Del ajedrez al "coeficiente de Kardashian": lo último en economía de la atención
En la década del 70, el pedagogo y profesor de ajedrez húngaro Laszlo Polgar utilizó un laboratorio poco convencional para probar sus teorías: su propia familia. Convenció a su esposa ucraniana Klara acerca de las bondades de su método para "criar genios" y promovió el amor por el ajedrez en sus tres hijas, Susan, Judit y Zsofia, quienes comenzaron con las prácticas, cada una, a los tres años de edad. El resultado: tres ajedrecistas superlativas, con Judit (nacida en 1976) considerada la mejor jugadora de todos los tiempos.
La estrategia de promover la práctica del ajedrez desde edades tempranas, el "método Polgar", viene ganando adeptos en paralelo con la preocupación por la "crisis de atención" provocada por la exposición desmedida de los chicos a las pantallas de celulares, tabletas, consolas de juego, etcétera. El ajedrez demanda habilidades de concentración asociadas a los estados de "flujo", altamente gratificantes y necesarios para la resolución de problemas, una moneda cada vez más escasa con la hiperfragmentación de la atención (no solo en chicos, sino en todas las edades).
Jonathan Rowson, director de la consultora de investigación londinense Perspectiva, escribió un largo ensayo la semana pasada, publicado en Aeon, en el cual sostiene que el desafío del ajedrez, de concentrarse y manejar la complejidad para tomar las mejores decisiones, es una caja de herramientas óptima para no distraerse y afrontar los problemas cada vez más complejos del mundo de hoy.
Rowson fue un Gran Maestro del juego ciencia y llegó a estar entre los 100 mejores del mundo en el ranking FIDE (Federación Internacional de Ajedrez, según sus siglas en inglés). "La concentración es la esencia del ajedrez", sostiene. Los jugadores profesionales necesitan estar horas o días enteros en este "modo", sin entrar cada tres minutos a ver las notificaciones de la red social, y para ello desarrollan métodos propios. En el caso de Rowson, le servía dar una larga caminata o escuchar determinados temas musicales antes de alguna partida importante. "La concentración hace que emerja una conciencia del estado de ánimo, una apreciación del método y hasta un compromiso con el sentido", escribe Rowson.
Todo esto ocurre mientras se multiplican los estudios con resultados de efectos nocivos de la exposición a pantallas en todas las edades. ¿A cuántos de nosotros nos cuesta mucho más terminar un libro que hace diez años? Chris Anderson, el exeditor jefe de Wired, le dijo en octubre pasado una frase tremenda a un periodista del New York Times: "En la escala de caramelos al crack de cocaína, las pantallas están más cerca del crack".
Anderson, actualmente CEO de una empresa de robótica, tiene cinco hijos con los que aplica 12 reglas sobre el uso de tecnología, que incluyen nada de celulares propios hasta antes del verano previo a la secundaria, nada de pantallas en el dormitorio y cero redes sociales hasta los 13. ¿Y si alguien viola alguna de las 12 reglas? 24 horas offline, sin excepciones.
Desigualdad de atención
Aunque se trata de una rama poco estudiada y marginal, la "economía de la atención" tiene varias décadas de existencia y de alguna manera aportó un marco conceptual pionero para entender mejor estos nuevos fenómenos. En 1971, 27 años antes de que se fundara Google, el economista Herbert Simon, luego Premio Nobel, escribió lo siguiente: "En un mundo rico en información, esa abundancia de información tiene su contracara: una escasez de aquello que la información consume: la atención de los receptores. Por lo tanto, la riqueza de información produce una pobreza de atención y la necesidad de "asignar" esa atención escasa en forma eficiente a la sobreabundancia de fuentes de información que podrían consumirla". Simon lo vio hace casi ya 50 años.
"Con la explosión de Internet y el abaratamiento en la producción y distribución de contenidos digitales, la atención pasó a ser el botín más preciado", explicó el economista Umair Haque, especialista en esta agenda.
Como sucede con muchos fenómenos de la era digital, buena parte de las predicciones de los expertos en esta materia terminan resultando erróneas. El propio Anderson popularizó en un artículo de Wired en 2004 (y luego en un muy exitoso libro) el concepto de la "larga cola", por el cual Internet volvería rentables productos y negocios de nicho al no depender de los costos de exhibición en el mundo offline. Anderson postulaba un boom, por caso, de músicos y artistas de culto, cuyas obras no llegaban a las bateas de una disquería pero sí tenían un mercado global rentable en una sumatoria de clientes. La "larga cola" (de la distribución estadística) se volvería más ancha.
Y, sin embargo, toda la evidencia apunta a que Internet homogeneizó los gustos y preferencias de los consumidores y no les agregó variedad en los grandes números. Las "economías de superestrellas" (unos pocos de quedan con todo) son mucho más potentes en Internet que en el mundo desconectado.
Recientemente se popularizó el concepto de "desigualdad de la atención". Así como la distribución del ingreso puede medirse con el coeficiente de Gini, Joon y Eric Yun propusieron el mes pasado un "coeficiente de Kardashian", que mide justamente la forma desproporcionada en la que la sociedad asigna su atención. "La brecha entre quienes reciben atención y quienes no se está ensanchando cada vez más. En esta carrera, hay cada vez más personas por debajo de un umbral de atención mínima para no sentirse solas", dicen los autores. El coeficiente de Kardashian muestra una mayor desigualdad que el de Gini: en términos probabilísticos hay una mayor chance de ser millonario que de ser una celebridad-foco de atención en las redes.
La revalorización de la capacidad de atención también está siendo postulada por los mayores expertos globales en inteligencia artificial. Demis Hassabis es el creador de DeepMind, la empresa que viene dando batacazos en los últimos tres años con triunfos de algoritmos sobre humanos en el juego Go y en distintos videogames de estrategia de guerra.
Hassabis, que estudió en Cambridge ciencias de la computación, fue un niño prodigio del ajedrez: consiguió el segundo puntaje ELO más alto de la historia antes de los 14 años, solo superado por... Judit Polgar, que es seis días mayor que él. En entrevistas, Hassabis suele decir que le debe su exitosa carrera (Google le compró la empresa en 625 millones de dólares) a la capacidad de concentración que le dio el ajedrez en su infancia y adolescencia.
"Sin la capacidad de concentrarnos, simplemente no somos libres. Es muy saludable que la batalla por la atención haya entrado en la arena de la discusión política", explicó Rowson en Aeon.
Y cita una reflexión clásica del físico y filósofo David Bohm, quien falleció en 1992: "El supuesto general y tácito es que el pensamiento nos da una visión general de una situación pero no hace nada, sino que nosotros evaluamos la información y decidimos sobre la base de ella. Pero tengo una noticia: nosotros no decidimos qué hacer con la información. La información se hace cargo, toma el poder, nos maneja. El pensamiento nos maneja. El pensamiento, sin embargo, crea la falsa ilusión de que nosotros estamos a cargo, que estamos en control, cuando en realidad el pensamiento es lo que nos controla a nosotros".