Deuda en pesos: el déficit financiero que el Gobierno patea para adelante ya supera el billón por mes
Es un costo diferido que se espiralizó en los últimos cuatro meses y promete poner presión para los años que vienen; polémica entre los analistas sobre sus riesgos
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
El déficit financiero “postergado” por la estrategia del Gobierno de emitir buena parte de la deuda en pesos renovada con Letras del Tesoro que no pagan el interés que rinden sino que lo van capitalizando (Lecap) prácticamente se duplicó en los últimos dos meses y ya supera cómodamente el billón de pesos por mes.

La cifra surge del informe mensual sobre la evolución de la deuda que publica mes a mes la Oficina de Presupuesto del Congreso (OPC). De allí surge que el pagaré al que deberá hacer frente el fisco saltó -sólo en este caso- de $30.002 millones en abril a más de $1,2 billones en julio. El número no sorprende, dado que la colocación de Lecap fue una de las contracaras del pasamanos de deuda ya culminado del Banco Central (BCRA) al Tesoro Nacional, para terminar con la emisión monetaria por el pago de intereses de sus pasivos remunerados, la conocida “bola” de Lebac, Leliq y pases generada luego que las administraciones pasadas abusaran en exceso de la maquinita.
La referencia a “ese caso” alude a que las Lecap no son los únicos títulos en pesos que emite el Tesoro que “capitalizan”. “Funcionan de forma similar a los bonos CER cuyo capital se ajusta por inflación o los ajustables por dólar, solo que en este caso la capitalización se realiza a partir de una tasa fija preestablecida, que no depende de indexadores difíciles de proyectar. Dado que los intereses no se pagan, el efecto para el emisor es no elevar la carga presente de intereses, que se mantiene invariable, con la contrapartida de hacer crecer nominalmente el capital adeudado, como sucede con los otros instrumentos antes mencionados”, explica el economista Eric Ritondale, de Puente. La cuestión es que la carga que alivian hoy la trasladan a los meses o años que vienen.
La emisión de este tipo de instrumentos, que ya habían sido colocados en la administración Macri, responde al objetivo que se planteó el Gobierno de cerrar el presente año con superávit fiscal real, es decir, no sólo primario sino también financiero. Es decir, tener un saldo positivo luego del pago de intereses de la deuda emitida.
Dado que la Argentina se quedó sin financistas tras haber agotado todas las cajas y vías de acceso a los mercados u organismos internacionales posibles, es un un intento desesperado por mostrar un Estado solvente y capaz de honrar las deudas que tiene contraídas. El objetivo es, en paralelo, propiciar una baja del riesgo país que posibilite al Gobierno comenzar a refinanciar en los próximos años los enormes pasivos heredados que vencen.
El tema es que, hasta aquí, esta estrategia no logró recuperar la confianza, como queda claro en una tasa de riesgo país que no logra perforar desde hace tres meses los 1500 puntos y obligará a la administración Milei a profundizar recortes durante 2025, algo que parece tener en mente al prometer presentar en breve un proyecto de ley de presupuesto con déficit cero.
Esa desconfianza es algo que incluso hizo notar hoy el vicepresidente de Moody’s, Jaime Reusche, al comentar en una entrevista que los mercados “ven poco probable que la Argentina pueda cumplir con sus obligaciones de deuda”, lo que lo podría llevarlo a una nueva reestructuración. “Nuestro escenario base, y la razón por la cual no hemos alterado la calificación de riesgo, que ya es bastante baja, es que existe una alta probabilidad de una renegociación o intercambio de deuda, similar a lo que hemos visto en el mercado doméstico”, explicó.
El director de análisis económico de la Fundación Ecosur, Francisco Ballester, cree que fue la necesidad lo que llevó al Gobierno a “ocultar parte del resultado financiero para poder mostrarlo superavitario, al tener que decidirse a reasumir la deuda que le había generado al BCRA”. Pero descree que eso represente un problema a considerar entre los tantos que enfrenta: “Si analizamos esta deuda por su origen ‘cuasifiscal’ no veo riesgos con esta deuda, ya que sirve para seguir remunerando en general por otra vía, como las nuevas Lefi, los depósitos que tienen bajo administración los bancos: y mientras no haya desarme de depósitos no hay riesgo macro”, sostiene
Su colega, Federico Glustein no lo ve de esa manera. “El déficit financiero vía Lecap es un intento por tapar el sol con la mano: los intereses se capitalizan y no se registran como tales, sin embargo, habrá que pagarlos con superávit, por ende, el ajuste sobre las cuentas públicas deberá ser mayor para poder hacerse cargo en adelante lo que hará más difícil la recuperación de la economía”, sostiene.
“De haberse computado esos intereses el resultado financiero de julio sería de -$1,32 billones e irá creciendo, lo cual puede tornar explosiva la reducción del déficit propuesta por el Gobierno y vulnerar el logro de reducción de déficit financiero y primario hoy mostrado”.
Por lo pronto la carrera marcadamente ascendente de esta cifra es lo que llamó la atención al mercado y plantea dudas de cara al futuro.
Mientras tanto mañana, en la licitación convocada para tratar de renovar unos $3,6 billones en deuda en pesos que le vencen, el Gobierno volverá a ofrecer al mercado cuatro Lecaps (a 73, 182, 304 y 364 días y ninguna con tasa mínima asegurada), dos bonos dollar linked y dos Boncer cero cupón para captar de entre inversores esos recursos conseguir antes de enfrentar septiembre, el mes con mayor carga en los que resta del año. Es decir, seguirá profundizando esta estrategia de patear hacia adelante los costos de refinanciación de una deuda que -vale recordar- no generó pero con la que le toca lidiar.
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