Desarrollo con inclusión social es el desafío
La profundización de una integración productiva equilibrada es necesaria para lograr un desarrollo con inclusión social, y en este marco el rol de la industria es primordial para agregar más valor local, calificar los recursos humanos y generar procesos de innovación tecnológica.
La competitividad es clave para pasar del crecimiento al desarrollo. Por ello, el sector industrial tiene que dar un salto cualitativo y cuantitativo, en el sentido de anticiparse a los problemas. Pero hay ciertas cuestiones de fondo que no pueden solucionarse únicamente con cintura política. Es fundamental profundizar la visión estratégica de largo plazo a partir de un ejercicio colectivo de búsqueda de acuerdos compartidos.
Hoy es imposible pensar en el desarrollo industrial al margen del concepto de desarrollo sostenible: debe estar enmarcado en la responsabilidad, el compromiso, la gestión, la transparencia. La industria tiene que compartir con la sociedad todos estos conceptos y comunicarlos adecuadamente para lograr licencia social para operar. Para mejorar la competitividad sistémica del país, es sumamente importante tener un territorio integrado. El federalismo económico no debe ser sólo una expresión de deseos.
Es importante, además, propiciar la formación de cluster productivos, distritos industriales, medios innovadores; en síntesis: territorios inteligentes que sean la base de una sociedad del conocimiento. Es vital tomar el territorio como plataforma estratégica en los procesos de integración regional, que debe darse pensando principalmente en las economías regionales y no sólo en las industrias anexas a los grandes centros urbanos, en el desarrollo de regiones transfronterizas y en el diseño de infraestructuras transnacionales.
El aporte empresarial, desde lo institucional, es clave. El rol de las instituciones gremiales empresariales y productivas debe estar enmarcado en la defensa de sus intereses sectoriales, pero sin dejar de poseer una visión de conjunto para toda la sociedad y alejada de posiciones políticas.
Con este objetivo por delante, resulta crucial fortalecer los mecanismos institucionales de diálogo, así como la construcción de encuadres que posibiliten la articulación público-privada de consensos y disensos. Debemos superar viejas antinomias campo-industria, centro-interior, grandes y pequeñas empresas, mercado interno-exportaciones, etc.
Vengo de una generación formada en la democracia, que pasó por la década del 90, donde había mucha menos participación en la política por parte de la juventud. Este proceso se revirtió, felizmente, en la última década con un mayor involucramiento de los jóvenes en el quehacer político, desde la militancia y la participación en distintos espacios de poder. Nosotros, como empresarios, tenemos que hacer nuestra parte, tanto desde nuestras instituciones como en forma individual.
Pero entiendo que nuestra tarea como dirigentes no puede acabarse allí: nuestra contribución tiene que estar basada en una mirada que se extienda más allá del hoy. Si miramos la foto, en los últimos 10 años nuestro país dio un gran paso adelante. La economía argentina ha mostrado un crecimiento cuantitativo de variables económicas fundamentales: el PBI prácticamente se duplicó, sobre la base de la inversión y el consumo, con el crecimiento permanente de las exportaciones.
Pero la película continúa y la agenda y los desafíos siguen siendo amplios, complejos y apasionantes; hoy, más que nunca, es clave disminuir la brecha de desarrollo entre regiones. Hoy, el producto bruto geográfico per cápita de la provincia más prospera es 7,8 veces mayor que el de la provincia más rezagada.
Es indispensable aumentar los niveles de inversión para mantener el crecimiento sin sufrir tensiones y disminuir los márgenes de empleo informal.
Desde la óptica de un empresario salteño, formado en la democracia, el desafío más importante es subirnos al tren del desarrollo con inclusión social.
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