Domingo Cavallo. "Que la Argentina está condenada al éxito es una tontería; demostramos que somos incapaces de perseverar en la dirección del progreso"
La cuarentena obligatoria no detiene a Domingo Cavallo de cumplir con su rutina diaria de una hora de caminata. Ya no puede salir a pasear por las zonas verdes de Barrio Parque, pero utiliza una cinta para hacer dos turnos de media hora, uno a la mañana y otro por la tarde. También dedica entre dos y tres horas al día a escribir y responder mensajes en su blog personal, que tiene desde 2002.
"Si la salida de la cuarentena se piensa en los mismos términos que se pensó en 2001 la salida de la convertibilidad, estamos liquidados", advierte en diálogo exclusivo con LA NACION, y añade sobre la negociación por la deuda: "El Gobierno está haciendo lo que puede".
El exministro de Economía de los expresidentes Carlos Menem y Fernando De la Rúa habla del presente, pero también de los convulsionados momentos que le tocó vivir a fines de los 90 y principios de los 2000. Corralito, convertibilidad y corrupción. "Hubo muchísima más corrupción con Duhalde, Néstor Kirchner y Cristina, que en los años de Menem", dispara.
Además, aclara: "En 2002 estuve preso durante dos meses y hubo una campaña de demonización contra mí. Me atacaban despiadadamente y no me podía defender. No van a encontrar en el blog contradicciones como las que uno ve en las declaraciones que ha hecho Alberto Fernández sobre Cristina [Kirchner]. Algún día alguien que analice mi trayectoria encontrará que hay una coherencia. No quiere decir que no haya cambiado de opinión a lo largo del tiempo, pero siempre expliqué por qué. Mantener esa coherencia implica no especular políticamente sobre cómo lo tomará la gente y qué dirán las encuestas", dice.
Junto a su mujer, Sonia, Cavallo está cumpliendo con el aislamiento obligatorio en el departamento que compró en 1989, cuando Menem lo eligió para ser su canciller, previo a ocupar la cartera de Economía. Antes, había sido diputado nacional por Córdoba, pero en ese entonces alquilaba un lugar cerca del Congreso.
En esta época del año, Cavallo y su mujer generalmente se radican en Estados Unidos, donde el economista da clases, y para estar más cerca de sus tres hijos, los cuales siguieron los tres la carrera de economía. Al igual que el exministro, también hicieron su posgrado y doctorado en la Universidad de Harvard.
–¿Qué le preocupa de la situación económica actual?
–En este momento es preocupante el apego que se nota en las declaraciones del Presidente y de sus principales colaboradores hacia la participación del Estado. Sin duda, en esta situación, el Estado tiene que jugar un rol muy importante y pondero lo que han hecho de haber aprovechado la cuarentena para equipar bien los hospitales. Pero de ahí a sacar la conclusión de que todos los problemas económicos y sociales se van a resolver con una mayor participación del Estado, con reglas de juego más discrecionales como las que hubo en el pasado y llevaron a muy malos resultados, es lo que más me preocupa.
–¿Cómo ve el mayor esfuerzo fiscal que debe hacer el Estado en este momento?
–Las cifras fiscales son muy preocupantes. En abril, el déficit primario pasó de un pequeño superávit en el mismo mes del año pasado a un déficit de casi $230.000 millones. Hay un panorama fiscal muy grave. Ocurre en casi todas las economías del mundo. La gran diferencia es que nosotros no tenemos crédito externo ni interno, ni lo vamos a tener aun cuando se lograra una reestructuración ordenada de la deuda. La única fuente de financiamiento es la emisión monetaria, pero significa recaudar un impuesto inflacionario, que por el momento no se está notando. Pero cuando se normalice la economía, eso significará una inflación muy alta. La magnitud del impuesto inflacionario está reflejada en la brecha entre el precio del dólar en los mercados libres y en el mercado controlado.
Si la salida de la cuarentena se piensa como se pensó la salida de la convertibilidad, estamos liquidados
–¿Cuál es el riesgo de tener una brecha cambiara tan grande?
–Vengo pregonando que lo mejor que podría hacer el Gobierno en esta transición es dejar que funcione un mercado financiero totalmente libre, en el cual el Banco Central no venda ni compre divisas, y solo lo hagan los particulares. En la medida que sea un mercado libre sin intervención del Gobierno, no habrá ni acumulación de reservas ni pérdidas, pero puede facilitar la entrada de capitales que aplaquen un poco la cotización en ese mercado libre.
–¿Eso no implicaría también una devaluación?
–No, la devaluación relevante para los precios y la que influye directamente sobre la inflación es la del mercado oficial. La cuestión del impacto sobre los precios vendrá cuando la brecha empiece a generar problemas comerciales, que signifiquen un deterioro de la balanza comercial. Esto exigirá que el dólar en el mercado oficial se aproxime al valor libre, pero no es inmediato; está en el horizonte hacia fines de año o cuando empiece a normalizarse la vida económica.
–¿Se puede llegar a una hiperinflación o estamos lejos de esa situación?
–Eso depende de qué anuncie el Gobierno como reglas de juego para la economía una vez que comencemos a sacar al país de la pandemia. No me cabe ninguna duda de que habrá un sinceramiento de los precios que quedaron atrasados, como las tarifas y el tipo de cambio oficial. Eso puede significar el punto de partida de un plan de estabilización, si va acompañado por buenas reglas de juego, que inspiren confianza y que hagan que la gente vuelque sus ahorros a la inversión. Si el sinceramiento de los precios la gente lo interpreta como que es la manifestación de que vamos hacia un caos y no se crea confianza, obviamente que aumenta el riesgo de un descontrol inflacionario total. Puede ocurrir que, sin llegar a un descontrol inflacionario, al no instalarse la confianza, se mantenga una tasa de inflación alta con condiciones de estancamiento económico; el famoso fenómeno de la estanflación, que ya ocurrió luego del Rodrigazo, en 1975, y que duró hasta 1988 y 1989, cuando llegamos a la hiperinflación.
No se podía evitar establecer el corralito
–¿Cómo ve las negociaciones de la deuda?
–El Gobierno está haciendo lo que puede. Lo haría con una actitud más humilde y echándole menos la culpa a los acreedores. El hecho de que lo hagan bajo el patrocinio de [Joseph] Stiglitz pone a todos los acreedores a la defensiva. La reestructuración de la deuda no hay forma de evitarla. Aun llegando a un acuerdo por la deuda bajo ley extranjera, luego está la deuda en dólares bajo ley argentina, que por el momento está en stand still hasta fin de año. Y lo que es bueno y lo elogio, que lo había propuesto, es que se está cumpliendo con la deuda en pesos. En el gobierno de Macri había cometido un error de incluir esa deuda dentro del reperfilamiento. Ojalá se logre crear ese mercado, porque por lo menos habrán algunos mecanismos para absorber un poco la emisión monetaria. Pero también ahí se nota que el Gobierno busca objetivos contradictorios, porque por un lado trata de forzar a la baja las tasas de interés en pesos y por otro lado trata de recrear ese mercado de capitales. Esas dos cosas no se pueden hacer al mismo tiempo.
–¿Cree que hubiera sido mejor arreglar primero un programa con el FMI antes de negociar la deuda?
–Lo que opina el Fondo sobre determinadas circunstancias uno lo puede considerar adecuado o no. Por ejemplo, el Fondo no apoyó el plan de Convertibilidad en 1991. Recién lo empezó a apoyar cuando vio que daba muy buenos resultados. Es difícil encontrar en el Fondo funcionarios con coraje como para enfrentar crisis muy serias.
–¿Lo dice por 2001, cuando el FMI le soltó la mano al país?
–El Fondo ayudó hasta septiembre, pero luego, por un error muy grave que para mí cometió el entonces director gerente, Horst Köhler, no nos acompañaron en el proceso ordenado de reestructuración de la deuda que habíamos comenzado en noviembre. En lugar, el FMI se puso a mirar con lupa si íbamos a cumplir con las metas fiscales del cuarto trimestre, siendo que habíamos cumplido con las del tercero, que eran las que debían haberse observado. Y finalmente no desembolsó un dinero con el que estaba comprometido. Eso hizo que, los que aquí querían provocar el default, alimentaran la idea de sacarnos a De la Rúa y a mí del gobierno.
El Gobierno está haciendo lo que puede [con la deuda]
–¿Por qué el FMI no apoyó?
–No apoyó porque había una puja entre Köhler y el entonces presidente de Estados Unidos, George Bush. El Fondo nos había dado un préstamo de US$8000 millones adicionales a los que había prestado y esperaba que el gobierno de EE.UU. pusiera US$10.000 millones para ofrecer mejores condiciones a los acreedores. Ocurre que después del 11 de septiembre, cuando se produce el ataque a las Torres Gemelas, Estados Unidos solo se ocupaba de tratar de encontrar a Osama ben Laden y se desinteresó de la situación de la Argentina. Era imposible imaginar que en ese momento nos iban a dar US$10.000 millones. Teníamos que seguir adelante con lo que nos iba a desembolsar el Fondo. Pero había otro país que estaba en una situación grave: Turquía. Como EE.UU. necesitaba utilizar el espacio aéreo turco para eventualmente atacar a Ben Laden en Afganistán, presionó para que los gobierno europeos le hicieran un desembolso de dinero adicional a los del Fondo en beneficio de Turquía. Y Köhler tomó esa actitud como un desentendimiento de Bush respecto de la Argentina. Hubo un tiro y afloje entre Köhler y EE.UU., y nos transformaron a nosotros en el jamón del sandwich.
–¿La crisis ahí se volvió inevitable?
–No, porque cuando detecté ese problema, fui a Washington y me reuní con Köhler y Anne Krueger, la vicedirectora gerente, y tuvo una actitud constructiva. Me dijo bajo qué condiciones se podía lograr que el Fondo revirtiera la decisión y volviera a apoyar al país. Todo lo que proponía era algo que podíamos hacer, como tratar el presupuesto para 2002 y aprobarlo sin déficit. Cuando regresé, De la Rúa, me apoyaba, pero Duhalde y Alfonsín vieron ahí la oportunidad de sacarme del medio. Creían que el modelo de los 90 estaba agotado y que había que cambiarlo, y yo era visto como el arquitecto de ese modelo. Además ellos creían que saliendo de la convertibilidad iban a resolver los problemas del país, y entonces adhirieron a esta postura que traía la Unión Industrial, que tenía como vocero a [José Ignacio] De Mendiguren, y llevaron a la práctica todas estas barbaridades que se hicieron en 2002. Si ahora, por ejemplo, la salida de la cuarentena se piensa en los mismos términos que se pensó en 2001 la salida de la convertibilidad, estamos liquidados. Porque se va a volver a desorganizar más de lo que está desorganizada la economía.
El panorama, cuantitativamente, será más grave que en 2002.
–¿Por qué?
–Lo peor que se podía hacer en ese entonces era pesificar y provocar una tremenda devaluación, porque eso era acentuar la crisis, como sucedió en 2002, cuando el PBI cayó 10% más de lo que ya había caído en los años anteriores. El salario real y las jubilaciones se deterioraron en prácticamente 30%. Además, le quitaron a los que tenían ahorros en dólares alrededor de US$40.000 millones que se los transfirieron a los que estaban endeudados en dólares, que eran grandes empresas. Normalmente, cuando el Estado interviene mucho y toma decisiones arbitrarias, lo que hace es redistribuir la riqueza, pero no en favor de los pobres, los trabajadores y de los marginados, sino en favor de los que ya tienen acumulada mucha riqueza. Es una gran hipocresía, pero lamentablemente es así.
–¿Por qué aceptó el cargo de ministro cuando lo llamó De la Rúa?
–La responsabilidad dirigencial que sentía en ese momento me inducía a tratar de ayudar a sacar el país de la crisis sin un costo como el que se incurrió en 2002. Nunca actué en política con un objetivo del tipo personal, o decir que quiero llegar a ser presidente o para acumular poder. Obviamente me sentía capacitado y con experiencia. Creo que si no nos hubieran sacado del gobierno, como lo hicieron en diciembre de 2001, podríamos haber tenido un curso positivo para la economía en 2002, porque a mediados de ese año se dieron vuelta las circunstancias internacionales, que habían sido tan desfavorables en 2000 y 2001. El golpe institucional de diciembre de 2001 fue una tragedia para la Argentina, porque llevó al gobierno a gente que no estaba preparado para manejar la crisis y que tenía una interpretación completamente equivocada, a punto tal de que creían que saliéndose de la convertibilidad iban a mejorar los salarios reales, el empleo y la producción. Lo que consiguieron fue acentuar la recesión.
–¿Establecer el corralito fue inevitable?
–Sí, como son los controles de cambio en determinadas circunstancias. Pero el corralito no es lo que hoy se le hace creer a la gente que fue, que se lo confunde con el corralón de Duhalde, que pesificó y confiscó los ahorros de la gente en el sistema bancario. El corralito fue un proceso obligatorio de bancarización: la gente era invitada a que solo se retirara $250 por semana, que eran dólares. El resto de los ahorros se podían movilizar con tarjetas y transferencias bancarias. Establecer el corralito no se podía evitar, porque en los últimos días de noviembre se había producido una corrida bancaria muy seria. Anne Krueger había tenido unas declaraciones, sin mala intención, que aquí repercutieron muy mal. Los grandes depositantes se dieron cuenta de que podía venir el corralito y sacaron muchos fondos del sistema bancario.
En los 90, los que pensaban invertir en el país hablaban conmigo
–¿Cómo nació la idea de convertibilidad?
–No se me ocurrió a mí, sino a la gente, que había descubierto que la forma de poder vivir en un país con inflación era usando al dólar como moneda. La economía estaba ya dolarizada y la gente se acordaba más de los precios en dólares que de los precios en australes que cambiaban continuadamente. El "huevo de Colón" fue muy sencillo: si la gente elige el dólar como moneda, le dejamos que funcione el dólar. Muchos dicen que tendríamos que haber ido a una dolarización total inmediatamente. Pero prefería que creáramos una moneda nacional, que al principio, para que sea utilizada por la gente, debíamos respaldarla en dólares, pero que en el futuro podría haber tenido su propio valor y compitiera con el dólar en un sistema bimonetario, como el que tiene ahora Perú. Lamentablemente, en 1997, cuando podríamos haber dejado flotar el peso sin ningún trauma para la economía, porque había una enorme entrada de capitales, los intereses económicos y políticos jugaron en contra.
–Usted ya no estaba a cargo del ministerio ese año...
–No, y cuando hacía alguna referencia a cómo debía evolucionar la convertibilidad, me atacaban, porque identificaban la convertibilidad con el 1 a 1. Me decían: "el padre de la convertibilidad quiere que se salga de la convertibilidad". Yo quería que hubiera más convertibilidad en un sistema con tipo de cambio flotante, en vez de fijo. Pero, se desaprovechó esa oportunidad y ya no fue posible salir del 1 a 1 sin una devaluación que prometía ser grande y que asustaba a todo el mundo porque se produjo la devaluación del real.
–Tanto De la Rúa como Duhalde prometieron continuar con la convertibilidad en la campaña presidencial de 1999.
–Sí, Duhalde dice que él no, que la quería cambiar. Pero nunca en la campaña electoral habló en contra de la convertibilidad. De la Rúa, asesorado por lo que se veía en las encuestas, dijo que con él "un peso, un dólar". O sea que la idea de la convertibilidad estaba instalada y apoyada por la gente. Haber echado por la borda esa idea que era tan popular por las medidas que tomaron en enero de 2002 fue un sacrilegio para la economía y la cultura argentina.
Hoy no hay un equipo económico consistente
–Una de las críticas que se la hace a la convertibilidad es que "fue una ilusión que se mantuvo gracias a la entrada de capitales".
–No es cierto, se mantuvo en base a la confianza. Inspiró tanta confianza, que toda la gente que tenía dólares en el colchón, en la caja de seguridad o afuera, los trajo. Recuerdo que un día hicimos una cena en mi casa y vino Juan Manuel Fangio, entre otras personalidades. Cuando se fue, había un montón de periodistas en la calle y le preguntaron: "¿Usted le cree al ministro?" Y él respondió: "Claro que le creo. Siempre he tenido mi plata afuera desde el 52 en adelante, ahora decidí traerla, porque creo lo que está haciendo el ministro Cavallo". Mucha gente creyó. Todos los que dicen que esto solo se pudo mantener porque se vendieron las empresas del Estado y eso hizo ingresar capitales, o que ingresaron por endeudamiento, no es así. Recién a partir de 1997, la Argentina pudo colocar bonos en el exterior. Yo ya no estaba en el gobierno. Ahí sí aumentó la deuda, porque se reemplazaron a su vez otros bonos que se habían emitido como consolidación de pasivos en el año 92 y 93. Ahí se produjo que las provincias, empezando por la de Buenos Aires, se empezaron a endeudar con los bancos para financiar el aumento del gasto público y del déficit fiscal en el período de la competencia electoral previa a 1999.
–Otras dos críticas que se le suelen hacer es que se rompió la industria nacional y que aumentó la desigualdad. ¿Qué opina?
–Las dos son falsas. Nunca aumentó tanto la producción industrial y sobre todo las exportaciones industriales como en ese período. Es cierto que muchas empresas que estaban fuertemente protegidas y que tuvieron que competir con importaciones se cerraron. Pero la competencia con la producción de Asia la soportaron todos los países. Al mismo tiempo, se crearon las condiciones para que la industrialización continúe sobre la base de otras actividades. Todas las fábricas de automóviles que hoy están funcionando, como Toyota, que fabrica 140.000 camionetas al año, se instalaron en los 90. Recuerdo haber ido a hablar con los máximos directivos de Toyota en Nagoya para convencerlos de que pusieran una planta en la Argentina. También General Motors, que se había ido del país, volvió. La FIAT que había vendido toda su participación volvió con nuevos modelos. Lo mismo con Volkswagen. Además, se crearon las semillas de los unicornios, que son un fenómenos de los 2000. Hoy, Mercado Libre es una empresa impresionante. Si a ese tipo de empresas les empezamos a poner trabas, las vamos a expulsar, van a tener que manejarse desde otros países y restringir sus actividades en la Argentina. Por eso es tan importante que no se avance hacia el encerramiento de la economía, sino que haya una economía más abierta e integrada al mundo, para valorizar los recursos humanos de la Argentina.
–Usted fue el último súper ministro de Economía que más duró en el cargo. Luego estuvo Roberto Lavagna, que también fue ministro fuerte. ¿Por qué cree que los presidentes rehúsan de tener un ministro con funciones para manejar todos los resortes de la economía?
–Está la teoría de que el súper ministro de economía entra a competir en imagen y políticamente con el presidente. Eso es un invento. Los problemas que tuvimos con Menem no tuvieron nada que ver con que él me celara a mí o que yo quisiera serle desleal. Me parece que Kirchner se desprendió temprano de Lavagna y nunca tuvo un ministro relevante y con poder; creyó que él podía ser el ministro de economía. De alguna manera eso contaminó a los gobiernos de Cristina. Y Macri mismo creyó que él podía ser su propio ministro; no querían que nadie compitiera en imagen. Ese fue un grave error. Supongamos que alguien viene a evaluar una inversión y quiere enterarse cuáles son las reglas de juego...
–¿Con quién habla?
–Claro. No era el caso en los 90. En ese entonces, los que pensaban invertir en el país hablaban conmigo o con miembros de mi equipo. Hoy no hay un equipo económico consistente. ¿Quién comunica la política económica del Gobierno? La pretende comunicar hasta por ahí nomás Alberto Fernández, pero era lo que pasaba también con Macri.
–¿Teniendo tantos economistas argentinos que son reconocidos a nivel internacional, por qué cree que a la Argentina le cuesta tanto encaminar su economía?
–Además de los economistas muy buenos que enseñan en el mundo académico en el exterior, hay economistas muy buenos en la Argentina. ¿Quién duda de la capacidad y de la experiencia de Ricardo López Murphy? ¿Cómo es que Macri, habiendo sido su socio político y que se supone que coincidían en la forma de ver a la Argentina, no lo eligió a él? En realidad lo tenía a Carlos Melconian, que era quizás, entre todos los economistas que estaban vinculados con él, el que más contacto con la realidad empresaria y sindical había en su momento. Lo marginó. Los dirigentes políticos creen que un ministro de Economía con poder les va a hacer sombra. Un ministro con poder, si acierta y tiene buenas ideas, le permitirá al presidente consolidar su poder. Mi equipo hizo que Menem consiguiera la modificación de la Constitución y que el peronismo ganara las elecciones de 1991, 1994 y 1995.
–¿Por qué dejó el cargo en 1996?
–Ya era muy difícil mi relación con el gobierno de Menem, incluso con Menem mismo, por problemas que no quiero reeditar. Pero a mí me empezaron a perseguir judicialmente desde el mismo gobierno de Menem, para obligarme a que aceptara sapos que no estaba dispuesto a tragar. Esa es una historia antigua, a mí me hicieron la vida imposible desde la Justicia. La politización y la utilización de la Justicia en los conflictos políticos es terrible.
–Pareciera que esto continúa hoy, cuando se ve cómo cambió el comportamiento de la Justicia en los últimos seis meses...
–Sí, pero la persecución judicial a la que fui sometido no tiene nada que ver con la persecución judicial de la que se quejan los kirchneristas, ni tiene que ver con la que ahora están comenzando a hacer con el macrismo. En el caso mío, me persiguieron judicialmente porque me querían sacar del ruedo y porque querían que yo aceptara cosas que no podía aceptar que ocurrieran en el gobierno.
–¿La corrupción que se vio en el menemismo fue como la del kirchnerismo?
–Creo que ha habido muchísima más corrupción en el periodo de Duhalde, Néstor Kirchner y de Cristina Kirchner, que en los años de Menem. Por una razón muy simple: con las reglas de juego que existían en la economía en la época de Menem, no habían muchas oportunidades de corrupción. Cuando el Estado entra a tomar decisiones arbitrarias y se vuelve a reestatizar empresas, se crean múltiples oportunidades de corrupción.
–¿Es optimista sobre el futuro de la Argentina?
–Hasta ahora he sido exageradamente optimista, siempre digo que va a mejorar. No quiero exagerar diciendo que pronto vamos a mejorar, porque faltaría a la verdad. Esa expresión de que la Argentina está condenada al éxito, que siempre repite Duhalde, a mí me parece una tontería. Lamentablemente, hemos demostrado que somos bastante incapaces de perseverar en la dirección del progreso y del éxito. Cada dos por tres nos volcamos hacia ideas y acciones que nos hacen retroceder décadas.
–Sobre el contexto actual, hay economistas que dicen que esta crisis es peor a la de 2001 y 2002, ¿usted coincide?
–Son de naturaleza muy diferentes. Tan diferente que, en aquel momento, el problema era la deflación y la depresión. Ahora, desde hace muchos años, el problema es la inflación y la estanflación. Además, mientras que hacia 2001 había habido un proceso de modernización, capitalización, mejoramiento en la infraestructura y en la prestación de servicios, ahora es todo lo contrario. Hemos tenido prácticamente dos décadas de desorganización, con muy poca inversión en infraestructura y modernización del aparato industrial y productivo, con mucha discrecionalidad de los gobiernos y con creciente desconfianza de la gente hacia la habilidad del gobierno para preservar la estabilidad.
–La naturaleza es distinta, pero las consecuencias parecen ser muy similares en términos de desempleo y pobreza...
–En ese sentido, esta crisis está siendo peor. Los índices de caída en el nivel de actividad económica ya son iguales a los de 2002 y prometen ser mayores. Hoy hay una gran cantidad de gente que directamente no puede trabajar por la cuarentena. El panorama, cuantitativamente, será más grave que en 2002.
Las 20 frases de Domingo Cavallo
- "Los dirigentes políticos creen que un ministro de Economía con poder les va a hacer sombra"
- "Mi equipo hizo que Menem consiguiera la modificación de la Constitución y que el peronismo ganara las elecciones de 1991, 1994 y 1995"
- "A mí me empezaron a perseguir judicialmente desde el mismo gobierno de Menem, para obligarme a que aceptara o tragara sapos que no estaba dispuesto a tragar"
- "Creo que ha habido muchísima más corrupción en el período de Duhalde, Néstor Kirchner y de Cristina Kirchner, que en los años de Menem"
- "Esa expresión de que la Argentina está condenada al éxito, que siempre repite Duhalde, a mí me parece una tontería. Lamentablemente, hemos demostrado que somos bastante incapaces de perseverar en la dirección del progreso y del éxito"
- "En 1997, cuando podríamos haber dejado flotar el peso sin ningún trauma para la economía porque había una enorme entrada de capitales, los intereses económicos y políticos jugaron en contra"
- "Esta crisis está siendo peor que la de 2001. Los índices de caída en el nivel de actividad económica ya son iguales a los de 2002 y prometen ser mayores"
- "Esto que se habla de fuga de capitales es una mala interpretación de por qué la gente compra dólares. No es porque quiera fugar los capitales, quiere proteger sus ahorros"
- "Es difícil encontrar en el Fondo funcionarios con coraje como para enfrentar crisis muy serias"
- "En 2001, el FMI no nos apoyó porque había una puja entre Köhler y Bush, y nos transformaron a nosotros en el jamón del sandwich"
- "Duhalde y Alfonsin dijeron que esa era la oportunidad de sacarlo a Cavallo del medio. Creían que el modelo de los 90 estaba agotado y que había que cambiarlo, y yo era visto como el arquitecto de ese modelo"
- "Si la salida de la cuarentena se piensa en los mismos términos que se pensó en 2001 la salida de la convertibilidad, estamos liquidados"
- "Normalmente, cuando el Estado interviene mucho y toma decisiones arbitrarias, lo que hace es redistribuir la riqueza, pero no en favor de los pobres, los trabajadores y de los marginados, sino en favor de los que ya tienen acumulada mucha riqueza. Es una gran hipocresía, pero lamentablemente es así"
- "Nunca actué en política con un objetivo del tipo personal"
- "Si no nos hubieran sacado del gobierno, como lo hicieron en diciembre de 2001, podríamos haber tenido un curso positivo para la economía en 2002"
- "El golpe institucional de diciembre de 2001 fue una tragedia para la Argentina, porque llevó al gobierno a gente que no estaba preparado para manejar la crisis"
- "Es falso que la convertibilidad rompió la industria nacional; fue la década en la que se instalaron todas las fábricas de automóviles, como Toyota, Volkswagen y los regresos de General Motors y la Fiat"
- "En los 90 se crearon las semillas de los unicornios, que son un fenómeno de los 2000. Hoy Mercado Libre es una empresa impresionante. Si a ese tipo de empresas les empezamos a poner trabas, las vamos a expulsar y van a tener que manejarse desde otros países"
- "Los problemas que tuvimos con Menem no tuvieron nada que ver con que él me celara o que yo quisiera serle desleal"
- "En los 90, los que pensaban invertir en el país hablaban conmigo"
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