Diego Bossio: “Es casi imperdonable que no tengamos un programa para favorecer las exportaciones”
Estudió Economía en la Universidad de Buenos Aires e hizo la maestría en la Universidad de San Andrés; fue funcionario del exgobernador de Mendoza Celso Jaque, director ejecutivo de la Anses (2009-2015) y diputado nacional por la provincia de Buenos Aires (2015-2019); es fundador del centro de investigación Equilibra
- 9 minutos de lectura'
Diego Bossio dejó su banca de diputado hace dos años –tuvo como asesor en algunos temas de deuda al ministro de Economía, Martín Guzmán–, pero está lejos de abandonar la política. Si bien apoyó al Gobierno al inicio de la gestión, actualmente se siente “defraudado”. El exdirector ejecutivo de la Anses dice que el peronismo tiene que adoptar “un camino mucho más vinculado al capitalismo con sensibilidad social” y advierte sobre la falta de dólares en el país.
“En las últimas seis décadas, la Argentina estuvo en recesión en uno de cada tres años. Solamente tuvo dos períodos de crecimiento de cinco años consecutivos: entre 1964 y 1974 y en los primeros años de Néstor Kirchner, de 2003 a 2008. La característica de esos dos períodos es que había dólares suficientes para sostener el crecimiento”, señala.
–¿Cómo evalúa la gestión de Alberto Fernández?
–Cuando asumió, su principal objetivo era reconstruir la Argentina y, en términos económicos, planteó cuatro cosas. La primera era tener ordenada la cuestión fiscal. De hecho, la ley de solidaridad era un ajuste fiscal, con la cual se modificó el índice de movilidad jubilatoria y se incorporaron algunos tributos. Eso se vio interrumpido por la pandemia. El segundo y tercer objetivo era resolver el tema de la deuda privada y con el FMI. Ahí hay una marca registrada del Gobierno, que es dilatar las negociaciones; le cuesta tomar decisiones de manera más rápida. En la reestructuración de la deuda privada se vio que las pretensiones de los acreedores se impusieron después de un largo período de negociación. Ahora también se está dilatando la negociación con el FMI. En este caso, se demoró porque había margen para hacerlo, porque el año pasado el precio de la soja creció de manera extraordinaria. Los argentinos nos encontramos con US$10.000 millones extras de exportaciones con la misma producción. Además, llegaron US$5000 millones extras de DEG [dinero del FMI] para fortalecer a los bancos centrales tras la pandemia. Los casi US$15.000 millones de shock extra permitieron estirar la negociación. El cuarto objetivo al comienzo de la gestión era la recuperación económica. Este año hay un rebote de la economía, se está creciendo más de lo esperado, pero en perspectivas futuras hay que ver si este crecimiento se sostiene. Todo esto hace que mucha gente se siente defraudada. Yo me siento defraudado con este gobierno, que en dos años perdió 5 millones de votos y no cumplió con las expectativas, más allá de la pandemia.
–¿Por qué cree que se “desaprovecharon” los US$15.000 millones? ¿Cuánto pesaron la decisión política por las elecciones y la vicepresidenta Cristina Kirchner?
–Me parece injusto cargar todas las tintas en Cristina, porque quien gobierna es el Poder Ejecutivo, que tiene que poner a consideración de la sociedad los planes a seguir. Hace seis años que no hablo con Cristina, pero si uno mira lo que declara, hay una coherencia a lo largo de su historia. Ella plantea en sus exposiciones su convicción de no querer saber nada con las condicionalidades que exige el FMI. Pero el realismo impone que hay un acuerdo que hay que lograr. Es un tema importante e ineludible, porque no están los recursos para cancelar la deuda y la Argentina necesita despejar ese frente y dar certidumbre.
–¿Por qué todavía no se llegó a un acuerdo?
–Para el peronismo es un experimento nuevo la coalición, porque siempre tuvimos una lógica de un liderazgo fuerte, que conducía y todos avanzaban en ese sentido. Los distintos actores de la coalición hoy no coinciden en todos los objetivos y por eso hay tensiones. Las coaliciones muchas veces toman decisiones, pero no avanzan. Creo que hay actores relevantes, como Cristina, que tienen una convicción muy fuerte. Al gobierno lo eligen para resolver problemas, no para deslindar responsabilidad en el pasado. Y no importa cuál es el origen de esos problemas, porque en definitiva hay una continuidad del Estado. Es importante hacerse cargo, porque si uno tiene la vocación de gobernar, por delante hay desafíos importantes.
–¿Quién es el líder del peronismo actualmente?
–Cristina Kirchner es una persona muy importante dentro del espacio del peronismo más amplio. Pero no se ve un liderazgo claro como en otras épocas.
–¿Qué rol le asigna al diputado Sergio Massa en esta coalición?
–Con él tengo una relación excelente de aprecio y cariño. Él también fue director de Anses siendo muy joven. A partir de ahí construimos una relación muy buena. Siempre fue alguien que tuvo vocación y voluntad de liderazgo, y trata de aportar su mirada de alivio fiscal a los sectores medios dentro de la coalición. No necesariamente es la mirada que impera o que conduce el proceso. Lo mismo pasa con los gobernadores. El jefe de Gabinete, Juan Manzur, está para aportar una mirada federal, más vinculada a los sectores productivos y a la necesidad de los gobernadores de tener una voz, que tienen realidades muy distintas a las de la ciudad de Buenos Aires.
–Dijo que hace seis años que no habla con la vicepresidenta, pero, ¿qué opinión tiene de ella?
–Quisiera distinguir dos planos distintos. Uno es el plano personal, donde siento respeto y gratitud de haberme dado la confianza para hacer cosas que solo ella y yo sabemos que fueron buenas para la Argentina, y me siento sumamente orgulloso. Pero hay una diferencia sustancial en el rumbo. Mientras ella cree en una situación casi estatista y asistencialista como motor del crecimiento, yo creo que el peronismo tiene que adoptar un camino mucho más vinculado al capitalismo con sensibilidad social. No hay que dejar de lado las claras banderas que tiene el peronismo, como priorizar a los desprotegidos, pero con esa sensibilidad social hay que tener un rumbo claro de apostar al crecimiento, a la inversión privada y a las exportaciones que hace el sector privado. Hoy el peronismo está ajeno a las empresas tecnológicas, a los unicornios, a la gente que innova, a los que se preparan, a los que tienen capacidad de juntar recursos para poder expandirse en el mundo. Me parece que nos cuesta mucho hacer entender esos procesos de modernidad, que son el futuro de la Argentina. En la dimensión política yo siento que hay diferencias de rumbo muy fuertes con Cristina.
–Usted dijo que se siente “defraudado” con el Gobierno. ¿Qué vio en 2019 que lo llevó a apoyarlo?
–Como muchos compañeros, entendimos que este proceso iba a generar expectativas, que iba a iniciar el proceso de reconstruir la Argentina. Ese proceso no ocurrió, con lo cual nos sentimos sumamente defraudados. Alberto Fernández tiene por delante dos años de gobierno y tendrá la oportunidad de revertir ese vínculo con gran parte de la sociedad. Yo soy peronista y hablo con muchos peronistas que quizá en público dicen una cosa, pero en privado dicen otra. Yo digo lo que siento y soy respetuoso de mis compañeros porque tienen sus tiempos.
–¿Cómo ve a la coalición durante los próximos dos años? ¿Hay riesgo de ruptura?
–Los gobiernos por lo general tienen una profunda vocación de postergar las crisis, porque es la naturaleza propia de la preservación de quienes conducen el proceso. No es momento de presagiar catástrofes, no habrá una hiperinflación en la Argentina, por lo menos en el corto plazo, aunque sí puede haber situaciones complejas.
–¿Como cuáles?
–El año que viene no habrá suficientes dólares. Ese shock positivo que tuvimos este año de los US$15.000 millones no estará en 2022. El escenario internacional empieza a plantear aumento de tasa de interés internacional. China y Brasil desaceleraron su crecimiento y hay dudas sobre el Covid y las nuevas variantes. Por delante hay un escenario no tan ventajoso como este año. En el corto plazo estamos lejos del escenario catastrófico, puede haber una buena cosecha, con precios buenos, pero no excepcionales. La falta de dólares puede ser un limitante para que efectivamente haya un crecimiento robusto en la Argentina. En la consultora hicimos un análisis de las exportaciones. Entre el año 2004 y 2005, el promedio mensual de empresas que exportaban era de 6000; hoy son 4000 por mes. Si nosotros tuviéramos la misma cantidad de empresas que teníamos en los primeros años de 2000, hoy las exportaciones serían superiores en US$17.000 millones. Estos son los dólares que necesitamos para crecer. Es casi imperdonable que no tengamos un programa para favorecer las exportaciones, con un tipo de cambio competitivo y con acuerdos comerciales.
–Dijo que todos los gobiernos tienen una vocación para postergar las crisis. ¿Por qué cree que no tienen la misma convicción para resolverlas y así dejar de patear el problema al siguiente?
–La Argentina necesita acuerdos y consensos para ponerse los pantalones largos y hacer las reformas necesarias para que haya inversión privada, empleo genuino, para que haya institucionalidad fiscal. Fue muy triste lo que vimos el otro día con el presupuesto. Aquellos dirigentes a quienes aprecio, respeto y quiero, que hacen un mantra de la pelea contra la grieta, en el momento que tenían que poner la otra mejilla, no lo hicieron. Aun con sus razones, no pudieron llegar a un acuerdo. Cuando era diputado, armamos un bloque con legisladores fundamentalmente del interior, que teníamos como vocación el diálogo y el consenso. Entonces, fuimos señalados y descalificados por los mismos que el otro día pedían diálogo.
–¿Habla del kirchnerismo?
–Sí, los mismos que reclamaban diálogo en ese entonces. Por eso lo viví no solo con tristeza, sino también con asombro. La construcción del diálogo y de los consensos es un camino de ida y vuelta y de generación de confianza. Si efectivamente queremos romper con la grieta, se necesitan dirigentes que estén dispuestos a poner la otra mejilla.
–Pero todos los dirigentes dicen lo mismo...
–Yo lo hice y tuve un costo personal altísimo. El problema acá es que nadie está dispuesto a asumir costos. Ser dirigente político significa poner la Argentina por encima de cualquier especulación personal. Me parece además que la crisis política, social y económica que vive la Argentina amerita que la política empiece a tener aspectos menos conservadores, porque requiere de transformaciones. La Argentina necesita encarar un rumbo en el cual la política esté dispuesta a ceder, pero también a ponerse de acuerdo en cosas en las cuales no hay que discutir más. No podemos estar discutiendo déficit fiscal o planificación impositiva para que los sectores productivos puedan funcionar.
–Si lo llama el Gobierno para ofrecerle un cargo, ¿aceptaría?
–No. El peronismo consiste en tratar de aportar en el marco de las ideas. Yo vibro con la política y voy a hacer política toda mi vida. Son etapas, en algunas uno tiene mucho protagonismo y en otras decide tomar otros caminos. Estoy en contacto con muchos dirigentes del peronismo, que tienen mucha vocación de que las cosas cambien.
Otras noticias de Comunidad de Negocios
Más leídas de Economía
Se fundió y resurgió. La curiosa historia del emprendedor que le puso a su empresa un nombre que llama la atención de todos
De cuánto es el monto del exPotenciar Trabajo en diciembre de 2024
Disputa con los industriales. El Gobierno vació de presencia oficial una reunión empresaria
“Sabor, jugosidad y terneza”. Un frigorífico argentino ganó el premio al Mejor Lomo del planeta en el World Steak Challenge