La economía pospandemia y las oportunidades que habrá para la Argentina
Donald Rumsfeld, el polémico secretario de Defensa de George W. Bush, dijo una vez que existen cosas que sabemos que sabemos, cosas que sabemos que no sabemos y cosas que no sabemos que no sabemos. El dicho podría aplicar perfectamente al mundo posCovid-19. Es mucho más lo que no sabemos que lo que sabemos.
Sin embargo, ya pasada la mitad de 2020, vale la pena parar la pelota e imaginarnos qué nos deparará la economía global y cuáles son los desafíos y oportunidades que se le presentarán a la Argentina. Aunque sea con información limitada, debemos tener algún marco para poder pensar sobre el futuro.
Con la información que tenemos hoy, parece que la economía posCovid se definirá por la interacción entre las características de la recuperación cíclica de la macroeconomía y los fuertes cambios estructurales en la forma de hacer negocios (la microeconomía). La suerte de la macro estará más que nunca atada a la dirección que tome la micro.
En términos macro, las incógnitas son muchas. ¿Cuál será la velocidad de recuperación de la economía global? ¿Tendrá forma de V, con una recuperación rápida, de "Nike" (por la forma del logo de la marca de ropa deportiva), más rápida al inicio -a medida que se levante la cuarentena- y más lenta después? ¿O quedará la actividad muy deprimida por mucho tiempo -como fue el caso de la Gran Depresión? ¿Cómo resolverán los países los elevados niveles de deuda de sus gobiernos, empresas y familias? Relacionado con esto: ¿La inflación aumentará o se mantendrá baja?
Pero algunas respuestas si asoman. A diferencia de otras crisis recientes, en las cuales la estructura de la economía quedó más o menos estable, la resolución de estos problemas macro se dará en el marco de una fuerte transformación en la estructura económica global. La crisis del Covid-19 está acelerando a pasos agigantados tendencias que ya se venían registrando en la economía, incluyendo el teletrabajo, las compras online y, más genéricamente, la digitalización y la desmaterialización (la sustitución digital de bienes y servicios materiales). Quizás también lleve a una desconcentración de los grandes centros urbanos.
Otra tendencia que se acentuará es la búsqueda de sustentabilidad. El coronavirus puso de manifiesto cuán interconectado y frágil es el mundo, y el rol que tienen en la emergencia de nuevas zoonosis -enfermedades transmisibles de los animales a los humanos- las modificaciones ecológicas que ocasiona el hombre. En forma vinculada, el reto del calentamiento global es cada vez más acuciante.
La relación entre estos desafíos y la macroeconomía está ya a la vista. Christine Lagarde, la exdirectora gerente del Fondo Monetario Internacional (FMI) y nueva presidenta del Banco Central Europeo, prometió explorar cambios "verdes" en todas las operaciones del banco, incluidos los 2,8 billones de euros destinados a comprar activos financieros para salir de la crisis. La propuesta de "Green Deal" de la Comisión Europea va en el mismo sentido: la transición económica estará ligada a la transición verde y a la transición digital.
Además, la crisis va a traer cambios importantes en las cadenas globales de producción. Hasta la crisis del Covid-19, las cadenas globales de valor se estructuraron en base al concepto de eficiencia, con múltiples partes de un bien producidas en distintos países o ciudades, e intercambiadas mediante un eficiente sistema de comercio internacional. Sobre esta base, desde 1980 hasta 2019 el comercio global se multiplicó por cuatro y los flujos de inversión extranjera directa crecieron aún más.
Este desarrollo benefició principalmente a China, que sumó cientos de millones de trabajadores a la economía global en décadas recientes.
Eficiencia y resiliencia
Luego de la crisis del Covid-19, del concepto de eficiencia ("just in time"), se pasará a uno que también considere la resiliencia ("just in case"), con diversificación de fuentes de abastecimiento y tenencia de inventarios más holgados. Esta tendencia, que de mínima va a abarcar a las cadenas globales sanitarias y, con alta probabilidad, alimentarias y de tecnología, es factible que abarque a casi todas las industrias. La guerra comercial entre Estados Unidos y China, que está lejos de haber terminado, y un aumento general del proteccionismo podrían acentuar esta tendencia, lo que llevaría a la reubicación geográfica de industrias.
Es así como probablemente nos encaminaremos a una economía de múltiples velocidades. Lenta y dinámica al mismo tiempo. Por un lado, el crecimiento de la economía global será más lento que en el pasado y con más inflación. Varios factores apuntan en este sentido. La quiebra de muchas empresas y el aumento del número de empresas zombi, con niveles de endeudamiento tan elevados que se vuelven menos dinámicas. Y hay un sistema bancario que va a quedar golpeado por el crecimiento de los créditos incobrables. Además, los cambios productivos generarán ociosidades en los sectores menos dinámicos. En particular, se requerirán fuertes inversiones en educación para readecuar la fuerza laboral hacia los sectores más dinámicos.
Casi todos los países del mundo quedarán con deudas muy elevadas medidas como porcentajes del producto bruto interno (PBI). En el pasado, estas situaciones fueron superadas mediante consolidaciones fiscales (mayores impuestos), mayor crecimiento económico, más inflación, reestructuraciones, o una combinación de ellos. Es difícil que el crecimiento económico sea tal que permita "licuar" estas deudas, a menos que la revolución digital y verde sea arrolladora. También es difícil pensar en reestructuraciones, al menos en los países desarrollados. Entonces, es probable que veamos una combinación de mayores impuestos y más inflación.
Esta lentitud, sin embargo, no será generalizada. El capitalismo no va a desaparecer, solo se va a adaptar a las nuevas circunstancias. Habrá sectores y países que podrán capitalizar mejor el nuevo panorama económico. Son aquellos con instituciones más fuertes, economías más sanas, con capacidad de atraer las industrias que se vean desplazadas de China e inversiones en los sectores más dinámicos.
Andrés Manuel López Obrador, presidente de México, comprendió esto perfectamente cuando, más allá de las diferencias ideológicas, hizo buenas migas con Donald Trump en la firma del relanzado acuerdo de libre comercio entre ambos países. Apunta, quizás, a que México reemplace a China como proveedor en algunas industrias.
La Argentina tiene, si las sabe aprovechar, importantes oportunidades en la nueva economía global.
Para empezar, una vez terminada la reestructuración de la deuda soberana, el Gobierno, las empresas y las familias quedarán con servicios de deuda (intereses y amortizaciones) mucho menos exigentes que los de la mayoría de los países. Hay, además, al menos tres sectores en los que nos podemos beneficiar: exportaciones agrícolas, energías renovables y servicios tecnológicos. El mundo demandará productos de una agricultura sustentable, productos producidos con energías renovables e insumos para esta revolución como es el caso del litio.
Sectores con oportunidades
Nuestros ecosistemas de las industrias del conocimiento y de los contenidos están además muy desarrollados con respecto a otros sectores, incluyendo empresas líderes a nivel latinoamericano y muchas otras emergentes.
Para ello, de mínima tenemos que dejar de meter en el arco pelotas que van afuera de la cancha. Un ejemplo de esto es la Ley del Teletrabajo, que ya recibió media sanción de la Cámara de Diputados.
Más regulaciones solo desalentarán la inversión y la diversificación geográfica del trabajo a lo largo y a lo ancho del país. Más genéricamente, necesitamos relaciones laborales más modernas para no desaprovechar las oportunidades que brindará la nueva economía. Teléfono para Moyano.
Podemos volver a esconder la cabeza debajo de la tierra y aislarnos, como en la posguerra, actitud que tanto daño nos causó, o podemos sacarla e implementar políticas adecuadas para poder competir con éxito en la nueva economía global. Esto incluye, además de bajar impuestos, poder importar y exportar libremente, algo que el equipo económico no parece entender del todo.
Difícilmente podamos competir exitosamente en, por ejemplo, la industria del conocimiento, que requiere hardware y software de punta, en un país que no permite conseguir, como literalmente me pasó esta semana, ni una parte importada para reparar un electrodoméstico.
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