Las inversiones privadas en el sector espacial pasaron de US$300 millones en 2012 a US$12.500 millones el año pasado, según McKinsey
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Una de las últimas convocatorias de la NASA no involucró físicos, ni astrónomos, ni ingenieros para mejorar las naves espaciales, ni biotecnólogos para deducir cómo alimentar astronautas en misiones de dos años de duración (lo que se necesita para ir y volver de Marte). Para el despegue de la nave Europa Clipper, en principio programado para el 10 de octubre, que tendrá como objetivo explorar la luna helada de Júpiter Europa y determinar si hay condiciones para el desarrollo de vida, la NASA abrió por primera vez el juego a 50 “creadores de contenidos” e influencers que tendrán acceso al detrás de escena del Kennedy Space Center, podrán hablar con los responsables de la misión y publicar en redes acerca de este acontecimiento.
Es un hecho inédito y muestra la necesitad de la industria aeroespacial por mantener el interés público sobre esta agenda que depende de aprobaciones de presupuestos gigantescos todos los años para seguir su curso. En un encuentro cercano del tercer tipo, la “economía espacial” se conecta con la “economía de la atención”.
El esfuerzo no se acota a la NASA: Elon Musk y Jeff Bezos (dueños de Space X y Blue Origin, respectivamente) también redoblaron en 2024 sus intentos por tomar el liderazgo en la agenda espacial ante la opinión pública. Bezos, el fundador de Amazon, dio una larga entrevista días atrás a uno de los principales streamers de este tema, Tim Dodd, de Everyday Astronaut.
Y en una dinámica en la cual son muy comunes las postergaciones (eso viene sucediendo con la misión tripulada Artemis a la Luna, la primera con astronautas desde el programa Apolo a principios de los 70, que ahora se pasó para 2025 y es probable que se vuelva a reagendar), Musk anunció hace dos semanas que Space X aprovechará la “ventana de proximidad” que se genera cada cuatro años para enviar su Starship a Marte (sin pasajeros) en 2026. “Si todo sale bien, los primeros vuelos con astronautas saldrán en 2030″, aseguró el empresario. Será cuando se vuelva a concretar una ventana de máxima proximidad con el planeta rojo.
“Space X ya había dado novedades a principios de septiembre con la primera caminata espacial en un vuelo comercial a la órbita terrestre; y con la decisión de la NASA de reemplazar a Boeing por la empresa de Elon Musk para rescatar a los dos astronautas que no pudieron regresar desde la estación espacial”, cuenta a LA NACION el economista Paulo Pascuini, investigador del IIEP, profesor de la UBA y experto en temas espaciales. Pascuini y Andrés López publicaron este año un trabajo para el BID titulado “El sector espacial como impulsor de la I+D y el desarrollo empresarial: una revisión de instrumentos de política”.
“Hoy estamos hablando de un sector que es mucho más resiliente que en el pasado, justamente por la decisión de la NASA y de otras agencias gubernamentales de abrir el juego a operadores y startups privadas que le están dando mucho más dinamismo a la carrera espacial, inclusive con aportantes de peso de América Latina y de la Argentina en particular”, agrega Pascuini.
Inversiones privadas
De acuerdo a un informe reciente de McKinsey sobre la economía espacial, las inversiones privadas en este sector pasaron de US$300 millones en 2012 a US$12.500 millones el año pasado.
En varias áreas se están reportando avances muy veloces, inclusive con la “exponencialidad” de la Ley de Moore. Un artículo de septiembre en Nature, firmado por Imre Bartos y Szabolcs Marka, explica cómo el costo de detectar agujeros negros viene disminuyendo al ritmo de la Ley de Moore, planteada inicialmente como predicción para el crecimiento de la capacidad computacional. Entre 2015 y 2035 este costo se estima que bajará a dos mis dólares desde los dos millones que salió detectar el primero hace ya nueve años.
Pero la historia de 2024 que sin dudas más atrajo la atención de los expertos en management y gestión es la que mencionaba Pascuini de la decisión de la NASA de cambiar a Space X por Boeing para el rescate de los dos astronautas varados en el espacio. Analistas como Azeem Azhar, de Exponential View, lo ven como un símbolo muy potente de la decadencia de la corporación americana tradicional (Boeing) y el reemplazo por una mentalidad emprendedora mucho más eficiente e integrada verticalmente (Space X). “Jaqueada por una burocracia grande, Boeing llevó hasta un extremo absurdo su política de tercerizar su investigación y desarrollo en todo el mundo”, asegura Azhar. Por contraste, Space X logró, desde su fundación en 2002, bajar los costos de un despegue un 90%.
El economista danés Bent Flyvbjerg, una de las mayores autoridades académicas globales en “grandes proyectos” (tiene analizados en profundidad más de 16.000), escribió el año pasado un libro en el que pone la lupa en esta estrategia de verticalización de Musk. Si tiene que elegir una lección de su libro para lograr éxito en los grandes proyectos es la de la “modularidad”, cuya estructura icónica es la de las piezas de Lego. Estas miniaturas permiten construir juguetes ultrasofisticados usando los mismos ladrillos, que se pueden fabricar a gran escala. “La producción a medida está bien para un traje italiano, pero no para una planta nuclear o para la carrera espacial”, sostiene le autor.
El economista experto en megaproyectos cree que Musk entendió como nadie las ventajas de la “modularidad”, y eso lo lleva a ser ultra-eficiente con Space X. Starship, la nave más potente y pesada jamás construida, puede trasportar al espacio entre cinco y 20 veces más toneladas de peso que los cohetes anteriores y es un vehículo “reutilizable”, que busca amortizar su costo en varias misiones. El proyecto tiene entusiasmada a la comunidad global de astrofísicos. Si esta dinámica funciona, podría adelantarse en una década el envío de una nueva generación de observatorios espaciales que estaba prevista para la década de 2040 o 2050.
Un ensayo reciente del analista financiero Marko Jukic utiliza el caso Boeing para poner el dedo en la llaga de otro factor que se sindica como uno de los principales culpables de la decadencia de muchas grandes empresas americanas: la llegada a puestos de CEO de MBA y financieros que privilegian los beneficios para los accionistas sobre una creación de valor, que supuestamente estaba en el mindset histórico anterior dominado por CEO ingenieros.
En la historia de los errores cometidos por Boeing aparecen consecuencias económicas (la compañía perdió un tercio de su valor en Bolsa desde 2021), pero también en accidentes trágicos de aviones, que le costaron a la empresa cientos de millones de dólares en juicios perdidos por malos manejos y controles deficientes. Una crisis que ni decenas de creadores de contenidos o influencers podrían ayudar a mitigar.