Dice que el Estado debe cumplir un nuevo rol y que la obra pública sirve para reactivar; es el nuevo Presidente, Kirchner, con K de Keynes
El mandatario se define como un partidario de las ideas del economista inglés, que explicó las variaciones de la actividad por el nivel de demanda
John Maynard Keynes está muerto y enterrado. Pero a cuatro días de cumplirse 120 años de su nacimiento, parece haber resucitado. Al menos en la Argentina, donde el presidente Néstor Kirchner se define a sí mismo como un "neokeynesiano".
No es el único, en rigor. Hasta el presidente del Banco Central (BCRA), Alfonso Prat-Gay, esgrimía tarjetas personales cuando era socio de la consultora APL con una marca distintiva: sobre un fondo azul francia apagado surgía, pequeña, pero notoria, la representación de los míticos bigotes del economista inglés.
¿Por qué su renacer? ¿Por qué ahora? ¿Por qué aquí? "Porque es necesaria una articulación entre los intereses particulares y el interés general, porque es necesaria la intervención del Estado para superar los problemas argentinos, que repiten los que hubo en la crisis del 1929 en los Estados Unidos: insuficiencia de la demanda, caída del consumo, caída del sistema financiero y una asistencia social casi inexistente", afirma Mario Rapoport, director del Instituto de Investigaciones de Historia Económica y Social de la UBA y miembro del denominado plan Fénix.
"La prédica de Keynes es aplicable en la Argentina actual. Evidentemente hay diferencias con lo ocurrido hace más de 70 años, además de que Estados Unidos era ya una potencia industrial. Pero aplicar un nuevo New Deal es de absoluta necesidad. El Estado debe poner en marcha un plan de obras públicas y en todo aquello que contribuya a levantar la economía real, pero sin romper las leyes del mercado. Sólo debe meterse donde la iniciativa privada no aparece", afirma.
Pero no todos los economistas están de acuerdo. Desde que Keynes publicó su obra mayor, la Teoría General de la Ocupación, el Interés y el Dinero,a principios de 1936, las aguas de la economía se agitaron como hacía décadas no se veía. Y aún hoy sigue marcando una clara división que llega a otros campos.
Dos célebres historiadores, Paul Johnson y Eric Hobsbawm, se sacaron chispas a lo largo de los años por Keynes.
En la arena local ocurre lo propio. El presidente de la Asociación Argentina de Historia Económica y miembro de número de la Academia Nacional de la Historia, Roberto Cortés Conde, descarta la posibilidad de un New Deal "a la argentina"; el economista jefe de la Fundación de Investigaciones Económicas Latinoamericanas (FIEL), Daniel Artana, también recuerda varios puntos débiles a la propuesta (ver aparte).
Controversia
¿Por qué no es posible un New Deal criollo y contemporáneo? Porque aquí la crisis es monetaria y fiscal, en los Estados Unidos de fines de los años 20, de inversión, con una fuerte fuga de capitales, pero una gran estabilidad monetaria, lo que permitió emitir sin mayores riesgos, explicó repetidas veces Cortés Conde.
En una posición intermedia y con salvedades varias figuran Manuel Fernández López, profesor titular de Historia del Pensamiento Económico, y Rubén Berenblum, profesor de Historia Económica, ambos de la Universidad de Buenos Aires.
Para Fernández López, "la idea de un neokeynesianismo no la descartaría como forma de empezar a salir de la crisis e incluiría la obra pública como uno de los pilares para lograrlo porque en los papeles suena interesante. Hasta encuentro algunos puntos de semejanza entre el colapso de 1929 de los Estados Unidos y nuestra crisis, pero la Argentina es un país muy complicado, con un sinnúmero de problemas".
Berenblum también considera un simplismo hablar de un retorno al economista que denunció el Tratado de Versalles como una amenaza para la paz mundial. Una predicción que sería tristemente certera. "La gente tiende a ponerles nombres a los procesos para entenderlos. Más que un acercamiento al keynesianismo, percibo un alejamiento de la teoría que predominó en la Argentina durante los últimos 25 años. Y como la caída de esas ideas en el ideario colectivo genera una fluctuación, se llega al ideario opuesto, que es el de Keynes", explica Berenblum.
Keynes por Keynes
Pero, ¿qué doctrina económica promovía Keynes? Su premisa era bastante simple. Cuando la economía ingresa en un período recesivo los gobiernos deben admitir la expansión y el déficit presupuestario como herramientas para alentar la irrupción de un nuevo círculo virtuoso y mantener así el pleno empleo.
En la visión del economista inglés, la desaceleración de la economía marca que el sector privado no invierte lo suficiente. Y como los mercados se saturan, los negocios tienden a reducir sus inversiones aún más, generando así un círculo vicioso: menos inversión, menos empleo, menos consumo y, por tanto, menos fondeo en las empresas para invertir. Resultado final: colapso económico, alto desempleo.
En palabras del propio Keynes: "Asigno abrumadora importancia al aumento del poder adquisitivo nacional que es consecuencia de la erogación oficial, financiada con préstamos", como se encargó de subrayar en su célebre "Carta abierta al presidente Roosevelt", que The New York Times publicó en 1933.
Pero, ¿fue realmente la doctrina de Keynes la que sacó del pozo a los EE.UU? Eso podría marcar una pauta interesante para la economía argentina, pero los economistas e historiadores suelen coincidir en asignarle sólo una porción del éxito al hombre llegado del otro lado del Atlántico.
"En 1929, el PBI de los Estados Unidos cayó a un tercio de nivel, pero de allí en más no es que se aplicaron las ideas de Keynes. Roosevelt asumió en 1933 y aplicó su New Deal, y Keynes publicó Teoría General sólo en 1936. También ayudó el inicio de la Segunda Guerra Mundial, aunque las ideas de Keynes aportaron para salir de la crisis", recuerda Rapoport.
Fernández López es más categórico. "Se hizo un llamado patriótico en 1933, pero Estados Unidos cayó en una recesión en 1937. La clave fue la Segunda Guerra Mundial, por lo que al menos resulta cuestionable que el keynesianismo haya resultado decisivo para salir de la crisis."
El triunfo aliado marcó también la introducción en Europa de las ideas del académico que se erigió en estandarte de Cambridge. Pero no sólo allí se aplicaron algunas de sus ideas, también en la Argentina.
"Durante su primera y segunda presidencia, Perón comenzó a llevar adelante una fuerte intervención del Estado en la economía", recuerda Berenblum, que insiste sin embargo en que eso no implica que ahora sea reproducible un plan similar. "Queda muy poco en pie de todo aquello para establecer un punto de comparación, aunque en el modelo que está surgiendo ahora no faltarán algunas características de Keynes: la intervención del Estado, con un mayor rol en la redistribución del ingreso", dice.
El seguidor venido del Sur
Berenblum, miembro e impulsor del plan Fénix, estima que "no es posible recrear el New Deal porque circunstancias internacionales y tecnológicas, entre otras, son muy distintas. Lo que sí se puede hacer es tomar las experiencias de la historia para morigerar las aristas más afiladas de las leyes del mercado".
¿Puede Kirchner asumir ese rol de morigerador del mercado? El plan de gobierno que distribuyó durante la campaña electoral marca pautas muy claras: políticas sociales integradas, plan de infraestructura y obras públicas "como estrategia para el desarrollo regional" y la premisa de la economía como "una herramienta para definir un proyecto de país".
Si por sus obras habla el hombre, entonces el paso de Kirchner en Santa Cruz puede resultar ejemplificador. En sus once años y medio como gobernador de poco menos de 200.000 personas invirtió $ 1500 millones en obra pública, para levantar más de 10.000 viviendas, 200 escuelas, hospitales y caminos.
El sitio de Internet "Kirchner Presidente" expone el leitmotiv del futuro plan de infraestructura: "Roosevelt pudo hacer inversión pública con un Estado sin reservas, quebrado y en recesión y no generó hiperinflación. Nosotros creemos que esto va a reactivar la economía y va a dar poder adquisitivo a la gente. Este plan de obra pública va a constituir una inyección de generación de trabajo, que no es lo mismo que dar subsidios".
¿Cuál es el riesgo?
"La economía de mercado debe entregarle una salida, un medio de vida, a quienes están sin empleo para subsistir. Debe ser dinero o un subsidio o un puesto de trabajo. El problema con la inversión pública es que las obras que salen 2 pesos terminan costando 8 pesos. No sé si se entiende", lamenta Fernández López.
El problema es que el mismísimo Keynes era famoso por su paciencia escasa a la hora de debatir con los teóricos de la economía, entre los que se destacó Friedrich von Hayek, y en particular con aquellos que sostuvieran que, a la larga, todo se solucionaría por sí solo. "Eso es una guía engañosa para los problemas actuales", escribió en los primeros años de su carrera. Y disparó una máxima que ingresó directo en la historia: "A la larga todos estaremos muertos".
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