Dólar turista: cómo funcionaría el nuevo tipo de cambio y el ardid del Gobierno para evitar un mal trago
El Banco Central y Economía llegaron a un acuerdo para convalidar un nuevo tipo de cambio; eligieron un camino en particular para no repetir errores del pasado
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El Banco Central puso en marcha, luego de su reunión de directorio, un nuevo tipo de cambio en la Argentina. Será para los turistas que visiten la Argentina desde el exterior y tiene dos objetivos sobresalientes: permitirle al Gobierno reconducir a un mercado legal divisas que hasta ahora se iban en su mayoría al ilegal y bajar la cotización del dólar denominado MEP, que se obtiene mediante una operación de compraventa de bonos en la Bolsa.
El nuevo dólar para los turistas funcionará de la siguiente manera: el turista que se acerque a un banco venderá sus dólares y recibirá pesos. Si hubiera hecho esa operación hoy bajo la nueva modalidad, obtendría exactamente $321,57 por cada billete verde. Es un 151% más que los $128 que hubiera recibido en el mercado oficial. En otros términos, le resultaría muy conveniente.
El Gobierno intentará ahora enmendar un error que había cometido en octubre del año pasado. Agobiado por una situación cambiaria adversa, puso en marcha un mecanismo para que los turistas que llegaban al país abrieran una cuenta bancaria local donde se les liquidaba al valor del dólar MEP. La propuesta fue un fracaso, ya que casi nadie avanzó en la apertura de esas cuentas.
La lectura del mercado es que resultaba mucho más engorroso venir al país por un puñado de días e ir al banco a hacer el papeleo antes que acudir a un arbolito de la calle Florida y cambiar los billetes de afuera por un buen precio.
Es por eso que ahora la operatoria recaerá sobre los bancos. El turista que presente su pasaporte de ingreso al país venderá sus dólares y recibirá una cantidad de pesos. Con las divisas recién ingresadas, la institución financiera comprará un bono en dólares -por ejemplo, el AL30, aunque todavía no está definido- que luego liquidará en pesos. Es decir, el turista no formaría parte de un engranaje que caería del lado de los bancos.
Según aclaró el BCRA en un comunicado, “la entidad interviniente podrá liquidar la operación en base a los precios de referencia disponibles en ese momento. La entidad deberá concretar las operaciones con títulos valores hasta 2 (dos) días hábiles de ser encomendada por el turista no residente. Por cada operación que la entidad realice por este mecanismo se deberá realizar un boleto a nombre del cliente dejando constancia del monto de moneda extranjera recibida y el monto en pesos entregado al cliente”.
El mundo financiero discute por estas horas alternativas para cambiar los sistemas y hacer menos engorrosa la operación para los bancos. Una alternativa es que cada entidad haga una operación de compraventa de esos bonos por día, sumando todas las operaciones de turistas que se hayan concretado. De esa manera, se reduciría el trabajo de las mesas de dinero.
La medida del Gobierno se asimila a un desdoblamiento cambiario. Es un concepto peligroso en economía, una disciplina, se sabe, en la que es muy desaconsejado tener más de un precio para un determinado bien. En este caso, el dólar.
En la Argentina, esa práctica le trae malos recuerdos a la política. Por ejemplo, uno de los que la aplicó es Celestino Rodrigo, el muy conocido ministro de Economía de Isabel Perón. Fue parte de la discusión de ayer y hoy entre Silvina Batakis y Miguel Pesce, presidente del Banco Central.
Se impuso la mirada de Pesce, que expuso la evidencia del pasado: no hay ejemplos exitosos de desdoblamiento, dado que todos terminan en una unificación brusca del tipo de cambio. Es decir, una devaluación importante.
El Banco Central pone como ejemplo la transición de Cristina Kirchner a Mauricio Macri. El nuevo gobierno unificó el tipo de cambio en 2016, antes intervenido, que aumentó. Ese año, la inflación terminó por encima del 40%.
Si bien el turista pondría sus dólares y recibiría pesos, no se tratará en la práctica de una operación cambiaria. Eso se debe a que detrás de esa operación hay otra: la compra y venta de títulos, que se asemeja mucho más a una transacción en la bolsa. Son planetas cercanos, pero distintos, que le servirán a Alberto Fernández para negar, al menos mientras la tormenta del dólar se lo permita, la existencia de un desdoblamiento.
La vigencia del nuevo dólar turista basculará en un punto hipersensible para el Gobierno. El MEP es uno de los dos grandes mercados financieros (el otro es el contado con liquidación, para sacar o traer dólares al país). Tiene impacto sobre las expectativas. Es decir, un aumento en esa cotización riega la creencia de que ocurrirá una devaluación.
Si los turistas vuelcan sus dólares en el MEP en lugar del blue, aumentarán la oferta y, por lo tanto, disminuiría su precio. En otros términos: se achicaría la brecha con el oficial, una de las maldiciones que pesan sobre la economía de Alberto Fernández y de Cristina Kirchner.
Hay, sin embargo, muchas dudas. En el pecado podría estar la penitencia. Dado que los turistas volcarían a ese mercado sus dólares, se reduciría la oferta en el blue. Si ese renglón siguiera la lógica del mercado, tendería a subir, a menos que una brecha encogida lo contenga. Son cosas que solo se resolverán cuando ruede el nuevo sistema.
Hay, además, una incertidumbre más simple e inmediata: ¿por qué un turista debería vender sus dólares en el banco cuando un arbolito le paga más, como ocurrió hoy en la City, donde cerró a $337?
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