Despertar el potencial de la industria del software: una estrategia para el futuro
Las exportaciones de software y servicios informáticos de Argentina se multiplicaron por 16 en los últimos veinte años: pasaron de US$150 millones en 2003 a casi US$2500 millones en 2023.
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Cada día en Argentina alguien —un empresario, un economista, un periodista— repite un mantra: hasta que no haya estabilidad económica, nada va a cambiar. Pero no podemos darnos el lujo de esperar hasta que la macroeconomía se arregle para ponernos, recién entonces, a diseñar una estrategia inteligente para los sectores productivos. Hace falta pensar cuanto antes una reinvención de la política pública que permita generar saltos exportadores: no van a ocurrir de manera automática.
Todas las esperanzas hoy se dirigen hacia los recursos no renovables —la mirada fija en Vaca Muerta o en la minería del litio y del cobre— y así se deja fuera de foco el potencial de los sectores que exportan no a partir de la riqueza bajo el suelo sino del uso intensivo del talento y de la creatividad de las personas. ¿Dónde están esas oportunidades y qué deberíamos hacer para no dejarlas pasar?
El software es uno de los pocos sectores no basados en recursos naturales que pueden tener un rol crítico para salir de nuestra ya larga década perdida. Gracias a su crecimiento en las últimas dos décadas, hoy 140.000 personas trabajan en la industria del software, muy por arriba de sectores como el automotriz y de actividades como el petróleo y la minería. Las exportaciones de software y servicios informáticos de Argentina se multiplicaron por 16 en los últimos veinte años: pasaron de US$150 millones en 2003 a casi US$2500 millones en 2023. Este crecimiento no fue producto de la suerte. El universo de empresas de software se diversificó y Argentina goza de una llamativa alta “tasa de natalidad” de unicornios: acá surgieron 11 empresas valuadas en más de US$1000 millones, un número similar al de países como Japón o México, economías significativamente más grandes que la nuestra. Un sector de software dinámico es, a su vez, condición de posibilidad para atraer inversiones en el más amplio conjunto de actividades de economía del conocimiento –que incluyen, entre otras, a las consultorías empresariales y a los servicios audiovisuales, jurídicos, contables y de arquitectura–, cuyas exportaciones ya hoy superan los US$8000 millones anuales.
Sin embargo, la etapa de crecimiento “fácil” terminó. Argentina pudo entrar temprano en el incipiente mercado del software y aprovechar la creciente demanda de la década de 2000. Pero entrar temprano no te deja a resguardo de ceder posiciones a medida que la carrera avanza. En la última década nuestro país perdió la mitad de su peso en el comercio mundial de software: pasó del 0,6% de las ventas globales en 2011 al 0,3% en 2021. ¿Cómo ocurrió esto? Por un lado, el ritmo de crecimiento del sector de software argentino fue más lento que el del resto del mundo. Por otro lado, se hizo más cruda la competencia dentro del grupo de países exportadores “intermedios” donde juega Argentina.
¿Es posible dar un nuevo salto, tras el final de la etapa de crecimiento fácil? Una narrativa simplificada argumentaría que alcanza con sacar las trabas del mercado cambiario para facilitar las operaciones de las empresas en el exterior, lo que a su vez generaría incentivos suficientes para invertir y exportar más. Pero no: eso es condición necesaria, de ninguna manera suficiente. Uno de los principales problemas que hoy tiene Argentina es que desde hace veinte años la política hacia el sector es la misma: un régimen de promoción sancionado en 2004 (y renovado en 2019 bajo la Ley de Economía del Conocimiento) que otorga un conjunto de exenciones impositivas con el objetivo de disminuir los costos de operación de las empresas y mejorar así su competitividad internacional.
Una misma política para un mundo que ya no es el mismo: hay más países que desarrollaron capacidades en software, hay más y nuevas tecnologías y hay más sectores que demandan aplicaciones específicas. Dar el salto para salir del “pelotón del medio” va a requerir avanzar en otro perfil de especialización, en el que el determinante del éxito será el grado de innovación y la escalabilidad de los desarrollos, más que el diferencial en costo de los recursos humanos. Apostar a tener un sector de software dinámico requiere una nueva agenda de políticas para desarrollar ventajas comparativas en nuevas actividades y segmentos: arreglar la macro ayuda, la estabilidad de las reglas también, claro, pero de ninguna manera suplen la carencia de una nueva visión para la industria de software.
Primero, hay que repensar el régimen de promoción sectorial, que otorga beneficios fiscales a las empresas y finaliza en 2029. Actualmente los beneficios alcanzan sólo al 11% de las casi 6000 empresas del sector. Acá se encuentran por lo general las empresas más grandes, incluyendo a cuatro de los 11 unicornios —como Mercado Libre y Globant— que nacieron en Argentina y hoy despliegan sus operaciones en diversos países. De cara a 2029 habría que considerar condiciones más exigentes para recibir los beneficios que las actualmente vigentes, sobre todo pensando en que las empresas más innovadoras, que levantan grandes inversiones de capital en el mundo, generen mayores impactos sobre el conjunto del sector.
Segundo, así como arreglar la macro es condición necesaria pero no suficiente para iniciar un camino al desarrollo, los beneficios fiscales solos no alcanzan para potenciar esta industria. Países que han desarrollado industrias de software relevantes –como Israel o Polonia– o que hoy intentan hacerlo —como Chile— disponen de un Estado con capacidad de implementar paquetes de políticas para jugar en un mercado muy competitivo. Estos paquetes de políticas incluyen un fuerte financiamiento de proyectos de I+D hacia el sector de tecnología, políticas para promover la industria local de capital de riesgo y la creación de mercados de capitales domésticos, así como el apoyo a las start-ups de tecnología en su fase inicial e internacionalización.
Tercero, Argentina tiene una oportunidad para impulsar el software de producto y complementar, así, su ya exitoso recorrido en software a medida. El camino más probable hacia una inserción internacional especializada en software de producto será aquel en el cual las empresas nacientes logren apoyarse en los sectores dinámicos de la estructura productiva argentina, muchos de ellos asociados a los recursos naturales. Esto es, desarrollar productos de software para sectores donde Argentina ya es competitiva y que eso sirva como campo de prueba y primer portafolio de clientes para luego salir al mundo. Es ahí donde la riqueza del suelo y el talento de las personas pueden encontrarse.
En la Argentina de 2024 todo debate parece condenado a una mirada exclusivamente fiscal y al arreglo de la macro como solución a todos nuestros problemas. Este sesgo demora la llegada de un futuro posible. Salir de la larga década perdida requiere que Argentina pueda aprovechar todo el potencial de sectores como el del software para generar puestos de trabajo de calidad y aumentar su capacidad exportadora. La tarea de reinventar una política pública para ir en esa dirección empieza hoy.
Los autores son integrantes del área de política productiva de Fundar
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