septiembre de otra empresa financiera
se incorporó recientemente a KBW sin que el tema surgiera siquiera en las entrevistas. "Hay un lugar y un momento adecuados para recordar", asevera Berry.
El domingo próximo, Berry será uno de los que leerán los nombres de las víctimas en la ceremonia para conmemorar los 10 años de los atentados contra el World Trade Center.
Más tarde, y de manera más discreta, el personal de KBW volverán a leer los nombres de sus 67 colegas en un lugar tranquilo del zoológico del Central Park de Nueva York.
El zoológico era una de las instituciones de beneficencia predilectas del cofundador de la empresa, Harry Keefe. Parecía un lugar apropiado, dicen los ejecutivos, para recordar a los amigos caídos y a sus familias en un entorno más sereno. Duffy señala que la celebración se seguirá realizando todos los años hasta que sus colegas y sus familias dejen de acudir.