¿Dónde invertir en un contexto de altas tasas de interés?
La inflación parece haber llegado para quedarse en todo el mundo y la consecuencia más inmediata a nivel financiero pasa por el aumento de las tasas de interés, que afecta todas las inversiones.
Quienes estaban mayoritariamente posicionados en bonos, acciones y criptomonedas sufren las consecuencias de una baja de precios, mientras que quienes tienen dinero disponible para invertir le sacan provecho a la situación volcándolo a los activos de calidad que ofrecen una buena renta.
Las preguntas fundamentales que surgen en este escenario son las siguientes:
¿Las altas tasas de interés son pasajeras o vinieron a instalarse un buen tiempo? ¿Qué inversiones conviene mirar y cuándo es el mejor momento para armar un portafolio de ingresos pasivos?
Quedate. Vamos a intentar responderlas en esta columna.
La politización del crédito
En un muy interesante reportaje publicado por el sitio The Market, el especialista en finanzas e historiador económico Russell Napier afirma que el mundo imperante en las últimas cuatro décadas no existe más y que se viene un revival de la experiencia 1939-1979 con un nuevo reinado de la inflación y la represión financiera.
Napier advierte que cada vez más gobiernos coinciden en la necesidad de reducir el endeudamiento de los Estados antes de que sea tarde y el propio peso de las deudas provoque una debacle financiera global.
Ahora bien, el camino que han elegido para reducir los niveles de deuda es el de la licuación: las tasas de interés de referencia suben, pero en casi ningún país igualan o superan a la inflación. De esta forma, crece la recaudación impositiva de los Estados por encima de su deuda. Corren a la inflación de atrás, pero con la intención de que la suba de precios evapore parte de los intereses que les pagan a sus acreedores.
Napier plantea que para llevar esta política económica adelante es necesario que los bancos centrales (incluida la FED de EE.UU.) pierdan autonomía respecto de los gobiernos de turno y se sometan a sus decisiones.
El historiador redobla la apuesta y afirma que la función de creación de dinero se ha trasladado de los bancos centrales al sillón de mando de cada país y que son los políticos quienes aprovecharon cada una de las últimas crisis para ejecutar un aumento de la liquidez (emisión de dinero) tan exagerada que vuelve estéril cualquier medida de política monetaria por frenar la presión inflacionaria.
Siguiendo la tesis del especialista, el nivel de inflación en los países centrales se ubicará entre el 4 y el 6% anual, muy por encima del 2% anual observado en las últimas décadas.
¿Cómo debería actuar un inversor en el nuevo escenario?
Napier realiza una primera advertencia a los inversores: dice que deben eludir la compra de bonos emitidos por los Estados, puesto que en ellos radica la trampa de la licuación o erosión de la deuda. Sus rendimientos terminarán siendo negativos en relación con la inflación.
Acto seguido, el especialista afirma que el oro se convertirá en una buena alternativa una vez que los inversores comprendan que el mundo con tasas de inflación del 2% anual no existe más y que el fenómeno inflacionario no tiene nada de transitorio, como prometía la Reserva Federal meses atrás.
El pobre rendimiento del oro en lo que va del año se vincula directamente con la fortaleza del dólar. Cuando se mide en euros, yenes o libras esterlinas, el resultado de la inversión cambia.
Para Napier, una vez que las turbulencias se dejen atrás, el mercado de renta variable (acciones) también se convertirá en una buena alternativa, especialmente si hablamos de aquellas empresas que suelen invertir fuerte en maquinaria para la economía real. Serán de las primeras en verse beneficiadas por un aumento de la actividad.
En lo que refiere a la renta fija corporativa (bonos de deuda y obligaciones negociables que emiten las empresas), está claro que solo deberían ponderarse aquellas opciones cuyo rendimiento sea superior al 6% anual en dólares. La meta es conseguir tasas de interés real positivas en el largo plazo. Hoy se pueden encontrar bonos de empresas de calidad que ofrecen tasas en torno al 8% anual, aunque será más fácil hallarlos cerca de fin de año, cuando hayan pasado dos nuevas subas de tasas de referencia por parte de la Reserva Federal.
Conclusión
¿Qué pasará con la economía argentina en función de lo mencionado en esta columna? Sabido es que nuestro país, muy frágil en términos financieros, se encuentra inmerso en ciclos económicos propios, muchas veces desacoplados de la realidad mundial.
En consecuencia, así como muchas veces los activos argentinos quedan al margen de subas sostenidas a nivel global, la caída en los precios internacionales no necesariamente se refleja en derrumbes similares a nivel local. Aunque en muchos casos el 2022 no es un año negativo, lo cierto es que los precios de las acciones argentinas siguen bastante deprimidos y un despegue económico podría cambiar esa realidad.
En el caso de los bonos del Estado, los valores que maneja el mercado parecen ridículos: cotizan en torno al 20% de paridad, muy por debajo de los títulos de países en guerra como Ucrania o en medio de un abismo político y económico como Sri Lanka. Sin embargo, el historial de Argentina como país deudor es realmente negativo, con recurrentes defaults. Se puede deber menos dinero que otros países, pero si no honrar los pagos se vuelve una práctica habitual, difícilmente la deuda de un país resulte atractiva, sin importar al precio que cotice.
El oro y tal vez el Bitcoin conforman alternativas válidas para diversificar las inversiones, pero sin duda la mejor opción pasa por leer, estudiar y aprender.
Más allá de los activos financieros de moda, los invito a desempolvar viejos libros de inversión y analizar cómo actuaron las Bolsas en el período que cita Napier, entre 1939-1979. Así, podrán tomar decisiones apoyadas en sus propias decisiones y encontrar argumentos que sostengan sus posturas aun cuando la realidad parezca contradecirlos. Finalmente, se trata de aprender para ganar la mayoría de las veces con buenas inversiones a largo plazo.
¡Nos vemos la semana que viene con más finanzas personales!
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