Dólar con anestesia local y pronóstico reservado
El cepo cambiariohard dispuesto por el gobierno de Mauricio Macri tras la victoria electoral de Alberto Fernández acaba de cumplir un mes y muestra varias coincidencias con el que había aplicado Cristina Kirchner en 2011, una semana después de haber logrado su reelección con el 54% de los votos.
Una coincidencia es anecdótica: fue anunciado el mismo día (28 de octubre), pero ocho años más tarde; otra funcional, ya que ambos buscaron preservar las declinantes reservas del Banco Central, que venían en caída libre. Y la tercera es que, al cabo del primer mes de vigencia, la brecha cambiaria entre el dólar oficial (reservado básicamente al comercio exterior más pagos de deudas) y sus cotizaciones alternativas es casi idéntica: 10% en el mercado paralelo (blue) y 25% para transferencias al exterior (contado con liquidación).
De ahí en más abundan las diferencias. Entre ellas, que con el cepo de CFK inicialmente las ventas minoristas de dólares debían ser autorizadas por la AFIP y el monto -aun si era aprobado- resultaba un verdadero misterio; en tanto que ahora el BCRA fijó para los particulares máximos de compra por importes ínfimos, de US$100 en efectivo y US$200 vía home banking por mes calendario. A raíz de este racionamiento forzoso, las calles del microcentro porteño volvieron a poblarse de "arbolitos", cuando en el período 2012/2015 hasta habían llegado a ser blanco de operativos de la Gendarmería para disuadir operaciones en negro, al igual que no pocas casas de cambio. Un déjà vu de otras épocas, más pintoresco para turistas extranjeros que para pequeños ahorristas locales. Con una crisis cambiaria cada ocho o diez años, cualquier argentino o residente adulto sabe dónde comprar o vender dólares blue tras consultar cotizaciones en su celular. Aun así, algunas "cuevas" deducen 3% para aceptar billetes antiguos de 100 dólares (con la imagen más pequeña de Benjamin Franklin), pese a que no perdieron curso legal.
El cepo hard del último mes tuvo hasta ahora tuvo el efecto transitorio de una dosis de anestesia local para el mercado cambiario. La brecha sigue siendo relativamente moderada; al menos, hasta que se conozcan la formación y orientación del equipo económico del nuevo gobierno y la política que aplicará a partir del 10 de diciembre.
La razón es que previamente -desde septiembre-, el cepo light permitió comprar hasta US$10.000 por mes por persona. Y solo en octubre, antes de las elecciones, 2.556.000 personas se alzaron con US$4285 millones a precio oficial (70% por montos de hasta US$1000) para atesoramiento o viajes. Cualquier suspicacia política es válida. Todos aquellos que disponían de pesos compraron todos los dólares que pudieron, aunque no los necesitaran; o retiraron casi US$2300 millones depositados en los bancos, para cubrirse de nuevas sorpresas. Por eso, desde las PASO hasta el 27 de octubre, las reservas del BCRA cayeron algo más de US$22.500 millones.
La historia clínica de la Argentina muestra que es preferible comprar dólares y venderlos solo cuando se necesitan pesos a hacerlo a destiempo. Aunque ya parezca un dato prehistórico, el 9 de agosto el dólar minorista cotizaba, sin controles, a $46,80, un 32,5% menos que ayer en el blue ($69,25). En lo que va de 2019 acumula un aumento de 78,2%, veinte puntos más que la inflación estimada para este año y de 238% desde abril de 2018, cuando se disparó la primera corrida cambiaria de la era Macri.
Para el corto plazo el pronóstico es reservado. Si el BCRA pudo comprar dólares desde el segundo cepo, en un mercado oficial con bajo volumen, fue porque los exportadores de granos se apresuraron a liquidar más de US$1900 millones para anticiparse a una posible suba -de porcentual incierto- en las retenciones, cuyo actual monto fijo (de $4) fue licuándose con los meses y ahora equivale al 6,6% de cada dólar mayorista.
No es la única incógnita que rodea a la política económica que pondrá en marcha Alberto Fernández cuando se haga cargo de la herencia de Macri. El presidente entrante vino adelantando hasta ahora muchos qués, pero casi ningún cómo. De ahí que antes de asumir configuró un puzle muy difícil de ensamblar.
Nadie sabe a ciencia cierta cómo encarará la reestructuración de la deuda al borde del default; el acuerdo social (precios, salarios, tarifas); la política fiscal (gasto público, jubilaciones, subsidios, atención de la pobreza, impuestos al patrimonio); la negociación con el FMI; la política monetaria para reactivar el crédito y el consumo; y mucho menos si la política cambiaria será un ancla antiinflacionaria o acompañará a la inflación para impulsar exportaciones. Tampoco si arrancará con un plan para provocar un veranito económico en los primeros meses de gestión o un programa integral, del cual no hay indicios.
De cómo se resuelva toda esta combinación de interrogantes dependerá la evolución del dólar fuera del mercado oficial y, por ende, de la brecha cambiaria.
La única certeza también surge de la experiencia histórica. Cada vez que se aplicó un cepo fue mantenido mucho tiempo, hasta que se logró encarrilar el sector externo de la economía; y, desde luego, corregir los desequilibrios macroeconómicos internos. En el ínterin, el mercado paralelo pasa a ser un indicador autóctono del riesgo país y también una alerta temprana, no solo para los especialistas, sino para la mayoría de argentinos que no están en condiciones de comprar siquiera un dólar. Cuando la brecha se amplía demasiado (al finalizar el gobierno de CFK llegó a casi 60%), suele ser preludio de una suba del tipo de cambio oficial, que, a su vez, tiene impacto directo sobre la inflación, los mercados de bienes y el modo de ahorrar o gastar.
Controles desde los años 30
Las sucesivas devaluaciones del peso a lo largo de ocho décadas; las corridas cambiarias; las hiperinflaciones; el manejo político del dólar en épocas de abundancia; los controles por escasez; su popularización con el humor gráfico, los contenidos periodísticos, el cine, el teatro; y su rol como refugio de varias generaciones hasta crear una cultura que atraviesa a todas las clases sociales son descriptos en una minuciosa investigación de los sociólogos Mariana Luzzi y Ariel Wilkis, autores del libro El dólar. Historia de una moneda argentina (1930-2019).
Allí recuerdan que el primer control de cambios se aplicó en 1931 para contrarrestar el impacto de la crisis mundial de los años 30. En 1939, el Teatro Maipo puso en escena la revista El dólar está cabrero, con los comediantes Sofía Bozán y Marcos Caplán, que en 1949 estrenarían La risa es la mejor divisa. Después de la Segunda Guerra Mundial, Juan Domingo Perón formuló ya en 1948 su famosa pregunta "¿Han visto alguna vez un dólar?", antes de aplicar multas por especulación y controles más rígidos a partir de 1952. En enero de 1959, Arturo Frondizi liberó el mercado después de 12 días de feriado cambiario y el primer acuerdo de la Argentina con el FMI.
Las devaluaciones se sucederían en 1962, 1967 y 1971, incluso con prohibición de publicar el dólar paralelo. Tanto en esa época como en el Rodrigazo (1975), el dólar y las fotos de la City porteña fueron protagonistas de la primera plana de los diarios y los programas de Tato Bores. Lo mismo que tras el fin de la "tablita" de Martínez de Hoz (1981, registrada en Plata dulce) y las hiperinflaciones de 1989 y 1991 (antes de la convertibilidad), cuando el dólar pasó a ser la principal moneda de referencia e incluso de pago, no solo en el mercado inmobiliario. En los 80, los pases de jugadores también a pactarse en dólares, como el de Diego Maradona de Argentinos Jrs. a Boca (1981), por US$10 millones. También se habló de un "dólar Riquelme", cuando el ídolo volvió al país (2013) y el pase se negoció mitad en azul y mitad en blanco.
En su introducción, el libro de Luzzi y Wilkis relata que una concursante del exitoso programa televisivo Quién quiere ser millonario ganó el premio mayor, en abril de este año, al contestar por deducción, entre cuatro opciones, cuánto costaba el dólar a fin de febrero de 2015 ($8,73). Así pudo llevarse los 2 millones de pesos que, a pesar de la cantidad de ceros, equivalían a 44.843 dólares, ya que entonces la cotización era de $44,60. Salvo en la Argentina, difícilmente en otro país y con el mismo formato un participante hubiera podido acertar el valor del dólar de cuatro años atrás, dicen los autores. Aun así, parece improbable que la propia ganadora hubiera vaticinado que siete meses después, si cambiaba esos 2 millones de pesos al tipo de cambio paralelo de ayer, su premio se habría reducido a 28.880 dólares.
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