Los largos viajes con su padre por el oeste de los Estados Unidos marcaron para siempre a Jackson Pollock, porque en ellos pudo tomar contacto con la cultura y el arte de los nativos del lugar, algo que años después lo inspiraría a la hora de volcarse a la pintura abstracta. Décadas después, creó una nueva técnica, se convirtió en uno de los más grandes pintores del siglo XX y alcanzó el sitial de leyenda, pero luego perdió el control de su vida y tuvo un final abrupto.
Paul Jackson Pollock, tal su nombre completo, nació el 28 de enero de 1912, en Cody, Wyoming, noroeste de los Estados Unidos. Era el menor de cinco hermanos y su padre, que trabajaba como agrimensor entre Arizona y California, lo llevaba con él durante sus relevamientos.
Nunca fue una persona fácil. En 1928 fue expulsado de la escuela preparatoria. No solo eso. Mientras vivió en Los Ángeles, se inscribió en la Preparatoria de Artes Manuales de esa ciudad, pero también de ahí fue expulsado.
En 1930, se mudó a Nueva York, y empezó a estudiar en la Art Studens League, donde se convirtió en discípulo de Thomas Harts Benton. Comenzó su carrera con obras figurativas, pero ya hacia 1938 empezó a interesarse por la pintura abstracta e irracional, para lo que buscó inspiración, como se dijo, en el mundo de los indios americanos que había conocido en los viajes con su padre.
Según cuenta Javier Villa, historiador del arte y curador del Museo de Arte Moderno de Buenos Aires, Pollock también pudo haber tenido cierta influencia de la corriente surrealista. "Hay que pensar que muchos artistas surrealistas se fueron de Europa escapando de la Segunda Guerra Mundial y buscaron refugio en Estados Unidos y México. Con algunos de ellos él tuvo relación", comenta el especialista.
A principios de los 40, la gran mecenas y coleccionista de arte Peggy Guggenheim le preguntó al genial pintor Piet Mondrian qué le parecía el cuadro de un desconocido Jackson Pollock. Mondrian le respondió: "Tengo el sentimiento de que esta puede ser la pintura más impresionante que haya visto en mucho tiempo".
Finalmente, Peggy contrató a Pollock para pintar la obra Mural, que colocaría en la entrada de su nueva mansión. Después de ver ese trabajo terminado, el crítico de arte Clement Greenberg escribió que cuando lo vio pensó que eso sí era un arte extraordinario y confesó que en ese momento supo que Pollock era el pintor más grande que había producido su país.
Sin embargo, Pollock seguía dándose la cabeza contra la pared y gritando: "¡Maldito Picasso!". Esas dos palabras no eran un insulto, sino un símbolo de su admiración: él no entendía cómo había hecho el genio español para crear algo nuevo en la pintura, una cosa que a él se le hacía imposible porque parecía estar ya todo inventado.
Pero se empecinó tanto que en 1947 lo logró: convirtió su granero en un estudio y en ese espacio inventó la peculiar técnica del dripping o "goteado" (en español), que rompió con todo lo preestablecido. ¿En qué consistía eso? En lugar de usar caballete y pinceles, colocaba en el suelo el lienzo y sobre él vertía o dejaba gotear la pintura, que manipulaba después con palos y otras herramientas. Incluso, a veces le daba una gran consistencia mediante la adición de arena o fragmentos de vidrio.
Para cuando alumbró esta técnica, hacía ya unos años que el artista formaba parte del llamado action painting. "Desarrollado por Pollock a principios de los años 40 del siglo XX, el action painting se sustentaba en la acción: en el tacto, el movimiento, la velocidad y el ritmo. Consistía en colocar en el suelo un lienzo de grandes proporciones –sin utilizar dibujos ni bocetos–, en torno al que se desplazaba el pintor", se explica en el diario mexicano La Jornada.
Otra técnica que marcaría su trabajo artístico fue el all-over, que consiste en no dejar espacio alguno sin cubrir. Debido a su revolucionaria manera de pintar, Pollock fue portada de la revista Time, publicación que lo apodó Jack the Dripper (Jack el Goteador), en un juego de palabras que alude a Jack el Destripador.
El propio Pollock explicó su forma de pintar, reconociendo influencias indias: "Mi pintura no procede del caballete. En su lugar, prefiero colocarla directamente en la pared o en el suelo. Necesito la resistencia de una superficie dura. En el suelo me siento más cómodo, más cercano a la pintura y con mayor capacidad para participar en ella, ya que puedo caminar alrededor de la tela y trabajar desde cualquiera de sus cuatro lados, e introducirme –literalmente– en el cuadro. Se trata de un método similar al de los pintores de arena de los pueblos indios del oeste...".
Adriana Rosenberg, directora de la Fundación Proa, dice que también hay una gran influencia del muralismo mexicano en el arte de Pollock. "Cuando él ve lo que es el arte latinoamericano y se relaciona con el muralista mexicano David Alfaro Siqueiros, cambia su punto de vista sobre la pintura, en relación a la monumentalidad y al tratamiento de cómo se desarrolla. De hecho, pasó por el taller de Siqueiros y fue su discípulo en 1936, en Nueva York", relata.
Un día un crítico le preguntó: "¿Por qué no aparece en sus obras la naturaleza?". Pollock le respondió: "Yo soy la naturaleza". Es que él entendía al pintor como un canal por el que la naturaleza se expandía hacia la tela. En 1949, la revista Life se preguntó: "¿Es Pollock el pintor vivo más grande de los Estados Unidos?".
Para tener una dimensión de su figura, hay que entender que el expresionismo abstracto –del que él fue precursor– fue el primer movimiento pictórico original de Estados Unidos, en un momento en el que el centro del mundo del arte pasó de París a Nueva York, coincidiendo con la victoria estadounidense en la Segunda Guerra Mundial.
Rosenberg dice que Pollock es considerado el precursor de un gran momento, como fue el del expresionismo abstracto en los Estados Unidos, algo que le da mucha identidad a lo que es el arte norteamericano.
Villa, por su parte, afirma que hay que tener en cuenta que Estados Unidos no tenía una producción fuerte de vanguardia en la primera mitad del siglo XX, entonces, empuja al expresionismo abstracto. "Y en el centro de ese movimiento estaba Jackson Pollock, que se vuelve fundamental para un país que quería posicionarse como el nuevo eje del arte internacional", señala el experto.
A los 40 años, aquel chico díscolo al que expulsaban de las academias, se había convertido en la mayor celebridad artística de los Estados Unidos y era una auténtica leyenda viviente, que había logrado dejar su sello personal en la historia del arte. Estaba en su mejor momento. Tocando el Cielo con las manos. Pero... siempre hay un "pincelazo" que lo arruina todo.
En la noche del sábado 11 de agosto de 1956, subió a su auto convertible con dos mujeres (Ruth Kligman, artista y amante de Pollock, y Edith Metzger). Estaba muy borracho y, pese a las advertencias de sus acompañantes, empezó a acelerar cada vez más, hasta que perdió el control, se salió de la ruta y se estrelló contra unos árboles: murió así, a los 44 años, el hombre que revolucionó el lenguaje artístico del siglo XX.
En ese accidente, en el que muchos vieron un suicidio, murió también Metzger (Kligman resultó ilesa). Lee Krasner, la viuda de Pollock (estaban separados, pero no se habían divorciado), se encargó de que el legado artístico del genio siguiera vigente. De la misma forma en que lo había impulsado y apoyado en su carrera mientras estaba vivo, mantuvo encendida su llama una vez muerto.
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