Faltan dólares. Por qué la economía argentina siempre choca con la misma piedra
Más allá de la coyuntura, marcada por la recesión y el elevado índice de inflación , la Argentina arrastra desde hace décadas un problema de generación de divisas. Aun con diversos enfoques, algunos más intervencionistas, otros más cercanos a la idea del libre mercado, los sucesivos gobiernos no pudieron o no supieron resolver esa carencia que limita el desarrollo. La búsqueda de respuestas, según analistas consultados por LA NACION, arranca en cinco sectores productivos que tienen potencial para competir a nivel global. El camino, sin embargo, demanda políticas de largo plazo, esas que el país posterga sucesivamente ante cada crisis.
"Hay una ecuación macroeconómica que la Argentina no resuelve y es la restricción externa que se genera por la escasez de divisas. Cada vez que el país crece, las importaciones crecen más que proporcionalmente y eso frena la actividad, a veces de manera bastante brusca, como pasó en 2018. Resolver el problema vía exportaciones es uno de los elementos centrales de cualquier potencial de crecimiento", ilustra el economista Daniel Heymann, investigador y docente en la Universidad de Buenos Aires (UBA).
Según los registros del Indec , en los últimos diez años las ventas argentinas al exterior cayeron un 17%, mientras que las compras al mundo se incrementaron un 16%. La dinámica se revirtió a partir de los últimos meses de 2018, con el salto del dólar y la recesión que derrumbó las importaciones. Junto con el incremento del rojo comercial, se profundizó el déficit de cuenta corriente (que considera todas las transacciones de bienes y servicios del país con el mundo). Es decir, se amplió la brecha entre los dólares que generó y que demandó la economía argentina en su conjunto. En 2018, llegó al 5,4% del producto bruto interno (PBI) y rondó los US$28.000 millones.
La dificultad para generar divisas, definida por el economista Eduardo Levy Yeyati en una reciente entrevista con LA NACION como el "talón de Aquiles" de la economía argentina, subyace en los constantes ciclos de crecimiento y crisis que hostigan al país desde el siglo XX. "A partir del nuevo orden global después de la Segunda Guerra Mundial, la Argentina tuvo 16 episodios recesivos que involucraron 26 años de caída en la actividad, es decir hubo uno de cada tres años con contracción", precisa Martín Rapetti, director de Desarrollo Económico de Cippec.
"De esas recesiones, 15 fueron por crisis de balanza de pagos porque el país se quedó sin dólares", añade el economista, respecto de los ciclos de alza económica que llevan a un incremento de las importaciones (bienes de consumo, maquinaria) y a un posterior freno por escasez de dólares, que deriva en un salto del tipo de cambio, aceleración de los precios internos, caída en el nivel de actividad y una mejora en la competitividad que favorece las exportaciones.
En 2018, el corte del crédito externo expuso las vulnerabilidades de la macroeconomía argentina y motivó un salto en el tipo de cambio que, junto con el endurecimiento de las medidas para conseguir la reducción del gasto público, permitirá bajar el déficit de cuenta corriente a cerca del 2% del PBI (US$10.000 millones), según estimaciones del estudio EcoGo. Como contracara, pueden contarse una aceleración de la inflación -que, tras el 47,6% de 2018, superaría el 36% este año-, dos años consecutivos de caída en el nivel de actividad y subas en el desempleo y la pobreza.
Según Rapetti, el dólar es el factor clave de los vaivenes. "Hay un conflicto distributivo estructural en la economía y la variable que lo refleja es el tipo de cambio real o el salario en dólares. El valor necesario [del tipo de cambio real] para que la economía crezca sin problemas externos, es más alto que el que la sociedad requiere para satisfacer sus necesidades materiales. Ese conflicto entre aspiraciones y capacidad productiva hace que la economía esté constantemente interrumpiendo procesos de crecimiento. No es que la Argentina no tenga potencialidad; hay incapacidad para generar ciertos consensos".
Más allá de las debilidades internas, factores como la sequía en 2018 o la crisis económica en Brasil, principal socio comercial de la Argentina y destino del 37% de las exportaciones de manufacturas el año pasado, agravaron ese problema.
"El arte de esta cuestión sería encontrar potenciales exportaciones que, por ser competitivas y tener alta productividad, no necesiten un salario real en dólares muy bajo. Cuanto más productivos seamos en producir bienes y servicios que podamos ofrecerle al mundo, mayor va a ser el salario en dólares sostenible", plantea Heymann.
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