Educar es invertir en lo que tiene mejor rendimiento
Los países con más robots por trabajador son Corea, Singapur, Alemania y Japón; sin embargo, contra lo que podríamos intuir, en todos estos lugares el desempleo es muy bajo (las tasas van del 2% al 4%).
¿Cuál es la receta mágica? Sin duda hay múltiples factores. Pero uno prevalece: la educación.
Es imposible predecir exactamente los conocimientos necesarios para el trabajo de los próximos 20 años. Sin embargo, existen elementos en la educación que resultarán indispensables. Y son justamente aquellos no vinculados a la tecnología. Nuestro ecosistema tecnológico y empresarial se revoluciona cada año, y, en forma contra intuitiva, las habilidades que nos permiten navegar este agitado océano son las más básicas. A continuación, una breve descripción.
- El pensamiento crítico: cuestionar las verdades establecidas y proponer ideas superadoras. El futuro precisa gente con ideas que incomoden.
- La lectura y la escritura: entender y proponer ideas complejas, construir sobre el conocimiento de generaciones anteriores.
- La lógica y la matemática aplicada: salir de fórmulas y reglas, y acceder a modelos que representen la realidad.
- El trabajo grupal: lograr que los individuos puedan experimentar distintos roles y construir habilidades empáticas.
- La oratoria y el debate: olvidadas en nuestro sistema educativo, son en realidad indispensables para trabajar en cualquier organización. Todos conocemos personas con ideas brillantes incapaces de comunicarlas.
- El trabajo por proyectos: promover esta modalidad, como vehículo para incorporar los conceptos de cultura general y científica.
Una persona que nace hoy tiene una esperanza de vida de casi 100 años y se estima que tendrá lucidez para trabajar hasta los 85 o 90 años. Es decir, casi 70 años de su vida productiva deberá sobrevivir en un mundo donde las profesiones mutan constantemente.
Esto requerirá también de maestros convertidos en agentes de cambio, que ayuden a navegar por aguas turbulentas y que puedan convertir la amenaza en una oportunidad de superación permanente.
Sin embargo, el sistema arrastra y convive con otras dificultades: pese al esfuerzo de la comunidad y a contar con un presupuesto razonable, la mitad de los chicos no logran terminar el secundario y muchos otros ni siquiera están insertos en el sistema educativo, o llegan al colegio con otras necesidades más básicas aún insatisfechas.
En el mundo globalizado, donde el intercambio es imparable y constante, invertir en el talento es una cuestión de supervivencia como sociedad. El conocimiento en sí mismo es valioso y genera también un valor económico.
No solo se trata de ilustrar a nuestros futuros navegantes, sino de ocuparnos de lo fundamental: darles habilidades y herramientas para que ellos mismos tracen el rumbo en un mar incierto. Creo que en este punto estamos de acuerdo, solo nos resta consensuar cómo hacerlo.
Presidente de Accenture Argentina, Chile y Colombia