Economía: la consagración del "es lo que hay" y la ilusión del "será mejor"
Hay dos opciones en materia económica después del paso el presidente Alberto Fernándezpor el Congreso: o la Argentina está en el umbral de conseguir una innovación que podría ser digna de un Premio Nobel, o las cosas seguirán como hasta ahora, con la impronta de los tres primeros gobiernos kirchneristas.
De entrada, se puede adelantar la respuesta para que el lector continúe en la nota con una certeza: a decir del Presidente lo que hoy existe es lo que vendrá. Apenas ilusionarse con alguna mejoría que el destino disponga, según sus dichos; y lo nuevo tendrá que esperar otro momento. Dicho de otra forma: es lo que hay y solo resta confiar que será mejor.
En varios tramos de las casi dos horas de alocución, Fernández se dedicó a pasar por la economía. Por la macro, y por la micro. En ambos casos, existió un común denominador que sirvieron de mojones para el análisis: la herencia macrista y la impensada pandemia. A partir de ahí, pues todo lo que siguió.
Más allá de los minutos dispensados, no hubo grandes anuncios ni tampoco serios vectores económicos que permitan vislumbrar cuál será el andarivel por el que se transitará.
Cinco veces el Presidente mencionó la palabra inflación. "La inflación es la principal evidencia de nuestras deficiencias", fue la primera. Luego habló de las indefinidas "cuestiones multicausales". Y finalmente agregó un par de datos: "Debemos abordarlo de modo integral, con políticas macroeconómicas consistentes y sostenibles. Y con diálogo social que permita estructurar acuerdos de mayor alcance. Durante 2020 pudimos reducir en 18 puntos la inflación que heredamos en 2019", agregó.
Omitió decir que durante 2020 la economía estuvo parada varios meses, los precios quietos por falta de oferta, como por ejemplo el rubro entretenimiento y transporte, y las tarifas congeladas. Bien podría contestarle al Presidente cualquier consumidor de los datos del Incec que le recordase que los bienes, dentro de los que están los alimentos, aumentaron en 43% en un año y que fueron los servicios, que subieron 22,2%, los que promediaron el número para abajo.
A desafiar la física
Tuvo tiempo para desafiar las leyes de la física. Una frase que siempre se le atribuyó a Albert Einstein, aunque no hay certezas sobre su autoría, dice: "Locura es hacer lo mismo una y otra vez esperando obtener resultados diferentes". Se podría aplicar este postulado a los controles de precios. Pese a que la Argentina ha demostrado desde hace décadas que estos controles no bajan la inflación, Fernández los rescató como una herramienta válida y eficiente con la que se defendió la pelea contra la remarcación. "Creemos en el diálogo, pero quiero dejar en claro que el diálogo de ninguna manera significa que el Estado resigne sus potestades legales, menos cuando hablamos nada más y nada menos que de cuidar el alimento y el desarrollo de nuestro pueblo", agregó.
En esa propensión por intentar lo mismo pero que traiga consigo resultados diferentes, el Presidente mencionó la utilización de Precios Cuidados como un ancla en la góndolas: "Estamos proponiendo un abordaje integral para resolver el problema. Ello incluye el programa macroeconómico plasmado en el Presupuesto 2021, la coordinación de precios y salarios, y los programas específicos como Precios Cuidados". No ahondó cuál sería la receta y omitió decir que, pese al control en las góndolas, los alimentos subieron alrededor de 40% en 2020.
El campo, ausente con aviso
No hubo mención al campo ni tampoco a las retenciones. Tampoco al tipo de cambio ni a la presión impositiva. Apenas una mención al impuesto a las ganancias. Habló de la iniciativa que ya se discute en el Congreso para cambiar el mínimo ni imponible. Y si bien son bienvenidas las medidas que le quitan presión impositiva al sector asalariado formal de la economía, el proyecto no resuelve uno de los problemas críticos de la norma, que son las escalas. Si se interpreta al Presidente, pues los alcanzados por el tributo tendrán un peso enorme. Es decir, el que ingresa al régimen es penado con un importante descuento, por lo que las inequidades no sólo que no desaparecen sino que se profundizan.
Se habló de varias iniciativas que irán al Congreso, como una ley de agroindustria para agregar valor y algún incentivo a las empresas de la economía moderna. Seguramente estos postulados podrían ser suscriptos por muchos, pero esos mismos quizá se pregunten si quien envíe esas leyes no es el mismo que intentó la expropiación de Vicentin o que promulgó una ley de teletrabajo que no promovió justamente el teletrabajo. Difícil tomar decisiones con estas promesas.
Para el final, el tema tarifario. Aquí sí se podría encontrar una gran innovación que bien puede ser digna de una mirada de quienes postulan al Premio Nobel de Economía. Nadie, hasta hora, pudo lograr que los precios locales de la energía se desprendan de los internacionales, al menos, sin subsidios. Alguien paga cuando los combustibles fósiles se pagan menos en el mercado interno de lo que cotiza ese producto en el exterior. O lo pagan los consumidores mediante su mandante, el Estado, que dispone de subsidio; o los absorben las empresas y restan inversión. Y cuando esto sucede, la producción decae y hay que salir a comprarlo al mundo. Adivine el lector a qué precio. La respuesta es fácil: al internacional y en dólares. En su caso, que Fernández le pregunte Julio De Vido, su colega de gabinete en épocas de Néstor Kirchner. Sin gas en pesos y barato hubo que importar caro y en dólares.
Para lograrlo, dijo, mantendrá las tarifas congeladas este año para llegar el que viene con un marco tarifario acorde a los ingresos de las familias. Mandará, además, un proyecto de ley de hidrocarburos. Quizá en materia energética hacer lo mismo puede tener resultados diferentes. Si lo logra, al Nobel. Por las dudas, habrá que preparar la bolsa de los subsidios y la paciencia de la falta de combustibles.
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