El acuerdo con el FMI quedó en manos de Dios
Cerca de Alberto Fernández esperan que las gestiones ante el gobierno de Estados Unidos del embajador en Washington, Jorge Argüello, y del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, surtan efecto; un exfuncionario del Fondo pronostica que la Argentina no pagará su deuda con el organismo
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“Estamos en el momento más tenso de la negociación con el Fondo Monetario Internacional (FMI), pero con semejante lío que hay en la región, los Estados Unidos no nos van a dejar caer”, asegura una figura clave del gabinete de Alberto Fernández. Ninguno de los miembros del equipo económico se anima a ensayar un escenario de ruptura con el FMI. Casi como un mantra, en privado repiten, para quien quiera oírlos, que el objetivo es llegar a un entendimiento con el organismo de crédito para antes de marzo.
Menos creyentes que el jefe de Gabinete, Juan Manzur, quien se encomendó a Dios, cerca de Fernández esperan que las gestiones del embajador en Washington, Jorge Argüello, y del secretario de Asuntos Estratégicos, Gustavo Béliz, surtan efecto sobre el ala política del gobierno de los Estados Unidos. Las cosas en el Tesoro norteamericano no están fáciles, todo lo contrario. Quedó más que claro en las reuniones que el equipo económico tuvo con representantes del Tesoro en el marco de la asamblea anual del FMI, en Washington, a mediados de mes.
Una dureza similar se percibe en la línea técnica del FMI. Ya sin los pruritos del cargo, con una sorpresiva franqueza, lo puso en palabras ayer en una conferencia por Zoom, Alejandro Werner, que fue hasta agosto pasado director del Departamento del Hemisferio Occidental del FMI y uno de los hombres clave del acuerdo que se firmó en el macrismo. “La Argentina no va a pagarle al FMI –disparó ante la mirada atenta de economistas como Pablo Guidotti o Joaquim Levy, ex ministro de Finanzas de Brasil–. La Argentina no va a hacer buenas macro ni micro políticas institucionales –dijo en referencia a lo que espera que suceda en 2022–. Con un programa con el FMI, probablemente pasen una revisión en los primeros cuatro meses, y eso es todo. Luego va a volver a incurrir en atrasos o cuasi atrasos, [un acuerdo con el FMI ] no va a ser un buen instrumento para aplicar buenas políticas ni va a cambiar nada. Para mí estamos sobreestimando el programa con el FMI. Como mucho, será una curita temporaria para contener expectativas y demorar la corrida bancaria durante cuatro meses, pero después no va a funcionar. Porque si mirás a esta gente, qué se puede esperar de este gobierno”, subrayó en el encuentro organizado por el Official Monetary and Financial Institutions Forum.
La estrategia de Alberto Fernandez pasa, no obstante, por conseguir ahora que desde el Departamento de Estado, con una visión menos económica y más geopolítica de la región, influyan sobre el Tesoro para pavimentar el terreno hacia un acuerdo. A esto apunta Fernández también sumándose a la agenda medioambiental que impulsa el presidente de los EE.UU., Joe Biden. “Hoy la agenda del Departamento de Estado hacia la región es mucho más propositiva. Aunque la Argentina casi no figura entre sus prioridades, sino que la agenda la dominan Brasil, Ecuador, Colombia, y Uruguay, como el país de América latina que mejor representa el sentimiento norteamericano”, explica un hombre de contacto fluido con Washington. “Pero no quieren problemas con la Argentina tampoco”. También en el Gobierno esperan cosechar algún apoyo entre los accionistas del FMI que participan de la Cumbre del G20, en Roma, a la cual viajaron prácticamente todos los hombres de confianza que tiene Alberto Fernández dentro del gabinete. La agenda de Fernández comienza mañana, pero el primer acercamiento le corresponde a Guzmán, que se reunirá hoy con el ministro de Finanzas de Francia, Bruno Le Maire, y con el ministro de Economía de Alemania –y posible reemplazante de Angela Merkel– Olaf Scholz.
Más allá de la retórica kirchnerista, que en las últimas semanas hizo del lema “Primero se crece, después se paga”, una de sus banderas de campaña, en el equipo económico aseguran que una vez transcurridas las elecciones de medio término, se acelerarán las negociaciones con el Fondo. Incluso se ilusionan con la posibilidad de que, después de la reunión de directorio del organismo que conduce Kristalina Georgieva, prevista en principio para diciembre, viaje una nueva misión del Fondo al país.
Está claro que en el relato del equipo económico hay un condimento cada vez mayor de expresión de deseo. Por lo pronto, porque ninguna de las figuras que acompaña a Fernández en las negociaciones termina de tener en claro qué pedirá la vicepresidenta Cristina Kirchner después de las elecciones del 14 de noviembre. Ni tampoco cuánto estará dispuesta a ceder para sellar un acuerdo con el organismo multilateral. Incluso Martín Guzmán, el único de todos los miembros del equipo que cada martes se reúne en la Casa Rosada para discutir temas económicos, y que dice tener diálogo con la vicepresidenta, sabe a ciencia cierta cuáles son sus planes.
Un hombre de trato frecuente con el núcleo duro del kirchnerismo da cuenta –no sin preocupación– de las disquisiciones que surgen en el entorno de Cristina Kirchner: “Hay una corriente dentro del kirchnerismo que dice: si pos acuerdo con el FMI se abre un horizonte favorable, acordemos; pero si no, siempre nos queda el argumento del endeudamiento que nos dejó Mauricio Macri”. El resultado del 14 puede terminar volcando la balanza para un lado u otro. Si el objetivo es sólo procurar contener al núcleo duro de votantes, probablemente gane la segunda opción.
El ingreso de Roberto Feletti al Gobierno como secretario de Comercio, pero con la potencia verbal de un ministro, va en esa misma dirección. Él mismo, antes de conocerse el resultado de las PASO, cuando oficiaba de secretario administrativo del Senado de la Provincia de Buenos Aires, y tenía un bajísimo perfil, se mostraba crítico del rumbo económico que había tomado la administración de Fernández, pero reconocía que sus propuestas económicas podían ser algo “radicales” hasta para Cristina Kirchner.
Muchos recuerdan que la vicepresidenta no dudó en aplicar dosis de pragmatismo cuando lo necesitó, después de perder en 2013 las elecciones de medio término con Sergio Massa. Primero pagó US$506 millones a cinco empresas que habían ganado juicios en contra del país en el Ciadi, el tribunal arbitral del Banco Mundial, y meses después, en 2014, devaluó un 30% la moneda –con Axel Kicillof de ministro–, acordó pagarle US$5000 millones a Repsol por la expropiación de YPF, firmó un acuerdo para cancelar la deuda de US$9700 millones con el Club de París, y hasta anunció un aumento de tarifas de servicios públicos del orden del 700% en tres etapas.
El camino hacia 2023
Cerca del presidente Alberto Fernández reconocen que la economía –y el dólar– difícilmente resistan dos años si no hay acuerdo con el FMI. Un programa con el Fondo no va a garantizar una reversión de las expectativas económicas, pero al menos allana el camino para llegar a 2023. Sin un acuerdo parece difícil que cualquier país, ya sea Portugal, España o México, con quienes la Argentina estuvo conversando, den en préstamo la cuota extra de DEG –como se conoce la moneda del FMI– que recibieron este año, como parte de la ampliación de capital que hizo el Fondo. Mucho menos que le toque a la Argentina algo en la repartija de DEG que podría hacerse entre las naciones de ingresos medios y bajos, vía el Fondo Fiduciario para la Resiliencia y la Sostenibilidad administrado por el FMI.
También podría complicarse aún más el plan financiero de Guzmán para lo que resta del año. Ya de por sí, asumiendo que se renueva el 100% de la deuda que vence, cerca del ministro estiman que el BCRA deberá igual transferirle al Tesoro al menos otros $750.000 millones para financiar los déficit de noviembre y diciembre. Una bomba de pesos en los dos últimos meses del año, considerando que en lo que va de 2021, según datos del BCRA, se emitieron ya $790.311 millones para financiar al Tesoro.
Pesos que, asimismo, seguirán abultando el stock de letras (Leliq) y de pases del BCRA, que hoy suman $4,4 billones, y le representaron en lo que va de 2021 la emisión de $1,03 billón de intereses. En el directorio del BCRA, sin embargo, no tienen planes por ahora de subir las tasas de interés de sus pasivos, a contramano de lo que sucede en la región, donde la mayoría de los bancos centrales –el último caso fue Brasil– iniciaron un marcado proceso de suba de tasas de interés. Economistas como el expresidente del BCRA, Federico Sturzenegger, creen que mantener una tasa real negativa –la tasa de referencia es del 38% cuando la inflación corre a más del 50% anual– es una de las claves para que la llamada “bola de Leliqs” sea más bien “un helado de Leliqs” –como las denominó en una entrevista a Bloomberg– que se derrite todos los días en términos reales.ß
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