El impacto del dólar en el ánimo y la psicología de la gente
Los grupos de Whatsapp, las charlas de café y los llamados telefónicos entre familiares y amigos incorporaron, en las últimas horas, un tópico obligatorio: la suba del dólar .
La cotización en el mercado argentino de la divisa, que aumentó más de ocho pesos en dos días, afectó el día a día y la planificación de viajes, compras y hasta la firma de créditos para la casa propia.
"Mi cuñada viajó este mes a Brasil y Paraguay. Pagó la nafta del auto en tarjeta y le entraron los consumos ahora en dólares. Dijo: ‘Me voy a dormir hasta que llegue a $50´ y pidió no hablar más del tema porque estaba angustiada.", contó Enrique.
Pablo llegó hoy de Miami y ayer recibió el llamado de un amigo que, a modo de broma, le decía: "Si volvés, que sea a Uruguay, que tiene una moneda más estable". En tanto, recordó que un gran número de argentinos que estaban en la ciudad norteamericana optaban por pagar con débito o en efectivo, las tarjetas de crédito casi no aparecieron.
"¿Papito, qué opina como están las cosas el dólar? Vemos las noticias y uno se aflige. No se sabe dónde vamos a parar", fue la pregunta que le hizo una madre, desde el norte del país, a su hijo que vive en Buenos Aires y sigue de cerca el tema.
Tato Bores, un visionario desde 1962
Los memoriosos, ayudados por la tecnología, sacaron del arcón de los recuerdos un magistral monólogo de Tato Bores de 1962, cuando la televisión aún era en blanco y negro.
"Resulta que el dólar es la moneda norteamericana. El día que tengamos todos los dólares del mundo, iremos a Estados Unidos con la guita de ellos y nos van a tener que entregar el país", explicaba con su clásico humor Bores, y agregaba: "Yo pienso que todos de golpe nos hemos vuelto financistas por una razón muy especial. Fíjense que antes cuando un tipo tenía un ahorrito ponía un tallercito, abría una fabriquita, compraba un campito para criar gallinas o plantar tomates. Esas cosas que hace la gente en los países pobres".
El humorista detallaba: "Usted va por la calle San Martín, donde están las casas de cambio, y está todo el país parado en frente a las pizarras. Hay obreros, albañiles, peones, sastres, músicos, artistas, de todo. Hay tipos que antes trabajaban como locos y ahora se han vuelvo economistas. Cada uno está parado ahí con un paquetito de dinero y en cuanto se mueve la cotización de la pizarra entran todos en patota. Uno dice 'deme tres dólares', otro dice 'deme cuatro dólares', otro dice 'deme ocho dólares' y salen corriendo. Y van a otra casa de cambio. Y antes de que muevan la pizarra se meten y los venden".
"Y así se pasan todo el día: vendiendo y comprando. Comprando y vendiendo. Y cuando llega la noche entra a la casa molido, deshecho, cae muerto arriba de un sillón, desempaquetan, cuentan la guita, llaman a la mujer y dicen: "¡Vieja, vieja, vení! Hoy me gané 14 mangos y no hice nada", cerraba el monólogo.
Cómo afecta desde lo psicológico
En diálogo con LA NACION, Gabriela Renault, decana de la Facultad de Psicología y Psicopedagogía de la Universidad del Salvador, explicó los alcances psicológicos que tiene la escalda.
¿La volatilidad del dólar de estos días puede afectar a la salud psíquica y mental de una persona?
Toda situación de crisis económica o de volatilidad, que además suponga un gran desconocimiento como en este caso, obviamente afectará la salud psíquica. Sobre todo, por la incertidumbre. Eso es lo que causa la mayor angustia. No es solo una divisa, que incluso no es la nuestra. Pero en la Argentina, el dólar tiene una representación mental y está ligada directamente a muchos insumos.
Desde toda edad y desde toda clase social hay una afección directa porque se preguntan. ¿Qué es esto? Es solamente un aumento de precios. Es una situación que me traerá aparejado un mal mayor a mi economía.
Tenemos una repercusión en la salud mental y psíquica, pero también tenemos que entender que los argentinos somos resilientes. Pero este retorno a la percepción de situaciones de crisis que ya se vivieron, es algo sobre lo que se hay que tener cuidado.
¿De qué manera afecta y cuáles son los efectos a corto y largo plazo?
En el corto plazo, la confianza. La gente empieza desconfiar y se genera una fantasía de que cada vez será peor. En la Argentina siempre sucedió la fantasía de que alguien decía que el dólar se va a tanto y mucha gente salía a comprar. A corto plazo llevará a que el mercado no se estabilice tan fácilmente.
Las personas estarán con mayor tensión, ansiedad, insomnio y la aparición de fobias.
A largo plazo, tenemos que reconocer que la economía no es una ciencia exacta. Es una ciencia social y, como toda ciencia social, el hombre está metido en esa situación de no certeza. Esa no certeza, es la que trae la pérdida de confiabilidad. Eso le genera más angustias propias de cada persona y que se potencia por el entorno a través de grupos de Whatsapp, de mail o redes sociales.
¿Hay señales físicas para reconocer que lo está afectando? ¿Cuáles son esas señales?
Todos estamos estresados, hay insomnios compartidos, la gente duerme mal, hay muchas más contracturas y accidentes. Yo lo veo en la facultad. Los jóvenes no pueden abstraerse de esto.
Hay cuestiones psicosomáticas muy fuertes. Cada vez aparecen más personas en los consultorios con afecciones en la piel, bronquiales o alergias que se recrudecen y no saben responder por qué le están pasando. Más fobias y ataques de pánico.
¿Qué se puede hacer, desde el punto de vista psicológico, para verse lo menos afectado?
Tenemos que tratar de aprender a desconectarnos. Uno tiene que estar con las alertas, para tener un pie en la tierra. Pero también no dejarse llevar por todas las situaciones apocalípticas que se van a generar.
Uno puede estar bien, asesorarse, leer noticias, pero también tiene que escuchar música o ver películas. Además, hoy en día la gente tiene que empezar a charlar más.
Traducir a los niños y jóvenes de la mejor manera posible. Cuidar a los más vulnerables y parar la pelota. Hay que bajar los puntos de niveles de focos tensionales.
Trabajar los tiempos de desaturación. Estar juntos, unirnos, hablar y sumar. No hay que unirse a la construcción de la destrucción. Hay que unirse para construir y salir entre todos.
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