Disolución de la AFIP: sale Sergio Massa, entra Santiago Caputo
Los cambios en el organismo recaudador tienen una pretensión de ahorro presupuestario, pero son al mismo tiempo una bomba política: el Gobierno ha decidido forjar un elenco propio de técnicos y romper el que regía hasta ahora, referenciado en Massa y Michel
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La disolución de la AFIP podría ser vista únicamente desde su aspecto administrativo: una medida destinada a ahorrar, como dijo el Gobierno en su comunicado, unos 6400 millones de pesos anuales mediante la baja de sueldos y la desvinculación de 3155 agentes que entraron durante la gestión anterior. Pero el espíritu de la norma incluye también una bomba política: es el primer quiebre real, deliberado y público de Javier Milei con el espacio que conduce Sergio Massa, hasta ayer con presencia relevante en lugares estratégicos del Estado.
El Frente Renovador fue, durante la campaña electoral, una de las fuerzas que más apuntaló las aspiraciones y las listas del ahora presidente, que llegó al poder con una estructura nueva y carente de cuadros técnicos. Massa lo hizo mientras, igual que todo el peronismo, creyó que el adversario por vencer en octubre pasado sería Juntos por el Cambio. Fue un error de cálculo.
Las modificaciones en el organismo recaudador representan entonces una reconfiguración que había empezado a manifestarse la semana pasada, cuando el vocero presidencial, Manuel Adorni, anunció que se iniciaría una investigación sobre AySA, empresa que hasta diciembre presidió Malena Galmarini y que el Gobierno acusa ahora de haber sido una caja proselitista.
El viraje no sorprendió en realidad a todos los ejecutivos de la AFIP, muchos de ellos referenciados en el massista Guillermo Michel, ex jefe de la Aduana hasta diciembre, que de algún modo lo veían venir: hasta ayer decían internamente que la presencia de varios de ellos en el organismo obedecía un “acuerdo por la primera mitad del año o un poco más”.
Es probable que los primeros notificados, ellos mismos, hayan sido también quienes lo dejaron trascender hace dos meses, cuando el país hablaba de otra cosa. Lo publicó el 6 de agosto pasado La Política Online con este título: “Santiago Caputo quiere nombrar a un enemigo de Clarín en inteligencia fiscal en la AFIP”. Se refería a quien estará ahora al frente del organismo, Andrés Edgardo Vázquez, que encabezó en 2009 como jefe de la Dirección Regional Sur, y todavía con Néstor Kirchner en vida, el operativo sobre las instalaciones del grupo periodístico.
¿Qué llevó a Milei a dar ese paso indudablemente arriesgado para una fuerza en minoría parlamentaria y que apenas venía insinuando en las declaraciones, cada vez que se refería a Massa como “el enemigo”? ¿Se siente más fuerte que en enero? ¿O ve en la atomización del peronismo una oportunidad? Probablemente, sean ambos factores sumados a una convicción que, días atrás, consultado al respecto por un interlocutor de buena relación con el Presidente, repetía Santiago Caputo sobre Massa: “Ya no le debemos nada”.
La semana pasada, en La Libertad Avanza ya admitían esta pretensión de tomar una distancia de manera explícita. Uno de los argumentos usados al respecto era que la capacidad de daño político del líder del Frente Renovador era a estas alturas bastante más acotada que al principio del gobierno. “Cualquier eventual enojo es una granada que le explota en la mano”, dijo alguien con ingreso frecuente en la Casa Rosada.
Milei decidió entonces detonarla. No lo hizo como se lo propone hace tiempo Macri, aprovechando cuadros técnicos del Pro. Eligió, al contrario, y como siempre últimamente, tener su propio aliado. Lo encontró en un sector interno de la AFIP: el que ahora encabeza Vázquez, empleado del organismo desde 1991 y durante muchos años jefe de la Dirección de Inteligencia Fiscal. Un área y un entorno sensibles. Cuestionado adentro porque ha cobijado por ejemplo a Damián Sierra, un agente vinculado con los servicios de inteligencia. Sierra murió en 2016, pero, tres meses antes, se había hecho conocido en el mundo de la política por haber ayudado a salir del país a Antonio Stiuso, enemistado entonces con Cristina Kirchner: lo llevó en su Grand Cherokee a Uruguay.
Vázquez ocupó hasta ese año la jefatura de la Dirección Regional Sur del conurbano, de la que fue desplazado por Oscar Parrilli, entonces jefe de la Secretaría de Inteligencia, y desde ahí pasó a la Aduana de La Plata, donde figuraba hasta ayer.
En 2008, como publicó Hugo Alconada Mon en este medio, Vázquez y otros funcionarios y sindicalistas fueron denunciados por Graciela Ocaña en una causa que investigaba acciones de lavado a través de cuentas no declaradas del BNP Paribas que enviaban fondos a paraísos fiscales. Varios de los investigados regularizaron años después su situación con los blanqueos.
¿Pudo Caputo, armador político del Gobierno, reemplazar la vieja casta por otro elenco? ¿Podrían haber sido al menos aliados nuevos o desprovistos de cuestionamientos? ¿Sería una ingenuidad intentarlo cuando todavía el éxito económico de Milei no está consumado? El tiempo lo dirá. Hasta ahora, al menos en un área como la de la AFIP, espinosa y traicionera, la propuesta viene apuntalada por un poder ya constituido. “Tabula rasa”. Como haciendo honor a la paradoja de Nietzsche en Así habló Zaratustra, cuando le recomendaba a quien quisiera mantenerse limpio entre los hombres aprender a lavarse incluso con agua sucia.
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