“Dejé el corazón ahí”: la historia del empresario argentino que huyó de Ucrania
La mitad de sus empleados y familias decidieron quedarse en el país; los otros irán a Polonia hasta que puedan regresar
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CORDOBA.-”Me fui de Kiev y dejé el corazón ahí. Lo que hicimos fue alquilar un edificio para esperar y seguir trabajando y creciendo. Y volver apenas se pueda”. A esa altura de la conversación con LA NACION el cordobés Ricardo Fernández Núñez se quiebra. Dejó la ciudad en la que tiene su casa y hace negocios hace 25 años el sábado pasado, después de que Rusia iniciara la invasión a Ucrania.
Dueño del grupo vitivinícola Vinos de La Luz - con bodegas productoras en Valle de Uco (Mendoza), Ribera del Duero (España), Siena (Italia) y Santa María (Estados Unidos)-, desarrolló en la Argentina el Plan de Ahorro Previo y, en los ‘90, se fue a Polonia a repetir la experiencia. El negocio se expandió a República Checa, Hungría y a Ucrania, donde se instaló. Uno de los centros de sus bodegas estaba en Kiev.
Volvió de una feria de vinos a Kiev en los días en que había alertas por una posible invasión y, a la vez, se decía que no iba a suceder. “Por un lado (Vladimir) Putin decía ‘no voy a invadir si no me agreden’ y, por el otro, (Joe) Biden advertía del avance. Las fechas pasaban y no sucedía nada”, relata.
“La gente, todos, teníamos que formarnos una idea de cómo compatibilizar nuestra vida diaria, nuestros proyectos y nuestras inversiones -continúa- con este cruce informativo, con esta guerra informativa impresionante”.
El día anterior a que Putin reconociera a las provincias separatistas, Fernández Núñez tuvo la convicción de que iba a haber una invasión: “Fue cuando le negó identidad a Ucrania; le negó entidad política y le negó su etnia. Planteó ‘para qué tiene que existir’. Esa noche llamé a una reunión y sostuve ‘se viene la invasión’ porque había actuado de la misma manera con Crimea”.
Al día siguiente fue con su gente de más confianza al edificio donde funcionaba la administración central de todas las bodegas. Los administradores habían clausurado el ingreso. “La puerta estaba sellada; tenían miedo a los destrozos”, desliza.
Como Ucrania tiene un “alto nivel de tecnología” y “buenos contratos de trabajo” Vinos de la Luz la eligió como sede. El empresario quería rescatar los CPU de las computadoras donde están “las firmas digitales de todos los bancos con los que operamos en el mundo, los acuerdos comerciales, la documentación esencial”, dijo.
Prefiere no contar detalles de cómo pudieron entrar, pero al día siguiente lograron retirar “toda la maquinaria” y comenzaron a hacer la ruta que les permitiría salir del país. “Nos fuimos para una frontera en la que nos podía dejar pasar”, dice, pero no quiere revelar cuál.
Una de sus mayores urgencias era que salieran del país cuatro directores expatriados, ejecutivos extranjeros cuyos contratos no están diseñados para “trabajar en la guerra”.
Para el resto del personal -emplea a 40 personas- generaron un sistema de provisión para que tuvieran “lo esencial” y contrataron un médico para que los atendiera. “No por la guerra, sino por cualquier urgencia que puedan tener; incluso entregamos antígenos para evitar un brote de Covid, tomamos las medidas posibles”, describe.
“Han destruido ciudades extraordinarias como Járkov; se hicieron de Zaporiyia, donde además de estar la central nuclear era un centro industrial; estaba la única fábrica de autos de Ucrania. Cuando salimos de Kiev no habían entrado”, rememora.
Fernández Núñez convocó a sus empleados y familias a trabajar en Polonia, ofreciéndoles ayuda para salir de Ucrania. “La mitad prefirió quedarse por distintas razones; porque tiene padres, porque el marido fue convocado a la milicia… A dos de nuestros ocho someliers los llamaron del Ejército para pelear. Es todo muy triste”.
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