Una historia que la Argentina ya conoce
La Argentina tiene mercado cambiario informal porque rige un severo control de cambios. Nació en octubre de 2011 como consecuencia de 52 meses consecutivos de salida de capitales y atesoramiento de argentinos. Y la respuesta inadecuada del Gobierno fue justamente el control de cambios .
Revertir este proceso es muy complicado porque requiere como paso previo una enorme recuperación de la confianza en la política económica, cosa que difícilmente ocurra en las actuales circunstancias. Por lo tanto, se trata de un esquema cambiario con brecha y esto va a seguir siendo así. Aún más, la brecha cambiaria se transforma en estos esquemas en una caja de resonancia tanto de los conflictos cotidianos como de las expectativas económicas de la gente. Una suerte de sustituto imperfecto de un virtual riesgo país. Mucho más en aquellos países que decidieron aislarse del mundo y carecen de mercados y de financiamiento. O sea, países donde su riesgo para el mundo y sus propios ciudadanos no está estandarizado o es poco conocido.
Ahora bien, el valor o diferencia de esa brecha como cuestión cotidiana y permanente es muy importante. En primer lugar porque tiene vida propia, es decir, el tipo de cambio no formal pasa a ser un mercado "libre", en el sentido de que hay una oferta y una demanda que va determinándole su valor y brecha con el dólar oficial. Y esto no es gratis para la economía y la vida cotidiana, más allá del tamaño de este mercado no formal, su transparencia, etcétera. O sea, pasa a ser ineludiblemente un mercado de referencia para costos, importaciones y precios de la economía en general.
Por supuesto, el manejo cotidiano de la política económica, aun luego del control, es un elemento ineludible para el pronóstico de un valor de referencia para el mercado no formal. En ese sentido, la economía argentina en general ha estado influida por una política monetaria excesivamente expansiva, fenómeno generado a partir del desorden de las finanzas públicas, el déficit fiscal y su financiamiento vía el Banco Central. Esa emisión, del orden del 40 por ciento al año, así como quiere cebar el consumo y el nivel de actividad, tiene también un impacto en la tasa de inflación de la economía y en el tipo de cambio no oficial.
Aún más, la carencia de un mercado de capitales donde se pueda canalizar el excedente monetario dificulta el proceso y retroalimenta al dólar no oficial como un activo de ahorro. En ese contexto, las cuestiones estacionales como las vacaciones, son discusiones tradicionales ajenas a la lógica del modelo.
Insisto, en un período prolongado y fuera de las particularidades coyunturales, el precio, la brecha y la tendencia del dólar no oficial se convierten en una caja de resonancia del cómo vamos y de las expectativas. Si mejoran, el precio cae. Si empeoran, sube. Siempre sobre la base de que es de los pocos precios "libres" que le quedan a la economía.
Por supuesto, una de las preguntas clave es el riesgo de traslado al resto de la economía, que hoy puede empezar a aparecer y constituirse en un parámetro determinante de otros precios de bienes o servicios. Podríamos decir que, efectivamente, en forma gradual eso es así.
Qué puede hacer el Gobierno
El Gobierno debería crear un programa integral recuperador de confianza, en cuyo caso el valor del dólar se desplomaría como en el resto de América latina. Pero eso es impensable en la actual agenda oficial. ¿Qué hizo el Gobierno en 2012? Empezó devaluando el dólar oficial a una tasa anualizada equivalente al 8% y terminó haciéndolo al 20% anual, corriendo de atrás a la inflación a la que no atacó en sus causas, con lo cual terminó ampliando la brecha entre ambos dólares en lugar de reducirla. Comenzó el año siendo 20% y terminó tocando el 50%.
¿Puede haber en algún momento un desdoblamiento formal del mercado cambiario? Podría. Se trata de un elemento "natural" en estos modelos heterodoxos para que la vida continúe y que ya conoció la Argentina décadas pasadas. El problema es que sólo duran un tiempo.
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