El acuerdo UE-Mercosur revive una vieja discusión: viables vs. inviables
El acuerdo con la Unión Europea enfrenta a los empresarios, que le piden al Estado equiparar las condiciones bajando impuestos
Hace tiempo que los empresarios textiles, el sector menos valorado por la ortodoxia económica, repiten algo difícil de probar: no es que no puedan competir con sus pares asiáticos por improductivos; lo harían sin problemas si no fuera el Estado el que, con su asfixiante carga tributaria, los vuelve ineficientes.
Es una discusión interminable que reverdeció el viernes, con el anuncio del acuerdo entre la Unión Europea y el Mercosur. El mundo de los negocios había hecho silencio hasta que, el domingo, Gustavo Grobocopatel, uno de los líderes del sector más competitivo, soltó un comentario provocador. "Hay sectores que van a reaccionar rápidamente; otros, lentamente, y otros que no van a reaccionar. Hay que permitir que haya sectores que desaparezcan, pero el principal problema que tenemos por delante es hacer que haya muchos nuevos que aparezcan. Tiene que haber más nuevos que aparezcan que viejos que desaparezcan", dijo al programa Dato sobre dato, que se emite por radio Milenium.
El primero que reaccionó fue un sindicalista, Hugo Yasky. Lo hizo en Twitter con una recomendación literaria: "Lo que el energúmeno Grobocopatel está diciendo es: ?Si los tamberos argentinos no son competitivos contra los europeos hipersubsidiados deberían desaparecer. Lo mandaría a leer Las venas abiertas de América latina, pero qué se puede esperar de un burro más que una patada". Y ayer alzó la voz Javier Madanes Quintanilla, dueño de Fate-Aluar, que juzgó como "sumamente desubicado" el comentario del empresario del agro. "El acuerdo es una declaración política, estamos muy lejos de discutir lo gordo -dijo a la nacion-. Primero hay que cumplir requisitos. Estamos cometiendo un error gigantesco si no lo consideramos. Discutir acuerdos exige simetrías con otros países, cuando no las tenemos, sino todo lo contrario: tenemos un gasto público desproporcionado en términos de producto, una carga tributaria desaforada como consecuencia de eso, que además provoca una bajísima motivación para invertir, y finalmente, formación de la gente muy mediocre. La posibilidad de generar nuevos empleos de alto valor es muy limitada. Hagamos eso y vamos a competir".
Es indudable que el acuerdo perjudicará a sectores y, al mismo tiempo, creará oportunidades. En el Gobierno lo ven como un buen modo de revertir una tendencia declinante que puso a la Argentina muy por debajo de otros países en exportaciones. Este año, si todo sale como esperan, el país le venderá al mundo unos 75.000 millones de dólares, bastante menos que los más de 90.000 millones de Chile y lejísimos de los 250.000 millones de España y los 220.000 millones de México.
Por eso es natural que haya también sectores celebrando.
Se percibió ayer en el Hotel Alvear, durante un almuerzo de la Cámara Española de Comercio de la Argentina que tuvo como invitada a Rebeca Grynspan, secretaria general Iberoamericana y exvicepresidenta de Costa Rica; a la vicepresidenta Gabriela Michetti, y al ministro que empezará a negociar el acuerdo, Dante Sica. Pero los elogios se oyeron con advertencias al Gobierno. "El comercio necesita reconvertirse, pero también que bajen la carga tributaria y el gasto público -dijo al salir Jorge Di Fiori, presidente de la Cámara Argentina de Comercio-. Y no solo el Estado nacional, sino los provinciales y los municipales. Un senador no puede necesitar 35 asesores. Hay 2,5 millones de personas que subsidiamos".
Los argumentos de ambos lados acompañarán una negociación que llevará años y que, hasta ahora, tuvo para el Gobierno solo impacto electoral. "Es una foto fantástica para octubre, pero lo va a tener que tratar la próxima administración, sea la que fuere", admitió un funcionario de la Cancillería.
Es cierto que la recesión complica porque, como la oscuridad, impide distinguir viables de inviables. El economista Bernardo Kosacoff, profesor de la Universidad Di Tella, cree que esa clasificación peca a veces de injusta. "La industria argentina es mejor de lo que dicen los libertarios", afirmó ayer en el Alvear. Lo sostiene incluso de los textiles, de quienes destaca la calidad del diseño: "Zara vino a la Argentina hace muchos años a buscar un público sofisticado que le sirviera de umbral de calidad para el mundo".
¿Cuántos sectores no competitivos dejarían de serlo con un Estado más liviano? Difícil saberlo sin un ajuste. ¿Y cómo lo haría un gobierno con un tercio de la población por debajo de la línea de pobreza y casi la mitad de los jóvenes sin terminar la secundaria? He ahí la trampa argentina.
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