Como una especie de talismán, los argentinos quieren tanto al dólar que hasta es costumbre llevarlo en la billetera para la buena suerte. El fanatismo por el billete estadounidense es evidente: según los últimos datos oficiales, cuatro millones de personas se hicieron de este bien en julio. Y, para abastecer a esos compradores, se pone en marcha un engranaje complejo que involucra aviones, Aduana, camiones y depósitos hasta llegar a las cajas de ahorro o a los bolsillos de sus compradores.
Las ventas del "dólar ahorro", el oficial minorista, pasan casi en su totalidad por los bancos: en la Argentina quedan unas pocas casas y agencias de cambio que solamente tienen el 6% del mercado y que, a su vez, generalmente se proveen de los primeros. Hay dos maneras a través de las cuales las entidades financieras se hacen de los dólares al por mayor, a través de pedidos al Banco Central o mediante importaciones propias.
El segundo punto requiere un circuito más complejo en el que intervienen vuelos, camiones de caudales que se trasladan con extremo sigilo y traslados de cabotaje, hoy limitados. Todo sucede a la luz del día, pero con mucho cuidado e ingenio para no generar costos innecesarios: transportar billetes estadounidenses es caro y un tanto riesgoso. Es por eso que las fuentes de las principales entidades bancarias del país y las transportadoras consultadas por LA NACION eligieron preservar su identidad para dar detalles.
La Argentina se ubica entre los grandes demandantes del billete a nivel global: un informe de 2006 de la Reserva Federal indicaba que es el país con más billetes per cápita luego de Estados Unidos, con unos US$1300, y el segundo, detrás de Rusia, con más papeles en total.
El camino de la importación de dólares empieza, entonces, en el banco argentino, que monitorea el stock de billetes y el ritmo de salida de depósitos, y encarga importaciones en caso de ser necesarias. Desde agosto del año pasado, ese ritmo es más acelerado: antes de las elecciones primarias, el número total de dólares en los bancos superaba los US$32.000 millones. Hoy no llega a los US$20.000 millones, según datos del Central.
Los bancos no venden dólares que no tengan en su poder y, de ninguna manera, quieren enfrentarse a las consecuencias de decirle a un cliente argentino, ya de por sí traumatizado por la historia económica reciente, que no hay suficientes billetes verdes para que se lleve.
Con el sistema de turnos implementado en la cuarentena, el volumen de salida es más fácil de calcular con certeza, pero aun antes, las entidades financieras estimaban mayor cantidad de visitas a inicios de mes y analizaban comportamientos en las diferentes sucursales. La variable clave son los "días de retiro": es decir, cada cuánto y cuándo los clientes demandan billetes físicos.
El pedido de importación se solicita al banco estadounidense que los despacha en un avión. Muchas veces esos dólares viajan en vuelos de pasajeros, aunque quienes estén dentro no lo sepan por razones de seguridad. Los billetes llegan a Ezeiza, pasan por la Aduana como cualquier bien importado y son recogidos por los camiones de caudales de las empresas transportadoras, que los llevan a depósitos propios o de los bancos.
Hay alrededor de 1500 camiones de caudales en el país, según datos del mercado conformado por Brinks, Prosegur y Loomis, que operan en todo momento según los requerimientos de los bancos. El movimiento es discreto, porque cuanto más se explica el circuito, más se vulneran los riesgos, afirma a LA NACION uno de los jugadores del sector.
En estos traslados, valor mata kilos: hay que considerar que, si se analizan las mayores denominaciones de cada país, un billete de US$100 convertido al tipo de cambio oficial minorista son más de 13 billetes de $1000. Es por eso que, como el bien que está siendo transportado es más valioso, por cuestiones de seguro ante robo el costo es mayor que llevar pesos, actividad diaria que realizan las transportadoras.
Desde los depósitos, y para la mayoría de los bancos grandes, aproximadamente la mitad se reparte en sucursales del área metropolitana de Buenos Aires. En condiciones normales, el resto debería subir a vuelos de cabotaje para llegar a las sucursales provinciales, pero en contexto de Covid-19, ese esquema varió un poco: por ejemplo, uno de los bancos más grandes del país organizó "nodos logísticos" en ciudades del interior, desde donde se hace el transporte hacia los puntos finales. Los bancos tienen que tener dólares disponibles desde Ushuaia hasta San Salvador de Jujuy, por lo que el procedimiento ramificado requiere mucho planeamiento.
Esos billetes son los que estarán disponibles por si el cliente, luego de haber adquirido sus dólares a través del home banking, decide llevárselos "al colchón". Pero antes, un paso previo: cada inicio de mes, centenares de ingenieros informáticos mantienen y adaptan los sistemas de las plataformas web y móviles de las entidades financieras. Aun así, con la demanda excesiva de los primeros días, generalmente hay dificultades.
A eso se suman las constantes regulaciones nuevas del Banco Central: cada vez que la autoridad regulatoria ajusta el torniquete del cepo, hay horas de trabajo de adaptación de los sistemas. De hecho, la compra aún está restringida. Los bancos recibieron el anuncio de la nueva modalidad del cupo y de la implementación del 35% de retención sobre la compra del dólar "ahorro" un martes a la noche. Hasta el momento, las entidades trabajan en el cruce de datos para erigir la arquitectura del nuevo sistema.
Pasión de multitudes
La relación pasional es de larga data y se intensificó con cada hiperinflación, cada default y cada pérdida de valor de la moneda local, detalla Fernando Marull, economista de la consultora FMyA. Las diferencias que genera la inestabilidad económica se ven muy claramente en la comparación con países vecinos. El mismo informe de la Reserva Federal estadounidense de 2006 que indicaba que había al menos US$50.000 millones en billetes en nuestro país, lo ponía en perspectiva: en Brasil esa cantidad era 50 veces menor y en Chile, 200 veces menor, señala el especialista.
La relación pasional es de larga data y se intensificó con cada hiperinflación, cada default y cada pérdida de valor de la moneda local.
Actualmente, tras 14 años en los que los argentinos siguieron comprando dólares y según datos del Banco Central, son miles de millones los ejemplares que circulan en el país: en una charla reciente, Miguel Pesce precisó que son unos US$170.000 millones. Más específicamente, a fines del año pasado había US$175.000 millones "en el colchón", es decir, por fuera del sistema, en los hogares o en alguna de las 24.000 cajas de seguridad que se calcula que hay en la Argentina. A esa cifra se suman unos US$44.000 millones en cuentas en el exterior y unos US$19.5000 en depósitos bancarios, un número similar al de la última semana (US$19.773 al 16 de septiembre).
El Central denomina "formación de activos externos" (FAE) a los que están fuera del sistema financiero local en forma de depósitos, inversiones o préstamos. La FAE crece año a año y no necesariamente refleja toda la cantidad de dólares que hay en la Argentina: también pueden ingresar billetes sin declarar en bolsillos de argentinos que trabajaron en el exterior y volvieron con ahorros, por caso, o los de turistas que se cambian en el blue. Es por eso, explica Juan Ignacio Paolicchi, analista de la consultora Eco Go, que el número total podría estar hasta subestimado.
Excepto en países donde la economía está dolarizada, ningún otro Banco Central está tan preocupado por saber cuántos dólares tienen sus ciudadanos.
"Excepto en países donde la economía está dolarizada, ningún otro Banco Central está tan preocupado por saber cuántos dólares tienen sus ciudadanos. Se pueden hacer millones de estimaciones, pero lo más importante es entender por qué los argentinos sacan los dólares del sistema financiero", resume el economista. A su juicio, el corralito fue el hecho que detonó toda la confianza y que todavía persiste como un evento traumático que dispara la sensación de riesgo cuando hay cierta inestabilidad.
Por ese y algunos motivos más, el circuito paralelo, está abastecido y crece a medida que se restringe el oficial. Parte de los US$175.000 millones en el colchón habrá ido a parar a alguna cueva, pero también está el abastecimiento de los circuitos paralelos más subrepticios y con jugadores más grandes, y las ventas de turistas que vienen a la Argentina, hoy muy limitada.
El circuito de los dólares en la Argentina es tan frondoso y tan longevo que tiene sus propias particularidades: en esas cajas de seguridad y esos colchones quedaron dólares "cara chiquita", billetes de US$100 de las series que se emitieron entre 1914 y 1996 y que aún son de curso legal. En varios países del mundo, con recambio más frecuente y tal vez menos atesoramiento, estos ejemplares son una rareza.
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