Quién compra dólares en la Argentina
La Argentina es un caso de estudio para los especialistas en economía. Dicen los manuales que la demanda de un bien o servicio cae a medida que su precio sube. Es una regla que funciona también en este país, salvo con el dólar : la desesperación por comprarlo crece en la misma proporción que su valor. Toda una rareza cultural acuñada por décadas de sobresaltos cambiarios y devaluaciones que erosionaron el poder adquisitivo del peso.
En ese punto se encuentra la primera respuesta a la pregunta inicial: una porción de los que compran dólares en el país son pequeños ahorristas, gente de a pie de mayores o menores ingresos que busca con desesperación una alternativa para proteger el fruto de su trabajo. Es una práctica irracional desde el punto de vista económico, pero sucede, cuentan en la mesa de dinero de un banco importante.
La lista de grandes compradores se completa con los denominados inversores institucionales. Suelen ser grupos económicos con una billetera gigante que tienen un radio de acción internacional. Llegaron al país en respuesta al pedido del Gobierno de financiar el déficit argentino con emisión de deuda, hicieron una diferencia y para no perderla buscan cambiar sus títulos, por los que reciben en muchos casos pesos, y comprar dólares, algo que presiona sobre el tipo de cambio. En ese grupo están nombres como Templeton o Blackrock, gigantes del mundo de las finanzas.
Las cifras oficiales sostienen los dos párrafos anteriores. Aunque no hay cifras de último momento, el Banco Central informó que en julio pasado los principales compradores netos fueron personas humanas e inversores no residentes. Se llevaron US$3763 millones, más que cualquier otro grupo. Por ejemplo, cinco veces por encima de lo que requirieron las importaciones de energía, segundas en esa lista.
No hay que echarle la culpa por la escalda del dólar hoy a los compradores, sino a los vendedores, porque el mercado está de un solo lado. En otros términos: está claro quién busca hacerse de billetes verdes, pero también que nadie quiere (o puede) desprenderse de ellos.
El mayor ausente en la mañana fue el Banco Central, principal proveedor de divisas. El organismo monetario puede ofertar dólares para contener el precio si así lo quiere. Es lo que ocurría con frecuencia en la gestión de Federico Sturzenegger. Su sucesor, Luis Caputo, podría haber hecho lo mismo. De hecho, pondrá US$500 millones al final de la jornada, para bajar el precio. Pero se trata de una práctica en contra de las recomendaciones del Fondo Monetario Internacional ( FMI ), a quien debe consultar cada vez que ofrece dólares.
El Fondo ya giró US$15.000 millones al país. Su argumento es complejo, pero se puede resumir fácil: ¿Por qué debería el organismo multilateral autorizar a que el país use esos recursos para financiar la salida de hedge funds que le temen al riesgo argentino?
Claro que esa restricción tampoco le pone un límite al precio que miran los pequeños ahorristas. Caputo y su equipo creen que los economistas del Fondo desconocen la idiosincrasia argentina, difícil de entender para quien vive en Washington.
Con mucho criterio económico, los exportadores también se retiraron de la mesa. Lo justifican por la climatología, que derivó en la sequía y en una cosecha magra. Pero también en que tienen producción en los silos. Esa mercadería se cotiza en dólares. ¿Por qué desprenderse de ella cuando el precio está subiendo? Sólo lo hacen en dosis homeopáticas.
Finalmente, las empresas privadas no están trayendo moneda dura al país, algo que sí ocurría hasta hace algunos meses, cuando colocaban bonos o emitían acciones para financiarse.
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