Dólar fijo y tasa alta, el plan que intenta repetir la receta de 2019
La decisión de hoy es idéntica a la de la última transición presidencial, cuando, tras las PASO, se estabilizó el tipo de cambio en torno a los $60; qué pasó en aquel momento con la inflación
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Consumado el tsunami Milei, y tras tener con el desplome de los bonos las primeras señales de lo que eso significaba para el mercado, el equipo económico encabezado por el ministro y candidato Sergio Massa decidió aferrarse a la receta de 2019 para tratar de encarrilar una transición que se seguramente será muy larga.
La apuesta oficial, que esperan sea una tabla de salvación capaz de evitar un evento económico disruptivo, pasa por fijar el tipo de cambio de referencia en torno a los $350 (una suba de 22%), como en aquel entonces se lo estabilizó cerca de los $60 (tras dejarlo subir de $45,40 a $58,84 en las 72 horas posterior a las PASO) y elevar en 210 puntos básicos las tasa de interés nominales de referencia de la economía, que hace cuatro años se había llevado de 63,7% a 74,7%, y que hoy se estableció en 118% (TEA de 209,4%).
“Es un nivel de tasa de política monetaria del 9,8% mensual, ¿una señal de largada para una nueva carrera dólar-tasa-precios?”, se preguntaba inquieto, pero con una cuota importante de razonabilidad, un operador de mercado.
Se trata de las primeras puntas, las vinculadas a lo cambiario y financiero, que se conocen del plan de transición que se inicia formalmente hoy. Traducido, implica que el Gobierno se resignó (tras el contundente mensaje de las urnas) a convalidar una suba del tipo de cambio del peso de 22%, en línea con lo que venía solicitando el Fondo Monetario Internacional (FMI) como precondición para dar el visto bueno final para el desembolso comprometido de US$7500 millones antes de fin de mes, y resignarse a convalidar una aceleración en la carrera de la nominalidad que ya padece la economía y promete seguir.
La idea es que ese ingreso, aunque está previsto sólo para que el país pueda mantener regularizados los pagos con el organismo, ayude a evitar un mayor descontrol en las expectativas y facilite algunos ajustes extras. Claro que los antecedentes no son tranquilizadores al respecto. En 2019 esta receta hizo saltar la tasa de inflación del 2,2% de julio al 5,9% en setiembre.
Si se repitiera ese efecto multiplicador ahora estaríamos hablando de una economía que podría llegar a la previa de la elección presidencial con los precios corriendo a un 16% mensual, a menos que el efecto recesivo ayude a moderar el impacto.
Desde ya cabe esperar que la apuesta oficial intente evitar esa espiralización. Es decir, que el salto cambiario convalidado destrabe en parte la oferta de divisas del mercado oficial y, a la vez, que el dólar más alto, pero estabilizado, actúe como ancla, como dique.
Pero eso, de seguro, formará parte de otras medidas -que se presume se conocerán con el correr de la semana- que buscarán moderar el impacto de este ajuste sobre precios y salarios.
La pata suelta del plan es que aquella apuesta funcionó en un escenario de polarización electoral y recibió el visto bueno incluso del candidato que había salido de las PASO mejor posicionado. Ahora, por el contrario, si algo demostró el primer turno electoral es que hay tres fuerzas que se mantienen con expectativas. Además, hay que recordar que quien emergió mejor en los comicios es un candidato anti sistema.
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