Diego Bossio: “Fueron muchos años de déficit y eso genera problemas serios”
El economista de Equilibra y exdirector de la Anses durante la gestión de Cristina Kirchner, sostuvo que el equilibrio fiscal se logró como se pudo en el inicio de la actual gestión, pero que ahora habría que institucionalizarlo; su visión sobre las moratorias previsionales y los blanqueos impositivos
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Estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires e hizo la maestría en la Universidad de San Andrés; fue funcionario del exgobernador de Mendoza Celso Jaque, director ejecutivo de la Anses (2009-2015) y diputado nacional por la provincia de Buenos Aires (2015-2019); es fundador del centro de investigaciones Equilibra
Diego Bossio divide su tiempo entre la política y Racing, sus dos pasiones que se ven reflejadas en cuadros del peronismo y de la camiseta de la Academia, que adornan su oficina en Equilibra, la consultora económica que fundó junto con Martín Rapetti. En una entrevista con LA NACION, el exdiputado nacional elogia la política de equilibrio fiscal que propone el presidente Javier Milei y dice que el peronismo se debe una autocrítica.
–¿Qué le pareció la presentación del presupuesto y el objetivo de mantener el equilibrio fiscal?
–El presupuesto luce demasiado optimista por el crecimiento y la inflación prevista, que es 1,4% mensual. Los ministros de Economía en general tratan de generar cierto optimismo en los presupuestos, con expectativa de baja inflación, ingresos de capitales, tipo de cambio estable y control de la inflación. Lo que resalto del Gobierno es su vocación por sanear las cuentas fiscales.
–¿Por qué?
–Si me preguntaban un año atrás si era posible hacer un ajuste de 5% del PBI en la Argentina, decía que eso tenía un costo social casi imposible de sostener. Sin embargo, con decisión política, en un contexto político posiblemente de debilidad, el Presidente ordenó las cuentas fiscales, que evidentemente es un ancla importante para proyectar la economía.
–¿Cree que el Gobierno evitó una hiperinflación con el ajuste?
–A diferencia de lo que dice Milei, había un riesgo, sobre todo producto de los desbalances que tenía la economía, pero nunca estuvimos en estado de hiperinflación. El Gobierno hizo un ajuste que era inevitable, muy fuerte en lo cambiario y fiscal, ordenó la hoja de balance del Banco Central (BCRA) y bajó la inflación. También ordenó las reservas producto de un manejo financiero, con el famoso Bopreal y la calendarización de los pagos de las importaciones. Todo eso tuvo algún impacto muy fuerte en la baja de la inflación, pero ya empieza a encontrar ciertos límites. El principal talón de Aquiles que tiene el plan es el dólar, que no es llamativo en la Argentina, donde gobernar es gobernar el dólar.
–¿Es por eso que el riesgo país no baja?
–Milei se la pasó en los medios de comunicación señalando las inconsistencias macroeconómicas y ahora él tiene una inconsistencia muy fuerte que es el precio del dólar y el flujo. El equilibrio fiscal se hizo como pudo, como se suele hacer al principio. Uno no se puede poner en catador fiscal, pero después de nueve meses hay que institucionalizarlo. La Argentina tiene que transitar con un tipo de cambio competitivo que nos permita acumular reservas, ganar sostenibilidad en el Banco Central y que haya una percepción del riesgo argentino mucho menor.
–¿Por qué cree que la sociedad está tolerando el ajuste?
–Hay un cambio de época. Más de 30 veces el Presidente habló de equilibrio fiscal en el Congreso, algo impensado 10 o 15 años atrás. Una cosa es un cambio de gobierno, que es lo que pasó entre Cristina y Macri, y otra cosa es que haya un cambio de época, en donde se generan denominadores comunes en ciertas cuestiones más proclive a reducir el Estado. El Presidente interpreta ese cambio de época. Me parece que también está reflejando un hartazgo muy grande por parte de la sociedad con la política y con los políticos. Él interpreta eso, para mí equivocadamente, porque una vez en el ejercicio de gobierno, la sociedad quiere que resuelvas los temas. Veo que él tuvo vocación de ordenar lo fiscal y de desparasitar la economía argentina, que es como llamo a la política de desregular, porque la desregulación que ellos dicen avanza y retrocece, como pasó con las prepagas, porque genera problemas inflacionarios y porque se dan cuenta de que el mercado no es tan perfecto como creen. Pero hay un proceso de desparasitación y desburocratización en una economía que está llena de parásitos y que lo único que hace es poner trabas al normal funcionamiento. Otro punto para destacar es el control de la calle.
–¿En qué sentido?
–En octubre pasado, con un gobierno peronista, no se podía transitar por la 9 de Julio, llegabas tarde a cualquier lado. Con audacia, con determinación, con firmeza, sacando algunos planes sociales, quizás con cierta dureza que no la comparto por parte de la ministra Patricia Bullrich, hoy te invito a recorrer la 9 de Julio y no pasa nada, no hay acampe, no hay piquete, no hay corte. Me parece que también tiene que ver con el cambio de época; la sociedad está repudiando este tipo de acciones. Milei es un emergente de estas cosas. Todo esto que parece muy interesante tiene su correlato en que hay que ver cuán sostenible es. Porque también se ven un montón de cosas, como las peleas innecesarias en el plano internacional o la incapacidad de llegar a acuerdos. Hay que acotar la crisis de confianza y eso se logra con institucionalidad. Nosotros deberíamos replantearnos en la Argentina una reforma constitucional que tenga dos ejes, una regla fiscal y una institucionalidad monetaria, para que no queden dudas de que el Banco Central no va a estar al servicio del fisco y que va a ser independiente y prestigioso. Lo de la regla fiscal es porque es cierto lo que dice el Presidente, fueron muchos años de déficit y eso genera problemas serios y graves.
–¿Se imagina al peronismo acompañando las propuestas?
–El peronismo debe ocuparse de pensar de qué manera tiene una economía sana. Para eso se necesita equilibrio fiscal. En los primeros años del gobierno de Kirchner había doble superávit, comercial, porque el tipo de cambio era alto, y fiscal. Lo mismo ocurrió en una etapa del menemismo. Me parece que el peronismo debe hacer una profunda autocrítica. No es que el déficit fiscal no importa y que no tiene ningún efecto con la inflación. Así terminamos con Milei de presidente. Por otro lado, hay que ocuparse de una agenda que el Gobierno no se está ocupando, que es la del desarrollo, la productividad, la minería, la economía del conocimiento. No puede estar una parte importante del peronismo peleado con el agro. Es el sector más dinámico, más capitalista que tiene la Argentina. Y quizás tenemos que pensar de qué manera le sacamos ese pie de la cabeza y hacemos un sendero para reducir las retenciones, para que ese flujo de recursos pueda ser invertido en capitalización, en tecnología, en riego, en mejores semillas, para no quedarnos atrás en la competitividad. Si el peronismo lo único que espera es que fracase lo que está pasando ahora, me parece que es, como mínimo, mediocre.
–¿Qué líderes hay dentro del peronismo? Porque Cristina Kirchner tiene un pensamiento opuesto al que está describiendo.
–En la última carta esboza una autocrítica y hay un giro a la ortodoxia. Me llamó poderosamente la atención. Pero van a surgir los líderes. Me parece que hay dirigentes políticos valorables, que vienen con un posicionamiento más moderno, más capitalista, como Llaryora, Schiaretti, Randazzo, Pichetto, Horacio Rodríguez Larreta. Dirigentes políticos con una mirada de centro, como Emilio Monzó, Nicolás Massot, Rogelio Frigerio. Tienen una mirada institucional y, a diferencia de lo que ocurre con Milei, tienen un apego muy fuerte al territorio, con una mirada puesta en la producción, en el campo y en la industria. El gran desafío de estos líderes de centro es cómo pasan de representar una cuestión no significativa en términos electorales a enamorar a los argentinos.
–No mencionó a Sergio Massa.
–Independientemente de la situación crítica en la que dejó la economía argentina, respeto la gente con vocación y con voluntad política. Y él en un momento difícil, en el que el presidente [Alberto Fernández] evidentemente estaba en otra, agarró la situación y trató de generar algún tipo de esbozo de orden fiscal, de acuerdo con el FMI, y generó alguna situación como para sentar las primeras bases para, eventualmente, tener un plan de estabilización. Después vino el devenir de la campaña, donde prima la vocación de ganar una elección y hubo posiblemente algunos grados de libertad que generan costos grandes y que la sociedad advirtió. Pero me parece que está jugando el partido del kirchnerismo. Y creo que el kirchnerismo ha demostrado que no comparte el poder. El kirchnerismo te designa, pero son ellos los que lideran. Le ocurrió a Alberto Fernández; cuando quiso moverse un poquito, enseguida fue señalado y hubo internas a cielo abierto. Ahí hay un problema y no va a ser sencillo para el peronismo desentenderse. Por eso tiene que ser algo nuevo, más amplio, que le permita a la Argentina entrar un camino moderno, capitalista, profundamente democrático. ¿Qué hacen sectores del peronismo reivindicando el papelón y el cachivache de Maduro?
–Sobre las jubilaciones...
–El 32% del ajuste del Gobierno se explica por la caída en las transferencias a jubilados.
–En el Gobierno dicen que durante la gestión de Cristina Kirchner se dieron muchas moratorias, lo cual hizo que el sistema sea infinanciable.
–En el tema de las moratorias hay mucha hipocresía. Resulta que las moratorias fiscales a las empresas están bien, pero la moratoria al abuelito de Jujuy está mal. Resulta que hubo 10 blanqueos desde 1970 a la fecha. Los blanqueos son pomposos, la gente que estaba ilegal viene, trae la plata y son héroes, como dijo el Presidente en el foro de Llao Llao. Una moratoria es regularizar la situación frente al fisco para poder jubilarte. Yo participé de la segunda moratoria, donde ingresaron un millón de jubilados. En promedio tenían entre 10 y 12 años de aporte. Si no hacemos nada con eso, en 10 años, tres de cada siete argentinos se van a jubilar y el resto no va a tener chance.
–Pero la moratoria fiscal o el blanqueo no genera un problema de financiación del sistema. El impacto a mediano y largo plazo es distinto.
–¿Qué pasaría si todos los que evaden pagaran en tiempo y forma? ¿Por qué hubo 10 blanqueos? Las moratorias previsionales fueron votadas por unanimidad, excepto por Martín Lousteau, que en la que yo participé no votó porque quería tener un análisis actuarial más profundo. Nobleza obliga. Pero las moratorias fueron casi todas votadas por unanimidad, porque había una sociedad y un sistema político que entendía que al jubilado había que asistirlo de una manera. También hay una conciencia de las dificultades que tiene la Argentina en términos de registración laboral. La Argentina tiene la misma cantidad de aportantes privados de cuando dejé la Anses. Y todo eso no alcanza para pagar jubilaciones. Cuando dejé la Anses, en noviembre de 2015, a precios de hoy, la jubilación mínima era $435.000. Hoy es $230.000 más $70.000 de bono. Los jubilados en los últimos nueve años perdieron aproximadamente 30% de su ingreso real. Hay una cuestión de orden de prioridad. La Argentina necesita reformar su sistema previsional, necesita ver de qué manera aumenta la cantidad de gente que aporta al sistema para hacer sostenible activos pasivo. Tiene que darse un debate profundo.
–¿Está preparada la sociedad para esa discusión?
–Creo que hay que darla. Incluso hay que dar otras discusiones, posiblemente la suba de la edad jubilatoria. No es lo mismo tener 60 años hace 30 años que tenerlo ahora. Se aumentó la expectativa de vida. Pero no quiero ser hipócrita, porque me dicen que el problema son las moratorias. Entonces no demos moratorias a nadie porque la AFIP se cansa de dar moratorias.
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