Desplazados. Por qué los países se pelearán por recibir a los inmigrantes
En una escena de la serie australiana "Desplazados" (Netflix), dos protagonistas pasean por el patio de un centro de detención para inmigrantes ilegales en el desierto y ven a un señor con traje polvoriento, sentado con su valija preparada y la mirada perdida: "Hace siete años que está así", le comenta un amigo al otro, y agrega: "Ningún país lo quiere recibir". La serie fue cocreada por la actriz Cate Blanchett, que estudió Economía en Melbourne y es embajadora de las Naciones Unidas para la temática de refugiados. Al final del sexto capítulo del ciclo basado en historias reales se da un dato escalofriante: hay en la actualidad 70 millones de refugiados de guerras y conflictos fuera de sus países de origen (son sólo una parte de los migrantes totales), y la mitad de ellos son niños.
¿Panorama angustiante? Seguro, pero hay que tener en cuenta de que esto puede ser relativamente poco al lado de la ola migratoria que se viene disparada por tres motores que están acelerando en paralelo: el cambio climático, la demografía yel Covid. Un solo dato: estimaciones conservadoras plantean que para 2050 habrá tantos "refugiados climáticos" como la cifra del total de migrantes por todos los motivos en la actualidad: 400 millones de personas fuera de sus países de origen en total de aquí a 30 años.
El escenario se está sacudiendo en todos los sentidos. Dos semanas atrás, la encuestadora Gallup dio cuenta de un "cambio tectónico y repentino" de la opinión pública de los Estados Unidos en esta materia: por primera vez en la historia hay más ciudadanos que quieren que aumente el flujo migratorio que los que quieren que disminuya. La proporción de respuestas a esta pregunta se mantenía estática desde 1965, pero en 2020 se alteró de golpe.
La tendencia se explica en parte por la percepción de envejecimiento de la sociedad, que requiere de trabajadores extranjeros de menor edad (los migrantes son más jóvenes que el promedio de la sociedad a la que llegan) para dinamizar la economía. "Pronto pasaremos de un mundo donde es una opción abrir las fronteras a uno en el cual habrá una competencia por migrantes extranjeros, y no habrá suficientes", sostiene el investigador Christopher Murray, de la Universidad de Washington en Seattle, Estados Unidos.
Días atrás, este centro de estudios publicó un informe con proyecciones de población hasta 2100. La tasa de natalidad global este año está en 2,4 y era de 4,7 en la década de 1950. A partir de una tasa de 2,1 la población empieza a disminuir, y ya hay decenas de países en esta situación. Unas 23 naciones (entre ellas, están, por ejemplo, España, Italia y Japón) tendrán la mitad de habitantes a fin de siglo por esta tendencia. La cantidad de menores de cinco años pasará de 681 millones, hoy, a 401 millones, en 2100, en tanto que la de mayores de 80 se incrementará desde los 141 millones actuales a 866 millones, en 2100. Si estas proyecciones son aunque sea en parte acertadas, entonces la migración de trabajadoras y trabajadores jóvenes (principalmente desde África) se transformará en una necesidad para muchas economías de ingresos altos y medios.
En América Latina los niveles de natalidad aún son heterogéneos. Bolivia, Guatemala o Haití están por encima de los 2,8 hijos por mujer, en tanto que Chile, Costa Rica y Brasil promedian 1,8. "La demografía es un explicador muy importante de los flujos migratorios. Cuando países vecinos tienen tasas muy distintas de natalidad, existe una presión a migrar hacia el lugar con menor oferta de trabajo", dice a LA NACIONMarisol Rodríguez Chatruc, especialista del Banco Interamericano de Desarrollo (BID) en migraciones.
El segundo gran factor de disrupción es la crisis climática. "América Latina es muy vulnerable a grandes terremotos, huracanes y tormentas. Un índice calculado por las Naciones Unidas, que toma en cuenta la exposición a desastres naturales y la capacidad social de respuesta, muestra que ocho países de la región (siete de Centroamérica más Guyana) están entre los 25 países con más riesgo en este aspecto", explica Rodríguez Chatruc.
"Los desastres naturales pueden motivar movimientos masivos y repentinos de personas a través de las fronteras, y para eso la región debe estar preparada", agrega la experta que reside en Washington D.C, Estados Unidos.
El fenómeno de los refugiados climáticos tiene una trayectoria exponencial, pero dista de ser sólo una proyección a futuro: ya está ocurriendo en distintos lugares del planeta, con particular intensidad en Centroamérica (hacia Estados Unidos) y en África (hacia Europa principalmente). El Banco Mundial calcula que unos ocho millones de trabajadores rurales ya tuvieron que irse desde zonas del Sudeste Asiático, donde la temporada de tormentas fuertes se volvió cada vez más impredecible, hacia Oriente Medio.
Aumento de temperatura
Durante la mayor parte de la historia, los seres humanos vivimos en un rango acotado de temperaturas que promovió la producción estable de alimentos abundantes. Pero, de acuerdo a un reporte reciente de la Academia de Ciencias de los Estados Unidos, el aumento de temperaturas esperado para los próximos 50 años supera al de los 6000 años previos combinados. El porcentaje de tierras completamente inhabitables, como el desierto del Sahara hoy, que en la actualidad cubren el 1% del suelo, podría aumentar a un quinto de la superficie terrestre para 2070, lo que significaría que una de cada tres personas estaría forzada a desplazarse.
A estas dos megatendencias estructurales (demografía y clima), en 2020 se suma el Covid, que agrega todavía más inestabilidad a la dinámica global. En el corto plazo, el virus cerró fronteras y produjo un frenazo brusco en los flujos. Pero, en el mediano plazo, la recesión traerá cambios drásticos en las perspectivas de los migrantes.
Estimaciones conservadoras del costo planetario de la pandemia hablan de una caída del producto mundial (que hoy está en unos 92 billones de dólares) del 10%. Más pobreza y desigualdad implican un aumento proporcional de la presión migratoria desde áreas más castigadas. En enero, al inicio de la pandemia, se estimaba que las 2153 personas más ricas del mundo tenían activos acumulados similares a las 4600 millones de personas más pobres. Las proyecciones de mediano plazo indican que esta inequidad se va a profundizar.
En los países ricos, el primer eslabón que se corta en materia de empleo es el de los inmigrantes con permisos temporarios; y cuando las economías se empiecen a reactivar habrá una fuerte tendencia política a que los primeros empleos vayan a los desocupados nativos de cada país. Naciones como Bangladesh, Filipinas, Ghana u Honduras dependen fuertemente de las remesas que envían los migrantes a países ricos (cerca de 600.000 millones de dólares totales a nivel global). Esta variable va a caer abruptamente en 2020 y 2021.
El informe de Gallup agrega que la política migratoria tiene su propia dinámica: los grupos que se oponen a la llegada de extranjeros suelen ser más ruidosos, activos e influyentes en la toma de decisiones en altas esferas que los que ya advirtieron que el flujo será indispensable. Por eso, aunque estos últimos ya sean mayoría en Estados Unidos, es probable que la recesión global y los conflictos que se vienen sigan promoviendo un sesgo xenófobo en muchos países.
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