Distrito tecnológico: la hora de apostar
Con más de 60 mil metros cuadrados en construcción y valores de alquiler en continuo aumento, Parque Patricios demuestra ser una excelente oportunidad para desarrolladores e inversores
Los últimos diez años fueron testigos del cambio de fisonomía de uno de los barrios más emblemáticos de la Ciudad. Si bien en Argentina hay polos tecnológicos en ciudades como Tandil o Córdoba, el beneficio de estar a apenas 10 minutos en subte desde el Obelisco, es una situación inmejorable para las empresas.
Parque Patricios fue dejando atrás galpones y depósitos, para dar lugar a modernos edificios de oficinas corporativas y antiguas plantas fabriles reconvertidas de acuerdo a las últimas tendencias de espacios de oficina. La mutación empezó en diciembre de 2008, cuando, a través de la Ley 2.972, el Gobierno porteño impulsó la creación del Distrito Tecnológico.
Esta iniciativa, que también involucra al sector privado e instituciones educativas, tiene como objetivo fomentar la industria de las Tecnologías de la Información y las Comunicaciones (TICs), a través de incentivos impositivos. Con una superficie de 200 hectáreas, el distrito ya cuenta con más de 320 empresas que apostaron a la zona y accedieron a los beneficios.
Indicadores del crecimiento
Con una superficie de oficinas construidas que llega a más 100 mil metros cuadrados, el crecimiento queda más que confirmado. “El desarrollo de Parque Patricios como Distrito Tecnológico es hoy una realidad concreta, no solo por la cantidad y la calidad de empresas que se instalaron sino por la inversión que se realizó en infraestructura, transporte y seguridad.”, explica Rafael Valera, Broker Senior de Cushman & Wakefield. “Si bien el cambio de fisonomía es claramente visible, el barrio mantiene su carácter residencial y de esparcimiento con espacios verdes”, agrega Valera.
“Los precios de incidencia son más razonables en comparación con otros submercados de la Ciudad, y los alquileres funcionan como un anzuelo: entre 20 y 24 dólares por metro cuadrado para oficinas corporativas”, detalla Maël Desse, Broker de Cushman & Wakefield.
Los beneficios impositivos establecidos por la ley 2.972 son un gran atractivo para la radicación de empresas: “Los desarrolladores evalúan invertir en forma especulativa porque saben que las compañías tienen interés en instalar las sedes para sus oficinas con el fin de percibir los beneficios y hay pocos metros cuadrados construidos disponibles”, afirma Valera. “En esa línea, los desarrolladores que entraron al distrito cuando se creó, hoy vuelven a invertir, redoblando así su apuesta por este polo” concluye.
En el Distrito Tecnológico se pueden encontrar oficinas clase A, edificios corporativos clase B y también antiguos edificios refuncionalizados. Estos últimos mantienen las fachadas y la arquitectura original, pero en su interior poseen mejoras tales como piso técnico, característico de edificios de alta gama. “Es importante destacar que aún quedan terrenos, galpones y antiguas fábricas para el desarrollo y la inversión.” recuerda Maël Desse.
La llegada de las universidades terminó por conformar el cluster. “En Barcelona y en París observamos modelos similares donde conviven, en una misma zona, oficinas y universidades. Este encuentro entre distintos actores fomenta la creación de conocimiento y riqueza. Funciona como un coworking a cielo abierto”, cierra Valera.
Beneficiarios y más beneficios
Las empresas a las que se dirige la normativa son las que desarrollan actividades informáticas, de producción de hardware, telecomunicaciones, biotecnología, ingeniería, robótica y nanotecnología, entre otras del campo de las TICs. A estas, se les ofrecen exenciones impositivas sobre impuestos municipales por 10 años: pago de ingresos brutos, impuestos de sellos y pago de ABL. En la práctica, muchas empresas que no pertenecen 100% al rubro tecnológico se radicaron también en la zona y reciben los beneficios de estas exenciones para la porción de su actividad que aplica a las categorías definidas por la ley del distrito.
LA NACION