Desorden cambiario
Estamos conviviendo con una cantidad de valores diferentes de un mismo bien.
Si de la cantidad de cotizaciones diferentes que existen, las dividimos, para simplificar, en solo dos grupos, tenemos por un lado el dólar oficial, el dólar que cotiza diariamente a través del Banco de la Nación Argentina, entre los $58 -para la compra- y los $63 -para la venta-. Este es el valor de la moneda norteamericana fundamentalmente para el pago a los exportadores, por sus exportaciones ($58), y para las ventas, para aplicar al pago de las importaciones ($63). Esto es así, estratégicamente para evitar el traslado de los precios de los insumos y productos importados, al nivel general de precios, léase inflación. Con el efecto residual adverso, de afectar la producción nacional, y por ende la inversión y el empleo.
El otro gran grupo de cotizaciones, en donde influye la devaluación, disfrazada de impuesto "País", del 30%, son las operaciones legales conseguidas a través de mecanismos bursátiles (Dólar Mep, Dólar CCL, etc.), y las del mercado marginal, en donde su precio promedio oscila en los $80. Este segundo valor, es el que más influye en la conformación del nivel general de precios de la economía.
El desorden cambiario, lo produce la intromisión del impuesto.
Nadie va a acudir a una institución autorizada a operar en cambios, a vender dólares, o cualquiera otra moneda extranjera, al precio de pizarras de $58, cuando en el mercado marginal les ofrecen de promedio $ 74 por dólar, por ejemplo. Lo mismo sucede con el valor de las otras monedas, pues están emparentadas por la relación que existe, entre las cotizaciones internacionales.
Igual situación acontece en la compra de dólares, por parte de particulares, que en las entidades autorizadas, léase bancos o casas de cambios, en donde las cotizaciones de ventas en pizarras, promedian los $63 por dólar, que al aplicarse el impuesto "solidario" (30%), el valor final recala en los $81,90. El mercado marginal se aprovecha, porque pudieron comprar divisas a precios más altos que la pizarras de las entidades autorizadas, entonces pueden vender más bajo que el precio final de las mismas, máxime teniendo presente, que no tienen costos significativos, y que pueden vender o comprar sin límites.
Es por esta circunstancia, que han proliferado enormemente las cuevas y oficinas que trabajan en el mercado marginal, con toda impunidad, nadie hasta ahora pone las cosas en su lugar.
¿Quién o quiénes deberían poner orden a este descomunal desorden?, ¿Le correspondería al ente rector del mercado cambiario, que es el Banco Central de la República Argentina?, ¿Debería ser la Justicia con la Policía Federal?, ¿Tendría que ser la Justicia y Policía Provincial? ¿O una interactuación entre ellos?.
Los bancos y las casas de cambios autorizadas tienen cantidad de regulaciones que proporcionan: a)seguridad a los que operan en ese mercado (por los capitales mínimos, por las fianzas, por seguros, por las inspecciones, etc. que les exigen), b) informaciones sobre la evolución del mercado cambiarios, elementos necesarios para poder dirigir y orientar las políticas económicas del país, informaciones que son fundamentales para cualquier emprendimiento, desde el Estado, la empresa, el comercio, una familia, la iglesia, o lo que sea, c) aportan tributaciones impositivas (impuestos y cargas sociales), fundamentales para que el Estado cumpla sus funciones, y d) empleos estables y genuinos en blanco, que benefician a cantidades de familias relacionadas con el sector.
De seguir un corto tiempo más con estas circunstancias, en donde las entidades autorizadas solo puedan vender al contado, el equivalente en cualquier moneda extranjera a U$S100 por persona y por mes, y una competencia tan desleal, en donde en las calles, frente a las mismísimas puertas de los bancos o entidades autorizadas y controladas, existan personas boceando la compra/venta, y gente que se anime a correr los riesgos de negociar en la calle, la vida y el empleo en estas entidades fatalmente finalizará. Otra de las tantas injusticias que existen en nuestro querido país.
El autor es licenciado en Ciencias Económicas