El dólar como jefe de la campaña electoral
Tanto los analistas políticos como los económicos y financieros coinciden en que el dólar pasó a ser el virtual jefe de la campaña electoral del oficialismo, tras once semanas consecutivas de calma cambiaria sin que el Banco Central debiera intervenir con ventas en el mercado.
Unos y otros estiman que la cotización "planchada" -y en baja, desde el pico de $ 46 a fin de abril hasta menos de $43 ahora-, es uno de los factores necesarios para mejorar las chances de reelección de Mauricio Macri, aunque no sea suficiente para despejar la actual incertidumbre sobre el resultado de la polarizada elección presidencial del 27 de octubre. Por caso, el politólogo Andrés Malamud opina -en un reportaje con la revista IDEA-, que un triunfo de Macri depende principalmente de que se mantenga la ecuación peronismo dividido-dólar estable.
A favor de este cambio de humor económico, que incipientemente comienzan a reflejar algunas encuestas de intención de voto, aparecen además la reciente desaceleración inflacionaria desde los exorbitantes niveles mensuales de comienzos de año, el congelamiento de tarifas y los estímulos al consumo dispuestos por el Gobierno (créditos Anses, plan Ahora 12 en cuotas sin interés, subsidios para la compra de autos y motos, etcétera). De ahí el repunte de los indicadores cualitativos que elabora la Universidad Di Tella (UTDT), como el índice de confianza del consumidor (que entre mayo y junio subió 18%, de 34,4 a 40,6) y de confianza en el Gobierno (+22%, de 1,53 a 1,86), aunque lejos de los picos de 51,1 y 2,97, respectivamente, de noviembre de 2017.
Aunque hasta ahora no se puso en práctica, el aval del FMI a la venta de dólares por parte del BCRA fue a fin de abril el punto de inflexión que desembocó en el actual "veranito" en los mercados. Luego, en junio, el anuncio de la fórmula Macri-Pichetto contribuyó a reducir la tasa de riesgo país (de más de 1000 a menos de 800 puntos básicos) por la mejora en los bonos argentinos y la suba superior al 22% del Merval en dólares junto con el viento a favor de los mercados externos. Paradójicamente, el riesgo argentino fue el que más bajó en este período (más de 200 puntos básicos), pero sigue siendo el más alto entre los países emergentes. También la tasa de Leliq retrocedió de 74% a comienzos de mayo a 59% anual en la última semana y, si bien en términos reales se mantiene alta frente a la inflación mensual, favoreció el ingreso de divisas de corto plazo (carry trade) para aprovechar esos elevados rendimientos.
Con el dólar estabilizado y en baja (el mayorista cayó 9,3% en dos meses y medio), la demanda de divisas para atesoramiento repuntó en el segundo trimestre del año (a US$7000 millones según estimaciones extraoficiales), pero fue atendida por las ventas pautadas del Tesoro (US$60 millones diarios) y liquidaciones de la cosecha récord (US$6528 millones) sin necesidad de que el BCRA vendiera reservas.
Sin embargo, la actual calma del mercado cambiario podría alterarse en menos de un mes, ya que en buena medida está supeditada al resultado de las PASO presidenciales del 11 de agosto. No tanto por la posibilidad de que en esta virtual encuesta preelectoral se imponga la formula opositora Fernández-Fernández, sino por la magnitud de una eventual diferencia en contra del oficialismo, que acentuaría la típica dolarización de carteras previa a cada elección.
A tal punto llega esta expectativa en los mercados que, en su último ciclo mensual, el economista Miguel Ángel Broda elaboró dos escenarios alternativos sobre el comportamiento de la oferta y demanda de dólares en el segundo semestre del año según el hipotético resultado de las PASO. Uno, bajo el supuesto de una diferencia no mayor a 6 puntos a favor del binomio opositor, que podría ser revertida en la primera o segunda vuelta por la fórmula oficialista. Y otro con una ventaja superior a los 6 puntos, que complicaría las chances de Macri- Pichetto.
En el primer escenario, Broda calcula que la demanda excedente de dólares en el mercado cambiario alcanzaría a US$11.300 millones (ya que solo la destinada a atesoramiento treparía a US$17.800 millones en la segunda mitad del año desde 11.800 millones en la primera). Y, frente a una leve reducción de la oferta privada debido a la reversión del carry trade, podrá ser cubierta con ventas de reservas del BCRA por US$4800 millones y del Tesoro por los 6600 millones previstos hasta fin de año. Bajo esta hipótesis, prevé que el tipo de cambio fluctuaría en un rango de $45/48 y cerraría el año un escalón más arriba.
El segundo, en cambio, prevé una mayor contracción de la oferta privada (a US$24.200 millones, frente a 29.000 millones del primer escenario) y una demanda excedente que podría casi duplicarse (a US$ 21.500 millones, por mayor atesoramiento). Este desbalance obligaría al BCRA a intervenir agresivamente en el mercado, con ventas superiores a US$10.000 millones además de las que realizará por cuenta del Tesoro y un aumento superior del dólar. Así evitaría una nueva crisis cambiaria antes de las elecciones, aunque a costa de reducir sus reservas netas que actualmente ascienden a casi US$19.000 millones más otro tanto por swaps de China.
Por ahora, el consenso de los analistas se inclina por el primer escenario, incluyendo un triunfo de Macri. El Relevamiento de Expectativas de Mercado (REM), recogido por el BCRA en junio, prevé que el tipo de cambio nominal alcanzaría a $46 en agosto y a 48,8 en octubre para llegar a $50,2 en diciembre, con una tasa de Leliq de 55% anual. Esta previsión es consistente con un dólar bajo control, al cabo de nueve meses de inédita expansión cero de la base monetaria con su correlato de altas tasas reales de interés.
Aun así, la prioridad oficial de estabilizar el dólar a corto plazo y evitar sobresaltos hasta las elecciones, relega a segundo plano otros problemas para el futuro poselectoral. Uno es el crecimiento del stock en pesos de las Leliq que, tal como se perfila, solo podría ir reduciéndose con la combinación de un descenso persistente de la inflación y mayor demanda de pesos. Otro es el incipiente deterioro del tipo de cambio real multilateral (TCRM) ponderado por una canasta de monedas que incluye al dólar, el euro, el real brasileño y el yuan chino. Según el índice diario del BCRA, el TCRM se ubica actualmente 23,8% por debajo del pico de fin de septiembre de 2018 (antes de la política monetaria de expansión cero y flotación dentro de la banda cambiaria) y 17,7% por encima de abril del mismo año (antes del shock cambiario). O sea que las proyecciones del REM (que prevén una corrección de casi 22% hasta fin de año) descuentan un deslizamiento alcista para corregir ese atraso.
Como otra prueba de que el dólar pasó a ser un eje clave para las especulaciones electorales en los mercados, un informe del consultor rosarino Salvador Di Stéfano bautizó como "dólar Alberto" y "dólar Mauricio" sus dos escenarios. En el primer caso, prevé que si gana el cristinismo e instaura el cepo cambiario, el dólar "blue" podría cotizar en torno de $78,43 a fin de año y quienes inviertan hoy en esa moneda obtendrían un rendimiento de 78% en menos de seis meses. En el caso de que gane Macri y negocie un acuerdo de facilidades extendidas con el FMI, el analista prevé probable la abundancia de crédito externo y un programa que ancle el tipo de cambio, con lo cual podrían generarse utilidades importantes en pesos y una mejora en la paridad de los bonos externos a largo plazo.
En medio de la extrema polarización política, cualquiera de estas especulaciones -con mayor o menor grado de tecnicismo- son posibles a la hora de vaticinar qué podría ocurrir con el dólar después de las elecciones. Pueden influir durante la campaña, pero no son precisamente una buena noticia para el futuro de la economía, que en 2020 necesitará un plan integral de estabilización en serio, con reformas estructurales pendientes desde hace años, para ganar previsibilidad, generar inversiones productivas y divisas genuinas, retomar el crecimiento y bajar la pobreza.
nestorscibona@gmail.com
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