Dólar. Hay cada vez menos casas de cambio y temor por su desaparición
"Goteo" parece ser la palabra de moda para hablar del tema cambiario: de ese modo se devalúa, pero también así se escapan las reservas del Banco Central a través de las compras minoristas. Una de las hendijas hoy tapadas que contienen ese goteo son las casas y agencias de cambio, un sector que, antes de la cuarentena, empleaba a casi 5000 personas y contaba con 230 operadores. Prácticamente sin operaciones y atemorizados por la idea de una posible eliminación del cupo, los jugadores del sector ya empezaron a retirarse.
Hoy, después de pasar más de 150 días cerradas y sin un futuro claro, las casas y agencias se redujeron casi a la mitad. En el medio, se perdieron nombres de decenas de años de historia, como Maxinta, Mazza, Valuar, Cardiff y Transcambio, cinco de las grandes compañías que dejaron de operar durante la cuarentena. Se calcula que, si el sector reabriera en este momento, contaría con unos 100 jugadores menos.
Es que, a pesar de que fuera de la Capital y el Conurbano varios lugares del país fueron retomando su circulación habitual, las casas y agencias de cambio siguen inhabilitadas para operar físicamente.
Son muy pocas las que lograron armar un sistema de firma digital para poder vender de manera virtual, y con las limitaciones que impone el aislamiento: sus clientes, que consiguen un billete hasta un 10% más barato que en los bancos, deben asociar una cuenta bancaria en dólares a la que llegarán las divisas adquiridas para luego poder retirarlas de manera física. Con el endurecimiento de los controles por los coleros digitales, algunas entidades financieras decidieron no aceptar ni una de estas transferencias.
El sector se encuentra en una encrucijada particular: además de tener sus puertas cerradas (en parte, quizás, para contener mayor "goteo" de dólares y hasta la actividad de los coleros presenciales), tampoco recibió ayuda como otros sectores afectados por la cuarentena, dicen sus referentes. Así lo explica Mario Mochetti, presidente de la Cámara Argentina de Casas y Agencias de Cambio de la Argentina (Cadecac): "Al sistema cambiario se lo excluyó de cualquier tipo de beneficio, desde los programas de ayuda para el pago de salarios hasta los préstamos, porque se lo igualó al resto de las entidades financieras; eso nos puso en una situación muy complicada".
En estos meses, además, entraron en vigencia algunas regulaciones que existían antes del gobierno de Macri y que volvieron a ser requerimientos, como capitales mínimos para operar, explica Mochetti. También se restringió la posibilidad de que las agencias de cambio tengan actividades complementarias, como servicios impositivos, dice, un permiso que, de seguir existiendo, ayudaría a la supervivencia de las que quedan.
Una aclaración breve: la diferencia entre casa y agencia de cambio es que la primera (que representa solo el 20% del sector) puede hacer transferencias internacionales y operaciones de comercio exterior, mientras que la segunda solo puede comprar y vender moneda extranjera. Y un dato más: se calcula que estos dos tipos de entidades solamente mueven (o, mejor dicho, movían) alrededor de un 6% del mercado cambiario, una porción minoritaria. El resto es de los bancos, que hoy tienen prácticamente toda la compraventa de divisas.
Un problema más, aclara Mochetti, es que el esquema actual de restricciones cambiarias e impuesto PAIS hizo desaparecer por completo el mercado formal de dólar comprador. Es una pregunta con respuesta obvia: ¿quién vendería sus dólares al tipo de cambio comprador (menor que el vendedor) y sin el 30% con el que los adquirió? Todo se canaliza, claro, en el mercado paralelo o la bolsa.
Esperanzados o desamparados
La calle Florida, histórico hábitat de las casas y agencias de cambio, hoy es un pueblo fantasma. Pero la crisis del sector no se limita a las zonas porteñas donde más se concentran. En Neuquén y General Roca, dos puntos en zona de influencia de la otrora rebosante Vaca Muerta, cerraron Cambio Alto Valle y Nummis. En Mendoza, se sumó la histórica Guiñazú (exMaguitur).
Mientras tanto, las casas y agencias que quedan siguen reduciendo su tamaño. Los jugadores se dividen en dos. Están los esperanzados, los que suponen que el canje de la deuda y la mejora de algunas variables resulte en la eliminación de las restricciones cambiarias, tiempos de bonanza para la mayoría de los jugadores del sector, y están los desamparados, quienes creen que el cupo se achicará o directamente dejará de existir, tal como se estuvo deslizando en los últimos días.
Claudio Brancatelli abrió Cambio Estelar en la década del 90: pasó por la convertibilidad, la devaluación de $1 a $4, el cepo, el fin del cepo y la resurrección del cepo. Jura que nunca estuvo tan bien como con la libertad cambiaria antes de 2011 y que ningún país puede crecer con restricciones de este tipo. En el medio, trabajan casi 30 personas en sus sedes de Rosario y Puerto Madero con su otro negocio: una sociedad de bolsa. Y va preparando los trámites para cerrar sus restantes sedes en distintos barrios porteños.
Es parte de los esperanzados: ya pasó tantas desde que abrió, que cree que el cepo va a dejar de existir simplemente porque lo cree insostenible. Mientras, aguanta. "Nosotros estamos apuntando a que en algún momento este país levante cabeza y se pueda ir liberando el mercado cambiario", sostiene.
En la otra punta, Juan Zadunaisky está trabajando en su firma, SBT, que está casi en estado vegetativo desde que comenzó la cuarentena. Va todos los días a la única sucursal que dejó abierta, en Florida y Paraguay, a preparar sus informes formales al Banco Central. No mueve ni un billete.
En este tiempo, probó todo tipo de propuestas para salvar su negocio: presentó notas junto a colegas suyos para ver si podían abrir las puertas de sus locales para ayudar, por ejemplo, con el pago de jubilaciones durante la cuarentena y pidió ayuda estatal para pagar salarios, pero no obtuvo ninguna respuesta. "Lamentablemente, esto es finito: se agota el capital y no vale la pena", se resigna.
Abrió su firma en 2017 tras casi cinco décadas en el mercado cambiario y llegó a emplear a 11 personas. Ahora se quedó con un solo empleado. "Y con no muchas perspectivas de que algo suceda: yo voy a mantener esta estructura hasta que alguien levante el pulgar y se dé de baja el cupo", admite.
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