Cobrar en dólares: las alternativas de quienes trabajan en el país para afuera
Lucas tiene una pyme de marketing que trabaja para Chile y le pide a su primo, que vive del otro lado de la Cordillera, que le preste la cuenta para poder cobrar. Agustina maneja las redes sociales de un restaurante en Francia e intenta abrirse una cuenta en PayPal para recibir dólares. Son escenas reales de los trabajadores independientes y emprendedores argentinos que intentan exportar servicios para poder cobrar en dólares. El problema, claro, es que en la Argentina existe la obligación de liquidar esos billetes y pasarlos a pesos, algo que implica una pérdida real en comparación con la cotización del dólar blue.
El sueño de trabajar desde la Argentina para otros países y cobrar en dólares quedó trunco desde la vuelta del cepo cambiario durante la presidencia de Mauricio Macri. Por normativa del Banco Central, quienes exportan servicios tienen la obligación de liquidar las divisas cinco días después de que las reciben.
Para eso, los monotributistas pueden emitir una factura de exportación (de tipo "E") y el banco realiza la liquidación automáticamente. Se realiza al tipo de cambio oficial comprador, sin impuesto PAIS del 30% y sin retención del 35%, es decir, a un número muy por debajo del nivel en el que la mayoría de las personas ubica el precio de un dólar.
Según las cotizaciones del cierre de ayer, las personas que exportan un servicio y traen las divisas a la Argentina reciben alrededor de $78,4 por dólar. Para recomprar dólares, deberían invertir unos $139,6 y limitarse a los US$200 mensuales reglamentarios. En caso de recurrir a un tipo de cambio paralelo, los montos están más cerca de los $160. De base, perdieron alrededor del 40% de su dinero expresado en moneda dura.
Eso sucede siempre y cuando no supere el tope de facturación anual de US$600.000 a partir del cual quienes exportan servicios deben pagar derechos de exportación con una tasa del 5%, añade Ezequiel Passarelli, socio de SCI Consultores.
Hay un grupo selecto de personas que sí pueden cobrar en dólares por su trabajo y residir en la Argentina, como algunos empleados expatriados y el personal diplomático, rarezas del mercado laboral argentino. "Son casos puntuales, porque según la Ley de Contrato de Trabajo, no se puede pagar más del 20% del sueldo ‘en especie’, y los dólares son considerados ‘especie’; es por eso que se requieren un acuerdo homologado por el Ministerio de Trabajo", explica Passarelli.
Si el trabajador independiente o el emprendedor que exporta servicios quisiera "mantener" su cobro en dólares, entonces las opciones legales y formales no son demasiadas. Muchos están recurriendo a cuentas en plataformas de pago digitales como PayPal o similares, pero no son cuentas reguladas por el Banco Central, advierte Luz Arroqui, socia del estudio La Vista Casal.
El riesgo es que la persona que incurre en este tipo de estrategia podría terminar con un sumario cambiario abierto. Se trata de un proceso que puede derivar en multas, penas de prisión e inhabilitaciones para operar en el mercado de cambios.
Otra alternativa que muchos profesionales independientes imaginan es abrir una cuenta en el exterior y cobrar sus servicios allí. Pero, explica Arroqui, por ser residente argentino, también tendrá la obligación de liquidar cualquier servicio prestado a un no residente, es decir, pesificarlo.
A su vez, si se quisiera hacer todo de manera informal y evitar la facturación (para, a su vez, evitar la liquidación forzosa), se podría incurrir en el delito de evasión fiscal, explica Passarelli.
Estructuración o relocalización, las opciones
Andrés Burecovics es un abogado especializado en movimientos interjurisdiccionales que asesora a exportadores de servicios a través de su consultora B&P Consulting. Asegura que muchos de los clientes que piden su asesoramiento ya se encontraron con alguna traba para evitar la liquidación de divisas a través de métodos non sanctos.
"Muchos se meten en esto porque está bueno conseguir clientes en el exterior, pero se mandan sin saber cómo va a terminar el asunto", detalla. La solución típica que se le ocurre a los exportadores para engañar al régimen cambiario es pedirle a un amigo o a un familiar que vive afuera que les preste una cuenta para poder cobrar allí. "Pero no se dan cuenta de que están comprometiendo a esa otra persona, que va a tener un ingreso en su cuenta que no va a poder justificar ante el fisco de su país", explica, y añade: "Es una operatoria que a los ojos de cualquier regulador es sospecha de lavado de dinero".
Las alternativas para mantener la posibilidad de cobrar servicios en dólares se deben analizar caso por caso, explica Burecovics, y ninguna es fácil o barata. La primera, y en caso de las startups o emprendimientos, es recurrir a una reestructuración societaria y abrir una sede en el exterior.
"Lo que pide la normativa en este caso es que cuando se incorpore una oficina en el exterior, que no sea en una jurisdicción de baja o nula tributación y que haya sustancia: que no sea solamente un papel en una isla de la que solo conocés el nombre; hace falta invertir, abrir oficinas y contratar empleados", detalla. "Por eso hay que tener espalda y estar dispuesto a hacer una inversión", añade.
Si se trata de una estructura chica o de un profesional independiente, la segunda alternativa es directamente "cerrar la laptop y tomarse un avión", explica el abogado. Este caso implica una mudanza con toda la prolijidad posible, con la pérdida de la residencia fiscal argentina. Siempre se buscan países con estructuras fiscales estratégicamente pensadas para exportar servicios, agrega. Entre los países más "amigables" en términos tributarios, Burecovics señala a Portugal, República Checa y, más recientemente, Georgia, una exrepública soviética que empieza a seducir por su estructura tributaria y su creciente digitalización.
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