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No hay respiro para el ánimo de los inversores y el mundo económico en la Argentina. Cada vez que aparecen algunas señales alentadoras, el baldazo de agua helada llega para arruinar las ilusiones.
Cuando todo indica que se acerca un acuerdo con los acreedores para evitar el default; cuando se parece aplacado el intento de expropiar Vicentin;cuando Alberto Fernández parecía dar algunas señales de querer girar al centro político y buscar acuerdos con empresarios y la oposición resulta que reaparece el gremio de Camioneros con vía libre oficial para extorsionar empresas y trabajadores a través del ejercicio de la violencia, en tanto se anuncia la intención de estatizar Edesur como plan piloto que podría incluir otras prestadoras de servicios que no aguanten el congelamiento de tarifas.
El caso Edesur merece particular atención. La embestida estatizadora reaparece una vez más con el sello del Instituto Patria, impulsada por dos soldados de Cristina, el gobernador Axel Kicillof y la intendenta de Quilmes, Mayra Mendoza, integrante de la mesa chica de Máximo Kirchner.
El caso, de avanzar, promete un conflicto diplomático con Italia y la Unión Europea, dado que Edesur es de una empresa del estado italiano, que no acepta los cargos que invocan los intendentes y el gobernador; además, afirma que ha cumplido todas las leyes y regulaciones y no está dispuesta a retirarse ni a perder los más de 80 años que tiene aun de concesión. Siendo que es un grupo que viene resistiendo desde las privatizaciones de los 90 a la fecha; resto para aguantar parece que tiene.
No está claro si el plan con Edesur efectivamente va a avanzar. Necesita también el aval del gobierno de la ciudad de Buenos Aires, que sin duda se va a oponer. Tampoco se sabe si el plan de La Cámpora es quitarle la concesión para que ingrese otra empresa o grupo privado a prestar el servicio, o directamente se está pensando en una empresa estatal para la distribución de electricidad. Se asegura que también Edelap está en la mira.
En el caso de Edenor, ya el gobierno de Néstor Kirchner echó de mal modo a los franceses de Electricité de France, los beneficiarios originales de la privatización de Segba para la zona norte de Capital y GBA. Pero finalmente Kirchner no la estatizó. Edenor siguió en manos privadas y con management privado. Se acordó en medio de fuertes disputas con los franceses que se fueran y vendieran al empresario Marcelo Mindlin.
La presencia tan fuerte de lo que hoy representan Cristina y Hugo Moyano se interpreta como factores de poder fuertísimos que claramente le impiden al Presidente promover un camino de medidas políticas y económicas para recomponer la confianza. Las embestidas estatizadoras, el marcado de cancha permanente al Jefe de Estado por parte de la propia Cristina y los sectores de izquierda de la coalición, y la violencia sindical que se le permite ejercer al moyanismo no solo generan alarma en el empresariado. También en los sectores moderados del peronismo y la dirigencia sindical.
Hoy Cristina y el líder camionero han retomado el diálogo personal. Coinciden en sus intereses y le reclaman al Presidente lo mismo: que sea menos neutral en la Justicia y trabaje más activamente para liberarlos de las causas penales comprometedoras.
Tanta cercanía preocupa en todos lados. No es casual que hoy la CGT de los gordos (sin Moyano ni Sergio Palazzo ni Hugo Yasky) coincida con los empresarios más poderosos de la argentina nucleados en AEA. Tienen las mismas inquietudes. Hasta dónde influye Cristina, cuál es el plan del Presidente si es que lo tiene, y si efectivamente se avanza en una salida de la crisis promoviendo el capitalismo y la actividad privada, o favoreciendo cada vez más el avance del Estado, los planes asistenciales y la economía planificada.
En medio de tensiones internas en el oficialismo, cuando son cuestionados por derecha y por izquierda prácticamente todos los integrantes del gabinete, uno de los pocos que sigue ratificado y con doble conforme es el ministro de Economía, Martín Guzmán. Los mercados creen que ya es tan menor la diferencia en plata entre lo que ofrece la Argentina y los que piden los acreedores, que sería absurdo no lograr un acuerdo por la deuda que evite el default en las próximas semanas.
Guzmán fue además bendecido en público por Cristina, que celebró lo correcto que el ministro repite el relato del Instituto Patria: la deuda es toda responsabilidad de Mauricio Macri, que dejó al país en default, los acreedores fueron irresponsables y el país no puede pagar a costa del ajuste interno. Sobre lo que pasó con el descalabro fiscal antes de que llegara Macri, naturalmente el ministro no dice una palabra.
Como tampoco el presidente Fernández explica que efectivamente en la Argentina nunca funcionan los planes económicos, pero porque no se cumplen. Porque sistemáticamente se gasta más de lo que se recauda. Porque se gobierna con irresponsabilidad, se aprueban gastos y subsidios a toda demagogia para ganar las elecciones, se incurre en tremendos desequilibrios que luego hay que resolver con endeudamiento, o con explosiones inflacionarias, o con ambas cosas.
Ratificado Guzmán como el ministro de Economía para después de evitar el default, viene racionalidad económica con el FMI y un programa monetario y fiscal equilibrado o viene más estatismo inflacionario con cepo, controles, estatizaciones, más impuestos y más radicalización. El mensaje de Guzmán y las condecoraciones que recibe de Cristina no alientan las mejores expectativas.
Si todo lo que tiene para anunciar el Gobierno como plan de salida son promesas de obra pública y expansión estatal de la economía según las regiones del país, parecería que suena todo a cantos de sirena casi ridículos con un Estado que está fundido y sin plata, que ni siquiera puede imprimir a tiempo los cientos de miles de billetes que la inflación y la tozudez imponen.
Se pierde el tiempo con definiciones y proyectos, cuando ni siquiera la Argentina está en condiciones de salir de las cuarentenas por la precariedad de su situación social y sanitaria. La agenda real de la economía sigue siendo el IFE, los ATP para las empresas, contener los precios y la suba del dólar como respuesta a los controles cada vez más absurdos e inútiles en el mercado de cambios.
Los efectos del encierro siguen para la economía, pese a que hay más gente circulando. Todo el sector público sigue cerrado, no hay libre circulación ni en autos ni en transporte público, no hay libertad para abrir comercios e industrias.
Para agravar las expectativas económicas, reaparecen las presiones para volver a cerrar actividades por el aumento de los contagios y los muertos. Un aislamiento que ya a esta altura no se puede sostener y se ha verificado incluso como ineficaz para evitar los contagios, dado que después de casi 5 meses la cuarentena está completamente saturada.
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