Diecinueve días de transición que Milei y, sobre todo, Massa pueden evitar que no sean 500 noches
Desde junio, cuando se inició el proceso electoral formalmente, la solución a los problemas económicos de la Argentina fueron postergados; vienen días cruciales hasta el 10 de diciembre
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Finalmente, el proceso electoral que inició formalmente en junio, terminó con el contundente triunfo de Javier Milei. Desde aquella tarde de inscripción de fórmulas, las urgencias de la economía, que entonces ya eran extremas, entraron en modo pausa.
Con la nueva configuración de la Casa Rosada, empieza la primer cuenta regresiva rumbo al cambio de mando. Ahora sí se podrá ver la calidad democrática de la Argentina y, puntualmente, de los contrincante en el balotaje. Los que miran esta escena son, ni más ni menos, los argentinos cansados y agotados de sostener la vela política mientras las soluciones a los problemas de sus bolsillos pasan a segundo plano.
Cuando el candidato y ministro de Economía subió al escenario, pasadas las 20, se le veía de lejos la cara de derrota: no era para menos. Pese a contar con la billetera más impresionante que se haya visto en una campaña, Sergio Massa y todo el peronismo unido no pudieron contra La Libertad Avanza (LLA). Como dijo el perdedor, el referente del “perokirchnerismo renovador”, a Javier Milei lo separan 19 días para que le coloquen la banda presidencial. Para ser más precisos: 13 jornadas hábiles.
Justamente, ese tiempo será vital para entender la verdadera dimensión del país que heredará el libertario. Sucede que muchas variables que importan, y mucho, estaban atadas a la expectativa del triunfo del, por ahora y al cierre de esta edición, ministro de Economía. Con un presidente en ejercicio, Alberto Fernández, que abandonó la gestión hace más de un año, y con todos los ministerios apagados, Massa se dedicó a una gestión personalista y política, alejada de otro plan que no sea aguantar a fuerza de emisión, inflación y negociaciones puntuales con algunos sectores. Que se entienda, teléfono y conversaciones subidas de tono para llegar. No más que eso.
Por caso, los precios de los alimentos, de los combustibles y de la gran mayoría de los bienes de la economía están atados con alfileres por el Gobierno, maniatados por el miedo que Massa y su equipo les infligía a los empresarios de esos sectores para sostener el statu quo.
La semana pasada, un ejecutivo que maneja una empresa en el sector de consumo masivo, contaba que para ellos había una sola orden: que las góndolas no queden vacías. Eso, además de mantener los valores dentro de la burbuja ilusoria de Precios Justos, era toda la gestión del Gobierno para el sector. De hecho, no importaba demasiado que la góndola esté llena de un sólo producto, lo central era ocupar el espacio.
Ese esquema esconde, por caso, la dificultad para abastecerse que tienen las grandes cadenas de supermercados. Sucede que los fabricantes de alimentos y bebidas prefieren vender a los autoservicios o súper chinos que pagan, y cobran, alrededor de un 30% más. Ahí, comerciantes y consumidores, validan otros precios.
Ese esquema de precios desdoblados se sostenía en los llamados y las amenazas de Matías Tombolini, secretario de Comercio. Nadie asegura que esa áspera voz en el teléfono genere aquel efecto anestesia que tenía hasta el viernes pasado, cuando su jefe, Massa, tenía pólvora en sus bolsillos. Como aquel humorista que se metía las manos en el bolsillo para festejar un chiste, el equipo económico, si hace el mismo movimiento, sacarán papelitos de colores.
El dólar, por ejemplo, es otro caso de administración artesanal. Ese termómetro que se desprende de la cotización libre de la moneda había sido tabicada por la AFIP con persecuciones policiales en busca de algún que otro bolsero de poca monta. La imagen de algunos procedimientos en la City se usaba como materia prima para presionar a los grandes de verdad. Nada de planes en materia cambiaria. Teléfono, fotos y no mucho más.
En este tiempo electoral, desde junio hasta ahora, jamás se pensó en ninguna política pública destinada a solucionar los problemas de fondo. Más bien lo contrario. Si algo estuvo en la mirada del candidato y ministro era la campaña. No importaba el costo, sólo valía mantenerse en el poder. La política antiinflacionaria de Massa se limitó a la presión a muchos empresarios que, mansos, entregaron un tiempo mientras apostaron por el triunfo.
Pero el calendario consumió los días. Más allá del feriado de hoy, a Massa le tocará ver cómo se desarma su castillo de naipes. La duda es ver si lo hará como ministro, o si en realidad, volverá al llano después de decidir la renuncia, algo que nadie descarta.
No resulta serio pensar en una licencia como en las últimas horas dejó trascender el propio ministro. Los cargos ejecutivos, y más aún los que tienen que ver con el dinero, los salarios y las prioridades de la gente, se ejercen o se renuncia. Suena a humorada pedir licencia por 13 días hábiles que quedan hasta el 10 de diciembre. O mejor, sería una un acto de cobardía optar por una licencia para evitar los titulares sobre una renuncia.
Finalmente, más allá de la voluntad de Massa y Milei, la transición tendrá una dinámica propia. Claro que ambos, con madurez y convivencia, algo que no han mostrado hasta ahora, bien pueden mejorar los largos 19 días que quedan. Massa se ha quedado sin poder de administración. Y Milei, todavía no puede administrar.
Dos horas más tarde que Massa, el libertario, que fue presentado por su hermana Karina, dio su primer discurso como presidente electo. Dos veces pronunció la fecha del 10 de diciembre. Está claro que ese día asumirá, pero, se encargó de subrayar que hasta entonces las responsabilidades son de este Gobierno.
El líder de La Libertad Avanza teme que ya no sólo herede una pesada situación económica sino que, además, le endosen los últimos 20 días de gestión de el trío Fernández/Fernández/Massa. De hecho, abrumados por la derrota, hay quienes dicen que ya no hay ningún incentivo para mantener la administración del Gobierno.
Milei ganó prácticamente en todo el país. Nuevamente, como aquella vez con Mauricio Macri, los votos de Córdoba fueron abrumadores. Uno de los tres millones de diferencia que hubo con Massa los cosechó en el contundente 75,05% a 25,9% que estampó en Córdoba. Un consejo para el presidente electo: para hablar con acento cordobés se deberá estirar la vocal precedente a la sílaba acentuada.
Faltan 19 días para que Milei se siente en el sillón de Presidente. Los argentinos esperan que no se cumpla aquel clásico de Joaquín Sabina. Que no sean “19 días y 500 noches”.
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